Despejado el tramo binacional este 1 de mayo
1 de mayo de 2024
Francisco Corsica
Recientemente estuve investigando un poco más sobre la inteligencia artificial, que ya tiene de cabeza a más de uno. Sinceramente, es difícil no estarlo con sus enormes potencialidades. Como decía alguien hace unos días: «Voy a meterme para conocer a mi competencia, y a quien seguramente me quite el puesto en la empresa al cabo de unas semanas». En fin… ¿Qué podría agregar?
No es ese el asunto central de estas líneas. Bastante se ha dicho sobre las cosas que la humanidad puede esperar en el futuro con esta tecnología. De hecho, ya están sucediendo: hace unos días, la inteligencia artificial aprobó con la máxima calificación un examen de derecho. Algunas personas comienzan a incorporarla a su trabajo para que no los despidan. También han circulado unas polémicas imágenes del Papa generadas por esas plataformas. Y lo que falta por ver.
Más bien, sería interesante abordar algo que le está sucediendo al país respecto a ella y a otros servicios. Al revisar los países en los cuales se encuentra disponible una de estas plataformas, es fácil darse cuenta que Venezuela no se encuentra en la lista. Es muy curioso, porque se puede hacer uso de ellas en islas con tan solo miles de pobladores, pero en uno que ronda los 30 millones, no. Y todo parece indicar que tampoco lo estará por lo pronto.
Así es: muchas plataformas sumamente útiles —de diferente naturaleza— no están disponibles en el país. Simplemente, aquí no funcionan. Y si alguna llega a funcionar, es porque el usuario se vale de un sinfín de trucos para poder acceder. Uno de los que más se escuchan por allí es el uso de una VPN, que es un programa destinado a modificar la ubicación del internet para que parezca localizarse en otro lugar.
Lamentablemente, para la plataforma aludida en estas líneas, no es suficiente. Por si fuera poco, la creación de un usuario para conversar y solicitarle cosas a la inteligencia artificial también debe pasar por una verificación con un teléfono celular. Naturalmente, cuando el usuario selecciona que el mensaje de texto o la llamada lleguen a un número nacional, la plataforma lo va a rebotar. Lo que corresponde, así como con la dirección del internet, es seguir apelando a otros trucos.
Sin tratarse de un escenario ideal, ojalá fuera el único caso. En realidad, muchísimas plataformas no se encuentran disponibles en este país. Por colocar algunos ejemplos: los métodos digitales de pagos internacionales brillan por su ausencia en Venezuela, incluyendo aquellos que se supone que deberían estar asociados a cuentas o tarjetas bancarias; Gofundme solo funciona en algunos países y la mayoría son de Norteamérica o Europa.
Aparentemente, los venezolanos no deberíamos pedir donaciones para causas mayores ni recibir pagos internacionales. ¡Vaya absurdo! Si por estas calles circulan por lo menos tres monedas diferentes, sin incluir la propia moneda a través de pagos digitales. Por el contrario, fue una grata sorpresa cuando se informó que Spotify fue desbloqueado en noviembre del 2021, pudiendo ser usada en suelo criollo desde entonces.
¡Qué pena! El hecho de que una situación que es normal y rutinaria en otras partes sea extraordinaria acá debería poner a pensar a buena parte de la población. Situaciones así no deberían ocurrir, bajo ningún concepto. Pareciera que esas trabas solo existen para molestar a unos cuantos y nada más.
Otro comentario irónico que escuché hace unos días: “¿Para qué quiero acceso a la inteligencia artificial, si donde vivo se va la luz a cada rato y el internet es más intermitente que las lucecitas de Navidad?”. No discutiré su evidente inconformidad con la mala prestación de los servicios públicos en el país, aunque ese no es el verdadero punto. Es más, ni siquiera lo es la ausencia de cualquiera de estas plataformas en sí.
El epicentro de la discusión debe recaer en que Venezuela se está quedando fuera de la modernidad. O al menos, eso parece. Si parte del futuro se encuentra ahí, al punto de que el planeta entero va a tener que replantearse muchos aspectos para atender a esta nueva realidad, y los venezolanos ni siquiera podemos ingresar por las vías normales, como sociedad nos estamos quedando un paso atrás. ¿Cómo es posible?
Así como se dice una cosa, se debe decir otra. Cualquiera que camine por las calles nacionales se dará cuenta de que existen esfuerzos puntuales para introducir estas tendencias aunque sea en algunos rincones del país. Un claro ejemplo de ello sucede en Caracas, donde hay aplicaciones con un uso similar al de Uber. Por cierto, esta última tampoco se encuentra disponible. Además, algunos negocios aceptan criptodivisas como método de pago.
Es una pena estar recordando estas cosas, pero nos estamos quedando por fuera de muchas experiencias que otras sociedades sí están disfrutando. Se podrá pensar lo que sea o tratar de justificar de la manera más conveniente, sin embargo, el país no debería estar tan excluido de la modernidad. De verdad, ojalá esto deje de ser así muy pronto. Simplemente, el propósito era dejar clara la primera característica de la inteligencia artificial en el país: usarla aquí es difícil.
De todas maneras, este asunto se reescribe a diario y seguirá dando de qué hablar en los próximos tiempos, seguramente. Estas líneas volverán a ser dedicadas en algún momento a volver a tocar este asunto fundamental de los tiempos actuales, pues amenaza con eliminar la frontera entre lo real y lo ficticio, y pone en jaque las futuras ocupaciones y los estudios superiores de los seres humanos.
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