«Las encavas pueden transitar por Rubio»: Piden rectificar la suspensión de interurbanos en frontera
28 de abril de 2024
Julieta Cantos
Siempre he pensado que la vida es circular. Se abren círculos, se cierran otros, y siempre hay la oportunidad del reencuentro, del inicio, y del final. Mi amada amiga Leonor Vega, quién no es mi hermana de sangre, pero si escogida por elección, me dijo un día con su sabiduría de vida, que lo único que había que hacer era esperar, bajo ese mismo concepto circular. En algún momento, las personas vuelven a pasar por tú vida, y es entonces que se decide, si se ayudan, se retoman o se ignoran. Si se aplican las teorías de la nueva “psicología social” puesta en boga, por los tantos bestsellers, en donde se habla de rechazar en la vida la gente negativa, para captar la positiva, esto equivale a lo mismo, pero con mayor valor, por antiguo, sabio, y práctico.
Lo cierto, es que mi interés por la ciudad, y mi pasión por el Táchira, me hacen vincularme con personas diversas, algunas conocidas en el antes, y otras en el ahora. Lo verdaderamente importante, es que tenemos una cosa en común: nuestra pasión por nuestra ciudad, y por nuestro estado. Y en este deambular por los diferentes sectores de San Cristóbal, alimentado por los comentarios que me hacen llegar a mi correo, gracias a mi columna semanal, y al investigar incesantemente, en los medios, sobre nuestro acontecer urbano, siempre, pero siempre, surgen experiencias significativas, desde las comunidades. En este caso, se trata de un grupo de mujeres extraordinarias, con diferentes oficios, profesiones, y posiciones ante la vida, vinculadas por un objetivo común, el rescate de los espacios públicos de sus territorios.
Me entreviste con 4 de ellas, representantes de tres Consejos Comunales de la parte alta de la ciudad, pertenecientes a la Parroquia Pedro María Morantes: el Consejo Comunal la Nana del Libertador, Pirineos Sector El Tamá, y Quinimari. Durante toda la entrevista, no hice sino asombrarme, en primer lugar por el compromiso y seriedad que tienen respecto a sus espacios, en segundo lugar por la arbitrariedad cometida contra esos mismos espacios, por quien debe ser el vigilante de que las ordenanzas se cumplan. El hecho es que hace más de un año, la Alcaldía, a través del alcalde Gustavo Delgado, otorgó un permiso a un fondo de comercio para la elaboración y expendio de comida rápida, en las instalaciones del Parque Quinimarí, el cual se convirtió realmente en una sala de fiestas con venta de bebidas alcohólicas, las 24 horas del día. Este permiso se dio bajo la figura de un contrato de arrendamiento, de fecha 04 de junio de 2019, a nombre de Gipsy Llana Pineda Zambrano. Las representantes de los tres Consejos Comunales, denunciaron y demostraron, con documentos en la mano que ese comercio de Bar y Sala de Fiestas en el parque Quinimarí, es violatorio de todas las leyes y normativas, nacionales y municipales, que rigen la materia, empezando por el hecho de que el contrato establece categóricamente que no se pueden vender bebidas alcohólicas, bajo pena de rescinsión inmediata del mismo, pero además señalan con profunda preocupación, en primer lugar, la pretendida privatización del parque expresada por un representante de la arrendataria, en reunión del 12 de julio de 2019, frente al alcalde, los directores de despacho, la arrendataria y miembros de los tres Consejos comunales, entre otros. En segundo lugar el video realizado por Gipsy Pineda, en donde expresa abiertamente que no necesita el permiso municipal, porque ya tenía permiso de la comunidad, cosa incierta, ya que jamás la comunidad, a través de sus representantes elegidos y vigentes, se lo otorgó. Pero sobretodo les asombra el hecho de que el alcalde no ha realizado una comunicación formal escrita, desde la Alcaldía, respondiendo a la Comunidad, siendo que el propio alcalde les ha manifestado verbalmente que el contrato fue rescindido. El parque Quinimarí, es un parque que tiene más de 40 años funcionando para lo que realmente es su razón de ser, el disfrute de esos espacios para el esparcimiento y recreación de todas las comunidades, no solo de este sector, sino de muchos otros; sin embargo, la arrendataria, presume de que gracias a ellos el parque tomó vida, declaración que desmienten las representantes de los consejos comunales, quienes afirman que nunca han hecho mantenimiento al parque como un todo, concentrándose escasamente al área que tienen contratada.
La arrendataria, hizo una enorme parrillera “privada”, en un espacio público, es decir que no puede ser usada por los vecinos, en su propio espacio, violentó ordenanzas y leyes, pasó por encima del poder popular, y pretende privatizar los espacios públicos que son de todos y para todos.
Es fundamental señalar que los espacios públicos cuando son usados por la comunidad se convierten en espacios sociales, yel parque Quinimarí ha funcionado como un espacio público social durante más de 40 años.
Lo importante de esta denuncia, es que abre la posibilidad de parar a tiempo, estos intentos de privatización de nuestros espacios, esos espacios públicos sociales, defendibles, de los que hablaba Oscar Newman en su libro “Defensible Space”, en los años 80, de manera organizada y consciente por las comunidades de los diferentes sectores de la ciudad.Sobre esto, seguiremos hablando en nuestra próxima columna.
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