Opinión

Pasión por la Vida

11 de marzo de 2024

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Julieta Cantos

Muchos de los artículos -de años anteriores- de mi columna, los dediqué al tema de la basura, vinculados con la anarquía en la recolección de la misma, la necesidad de empezar a aplicar las 3R para su reducción, reciclaje y reutilización, su incidencia directa en el cambio climático y la necesidad de iniciar un proceso de educación desde las escuelas, las instituciones y las comunidades. Como siempre cuando hago una crítica, planteo soluciones posibles.

 Esos artículos pertenecían a tiempos anteriores a la pandemia, durante y post. Las reflexiones se daban en función de una ciudad anarquizada y contaminada, en tanto que el artículo de hoy trata sobre el mismo tema, pero con una visión diferente. Siempre que desarrollo un tema me informo, investigo y contrasto con nuestra realidad, por lo que dediqué parte importante de la semana en observar, preguntar y visualizar de manera integral el sistema aplicado a la ciudad para garantizar su salubridad.

Es innegable que San Cristóbal se muestra limpia y remozada, pero no tenía claro si esa percepción se concentraba en las rutas por las que circulo de manera regular, así que inicié un recorrido por toda la ciudad:

Barrio Sucre, Libertador, Quinimarí, Pirineos, Barrio Obrero, el Centro, Propatria, 23 de Enero, 8 de Diciembre, La Concordia, La Guayana, y pare de contar. Visité los sitios de concentración, que son los que producen mayor cantidad de acumulación de basura: Plazas, mercados, parques, canchas, centros de salud, arterias viales principales… la percepción era la misma: Una ciudad limpia. Casos aislados de basura acumulada y desperdigada, y concluí que hay un compromiso real por parte de la alcaldía con este proyecto de limpieza y reciclaje.

 Todo proyecto implica una programación. La construcción y ubicación de los receptáculos de basura, sean los módulos de clasificación y/o los contenedores de desechos orgánicos, exige presupuesto, y un estudio serio para la ubicación de los mismos. Determinar distancias equidistantes, mantenimiento de los receptáculos, zonas no abarcadas aún, etc. En el transitar por la ciudad pude percibir que los módulos se ubican en las bifurcaciones de las vías principales, y en plazas, parques y otros similares. Esos espacios en los que permanece más la gente y quedan adyacentes a viviendas, permitiendo la clasificación previa antes de su disposición final. Los contenedores de mayores dimensiones y por tanto mayor capacidad de almacenamiento se ubican principalmente en zonas de comercio y servicios. Pude constatar el mantenimiento de los mismos. Personal presente rescatándolos: lavando, lijando, pintando. La verdad, tenía mucho tiempo sin pasear por el centro sintiendo sus espacios limpios.

La realidad se impone cuando en un proyecto de este tipo se planifica la cantidad necesaria de receptáculos, pero el presupuesto impera y choca con la realidad. No se pueden instalar en todos los sectores por un problema de costos. El eterno dilema de lo que se planifica y lo que se hace ¿Y entonces, como toda la ciudad está limpia? En aquellos sectores en los que no visualicé ningún receptáculo, hablé con las personas que transitaban por las calles. Existe una programación para recoger la basura y cuando pasa el camión toca la bocina para que los habitantes la saquen. Esto evita que los desechos queden expuestos día y noche a fin de evitar el rompimiento de las bolsas por animales o escarbadas por indigentes. Se previó la solución alterna.

 Esta semana he sentido alegría… Muchas de las soluciones son básicas, sencillas, lo difícil siempre es implementarlas. Rescatar los espacios urbanos cuando han sido degradados y los habitantes van perdiendo su sentido de pertenencia no es fácil. El rescate de esos espacios debe partir de las cosas simples pero fundamentales para las comunidades: Luces para inducir mayor sentimiento de seguridad, limpieza de esos espacios, aceras para circular, habilitación de los espacios públicos de ocio y entretenimiento. Esto lo he venido observando. Esos criterios devuelven la dignidad, la apropiación de esos espacios.

 Y así como se puede observar el rescate de áreas mayores de instalaciones privadas: hoteles como el Tamá, restaurantes en la zona alta de Barrio Obrero, y otros que son un referente por sus dimensiones, ubicación y posible reactivación económica, también se puede percibir cómo esa dignidad recuperada hace que la gente local, en los barrios, se motiven a rescatar y habilitar sus propias viviendas para establecer comercios diversos, alquilar habitaciones, barrer sus calles, controlar su basura. Me topé por la zona de La Ermita, Barrio Obrero, Madre Juana, el Centro, con locales hermosamente decorados, sin la ostentación de lo grande, que van a surtir a esa población mediata cercana del que habita esos sus espacios. Se retoman las areperas, posadas, y pensiones con una atención y calidad superior a las de las cadenas, con costos realmente competitivos.

 Yo redescubrí esta semana al tachirense emprendedor, amante de su lar, luchador, cordial, que siempre hemos sido y que era nuestra tarjeta de identidad y que trataron de suplantarla con otros valores. La verdadera resistencia es la que se genera con el trabajo inteligente, consecuente, y permanente desde lo público y lo privado… Aun cuando lo privado sea de pequeña escala. Ver esos rostros que reflejan amabilidad, una fe serena. Lo que Stephen Crane denominaría “La superioridad de la satisfacción”.

Ahora bien, si se quiere dar permanencia en el tiempo a este “sistema básico” de rescate de los espacios urbanos, se debe vincular con la formación… siempre. San Cristóbal ya es un referente a nivel nacional del sistema de recolección de basura, pero hay que incorporar a los habitantes de los diferentes sectores de la ciudad, de las distintas comunidades, para que internalicen la importancia de la clasificación de los desechos. No dar charlas teóricas grandilocuentes, sino prácticas de cómo se clasifica ¿Una curita o un chicle deben colocarse con los plásticos? ¿El papel metálico va con vidrio y metal? Es agarrar una bolsa de cualquier casa, vaciarla y practicar. Los edificios pueden y deben en sus condominios orquestar con los órganos competentes talleres de este tipo. La alcaldía debe acercarse a sus comunidades, y aprender todos juntos…para que las soluciones permanezcan.

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