Julieta Cantos
La democracia participativa como sistema político, que es el que nosotros tenemos en Venezuela, requiere necesariamente de todos los sectores. Por eso es importante el reforzamiento de la institucionalidad, ya que es la que va a normar su funcionamiento, pero pareciera que quebrarla es lo que está de moda en el mundo, empezando por el Gobierno de EEUU con Trump a la cabeza. Todo gobierno necesita de una oposición formada, seria, responsable, que participe y analice con criterios claros y en torno al país y no a sus intereses individuales, para ayudar a fortalecer posiciones y acciones nacionales e internacionales, aún desde las diferencias. Es demarcarse unos de otros, en función de lo que son sus principios ideológicos, pero nucleándose en torno a lo que es correcto y beneficioso para el país y sus regiones. Y esto se logra solamente a través de la institucionalidad.
En Venezuela se realizó un importante evento electoral este pasado domingo 25 de mayo, en el que tomaron parte 36 organizaciones políticas en las elecciones regionales y parlamentarias, donde hubo una participación del 42,63 %, lo que determina el futuro político del país, tanto a nivel local como nacional, en un momento político decisivo.
Tanto el Gobierno como la oposición eligieron meticulosamente a sus candidatos y estrategias electorales, buscando redefinir las correlaciones políticas en las distintas regiones de Venezuela. El Gobierno vio estas elecciones como una oportunidad para fortalecer el liderazgo político y la constitucionalidad en diversos niveles, mientras los grupos de oposición se centraron en la supervivencia y la reorganización política, buscando consolidar posiciones y recuperar sus bases de apoyo.
Estas elecciones son particularmente cruciales, ya que su resultado influirá en la estructura y la dinámica de la Asamblea Nacional de Venezuela, el espacio más relevante para la representación parlamentaria. Dada la importancia de los cargos en juego, la votación del 25 de mayo se considera una mega elección que tendrá implicaciones duraderas en la gobernanza y las alianzas políticas. No obstante, y a pesar de esta realidad, una parte importante de la oposición, la que llaman “extrema”, convocó a la abstención, lo que para mí es un craso error. Si analizamos las diferentes y múltiples elecciones que ha habido en el país, mi conclusión es que cada vez que se han unido han ganado puestos y espacios importantes, pero una vez que llegan, no ejercen el poder de la manera adecuada, por no decir correcta, perdiendo nuevamente sus posibilidades de consolidarse como grupos políticos opositores con voz en el ámbito nacional. Los grupos más radicales de esa oposición tienen una mala interpretación en el ejercicio de la política, en la que manipulan información, tergiversan situaciones, convocan la intervención extranjera, terminan enfrentados y una vez más desencantan a sus electores, actuando en esta última confrontación electoral como desconocedores de nuestra realidad, dividiéndose aún más, y desconcertando a la población. Me imagino, no lo sé, que piensan es una manera de inhabilitar al Gobierno. Lo cierto es que han logrado lo contrario, perdiendo, repito nuevamente, espacios importantes desde donde consolidarse y pelear por lo que consideran debe ser su visión país. Lo cierto es que el abstencionismo electoral en Venezuela ha sido un fenómeno importante en la historia electoral y política del país, existiendo el primer anuncio de boicot electoral desde 1945 para las elecciones de 1946. Incluso Hugo Chávez y el MBR 2000 llamaron a la abstención para las elecciones generales de 1993 y las regionales de 1995, siendo que la convocatoria no fue la esperada por lo que Chávez se convenció de probar la vía electoral y consolidar la institucionalidad. Prácticamente todos los partidos de la oposición han boicoteado a las elecciones con terribles resultados. Solo hay que revisar la historia, lográndose en el 2018 abstenciones del 68 %. Lo que no se termina de entender, desde mi criterio, es que dirigir una empresa, un Estado, requiere la participación de todos, ya que, aunque se sea minoría, se fortalece y ejerce la discusión, y por lo tanto se consolida su piso político, a fin de avanzar.
Las proyecciones daban escenarios de participación limitados con niveles de abstención altos y una oposición fragmentada, fortaleciendo la ventaja del PSUV, y es lo que pasó con un 42,63 % de participación, en donde el oficialismo concentró el 82,68 %. No termina uno de preguntarse quiénes asesorarán a los opositores radicales y por qué no se sientan a analizar sus errores. A partir de ahora, corren 4 años para que todos –oposición y gobierno- desarrollen, ajusten, expongan sus proyectos de gobierno y planes de trabajo, para que organicen reuniones a fin de escuchar a la población e incorporar sus opiniones, para rectificar y ajustar sus líneas políticas
Si llevamos este análisis al Táchira, podemos observar que en un estado cuya tendencia histórica ha sido principalmente conservadora y opositora. Esa tendencia se ha venido revirtiendo. Sobre todo, porque los tachirenses somos trabajadores, pragmáticos, y con un gran sentido de adaptabilidad según las condiciones… Resilientes, dirían algunos. Y el recién elegido gobernador responde a estas características.
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