Opinión

Pausa y camino

13 de mayo de 2018

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La vida en su constante devenir colmado de pliegues y vaivenes, abre posibilidades, traza rutas, alumbra proyectos, dilucida opciones y nos empuja a asumirlos e igualmente, en no pocas ocasiones, nos impone acortar el paso o simplemente, parar para ordenar el tránsito. Mas estos no constituyen momentos de decepción o abandono, sino lapsos para mitigar el peso agobiante de los compromisos y las responsabilidades, como también de revisión, de ordenamiento y claro, del descanso para refrescar sueños, proyectos e ilusiones, infalibles energizantes en medio de la bruma de las horas que transcurren. Por allí andan las razones de la ausencia de estas letras semanales en este medio, pero igualmente, asoman las que nos llaman a retomar la travesía de la conversación acerca del tema educativo y sus múltiples aristas.
Cumplido el respiro es entonces tiempo de volver al camino a sabiendas de que no siempre es expedito y en no pocas ocasiones el desaliento saltará de cualquier recodo. La relevancia del tema educativo que nos ocupa, no solo permanece sino que alcanza condiciones de emergencia en medio de la turbación que copa las circunstancias convulsas instaladas en el planeta. En ellas la educación tiene mucho que hacer y aportar desde todos los ámbitos, en cualquier momento o circunstancia y también desde la institución escolar.
La educación como elemento básico de la formación de la humanidad tiene que ver con las cosmovisiones, concepciones, pareceres, valoraciones e igualmente, acciones, actuaciones y desempeños en los más disímiles tiempos y espacios. Por ejemplo, si a alguien se le ocurre contrarrestar la calamidad ecológica del planeta y el peligro de su colapso, la mirada sin duda deberá dirigirse hacia la educación; si se plantean las condiciones difíciles para la convivencia pacífica en el mundo, con toda seguridad surgirá el necesario apoyo de la educación como condición fundamental para amainarlas; si se plantea el imperioso desarrollo científico y tecnológico de las naciones pobres del mundo como vía para lograr condiciones de equidad y paz, la exigencia apuntará hacia la educación por encima de otros factores; si se impone la actualización de los procesos de formación conforme a los nuevos paradigmas científicos, la mención de la educación es unánime; si se aspira a la construcción de una sociedad solidaria centrada en elevados valores y despegada del delirio consumista, allí debe estar la educación como componente esencial. Y así serían interminables las circunstancias en que la acción educativa debe ocupar sitio preferente en nuestras sociedades.
El debate, la confrontación de ideas acerca de la educación y sobre todo, la habilitación de fórmulas y caminos para la transformación del agotado sistema escolar, siguen teniendo vigencia y urgencia. No hay posibilidades de construir un nuevo país con base en un modelo educativo obsoleto, caduco, no pertinente, con opciones de enseñanza y aprendizaje totalmente distanciados de la realidad cultural y social en la que transcurre la vida de nuestros niños, jóvenes y adolescentes. Transformar el modelo educativo actual es una exigencia no solo de la institución escolar, sino de la sociedad toda y el tiempo presente.

Gustavo Villamizar D.

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