Humberto González Briceño
A quienes proponemos en forma activa no votar como respuesta a la situación política que vive Venezuela, siempre se nos pregunta en tono acusatorio: ¿Y tú qué propones? Más que el genuino interés de conocer y explorar otras opciones a la gastada tesis electoral, lo que en realidad se busca es presentar a esta como la única opción posible porque, aparentemente, no hay más. Los más moderados dirán “por lo menos votemos mientras aparecen otras opciones y para no quedarnos de brazos cruzados ¡Votemos aunque votar no nos lleve a ninguna parte!”
En el pasado hemos explicado que la tesis de no votar no es gratuita ni improvisada. Esta posición parte del reconocimiento de una realidad material que nos evidencia una y otra vez que mientras quien organiza las elecciones cuenta los votos y adjudica los resultados sea la misma persona (o el mismo grupo), el resultado será invariablemente el mismo.
El hecho de que sean operadores del PSUV quienes actúan instalados en todos los poderes públicos no deja ningún margen para establecer condiciones y garantías electorales y menos aún para cuestionar o auditar unos resultados. Entonces votar en esas condiciones equivale a convalidar un sistema electoral con la vana esperanza de que quienes lo manejan algún día van a decidir en contra de sí mismos.
Alguien sugirió que aun con todo el ventajismo oficialista y sin posibilidades reales de una elección transparente vale la pena ir a votar si el voto es parte de una estrategia para movilizar a la sociedad en torno a un candidato y a un programa político de lucha, sin importar el resultado electoral final. Algo así como el papel de la candidatura simbólica de Rómulo Gallegos por Acción Democrática en 1947.
El problema es que la falsa oposición venezolana está empeñada en presentar un mero programa de gobierno en lugar de una propuesta política que sea la antítesis del chavismo. Por esta vía siempre terminarán pareciéndose a su supuesto adversario y tendrán una gran dificultad para diferenciarse de él.
Tampoco es cierto que votar en estas condiciones, mejor dicho sin condiciones ni garantías, es lo único que políticamente se puede hacer frente al Estado chavista. La recuperación de los sindicatos, gremios y centros de estudiantes permitiría el rescate de verdaderos espacios de lucha social que, por abandono, les fueron cedidos al chavismo.
El reclamo reivindicativo de los miembros de estas organizaciones se puede transformar progresivamente en un reclamo social de un contenido más amplio e inclusivo que toque a todo el conjunto social y trascienda lo estrictamente gremial, tal como la escasez de comida, la devaluación y hasta la pérdida de libertades individuales.
Además de los sindicatos hay otras instancias, tales como las universidades autónomas, las academias y cualquier otro espacio público desde el cual se pueda organizar la sociedad para luchar y resistir contra el chavismo.
Una de las razones por las cuales el chavismo parece no tener contrapesos es precisamente por el desmantelamiento institucional y la ausencia de organizaciones sociales en Venezuela. Los partidos políticos con sus tesis colaboracionistas y cohabitadoras han fracasado en estos veinte años como alternativa al chavismo y carecen de la fuerza y la credibilidad para convertirse en los referentes de la lucha política y social.
Hay muchas otras cosas que se pueden hacer en lugar de abonarles esperanzas a las fantasías electorales con un voto que no ha resuelto ni resolverá la dramática crisis política que vive Venezuela. Pero son iniciativas que requieren consistencia en el tiempo y siempre estarán enfrentadas con el cortoplacismo de la falsa oposición venezolana.- @humbertotweets