Opinión

Repelencias 505

27 de abril de 2024

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Carlos Orozco Carrero

Continúan los vecinos de La Ermita trabajando en pro de su comunidad. Es bueno observar cómo la gente que quiere su entorno de vida busca calidad y agrado apenas al salir de sus hogares. Es un ejemplo para todos este esfuerzo, agradecido por vecinos y visitantes al lugar de esta zona de nuestra ciudad cordial.

Todavía hay gente que se pregunta si allá, por los años 1953, subió una enorme aplanadora por la calle de La Barranca a altas horas de la noche, Es historia viva con dos testigos de enorme capacidad para la bohemia entrelazada con poesía y acordes de guitarra en valses y bambucos. Benedicto Orozco, panadero de preparación exquisita, oriundo de La Grita, y Pablo Mendoza R, sastre y compositor de la canción más hermosa que se haya escrito a la tierra linda del Uribante. También eran eminencias para entrarle de lleno a alguna bebida en horas de frio en aquella habitación donde vivían juntos. –Carlos Gilberto, dijo mi padre. -Empezamos a sentir que las paredes de la vieja casa se desarmaban y un estruendo ronco subía por la mitad de la calle. -Ajustamos la tranca contra la puerta y nos santiguamos para alejar entes malignos del lugar. –Mejor no les cuento más sobre esa noche tenebrosa en Pregonero. Tal vez la fe de estos dos amigos no dejó que esta manifestación se repitiera en el pueblo que ha visto y sentido de todo como para amanecer en un velorio con un cigarrito, miche, chimú y una carne mermada con yuca venosa. Pendiente con esta charlonería que pone los pelos de punta, cariños.

Ahora la pelea en casa de mis tíos es por algo rufo. Si, Melquiades tiró algo al piso y empezó a refunfuñar. – ¿Qué es lo que pasa? –Resulta que este viejo tiene los bolsillos de los pantalones muy rotos no quiere usar una bolsita de kaki que le hice para que metiera las llaves de la casa. Parecen navajas y a mí me toca coserlos cada rato. –Yo no voy a usar esa pendejada, caramba. -Eso es para que donde José Mario me agarren de cajita y me apliquen lo que hacen siempre a casi todos allá. Tiene razón mi tío esta vez.    

Eso de jugar ludo dentro de un campo deportivo donde se disputan encuentros de pelota caliente, es un peligro, señores. Resulta que en el estadio José Ramón Sánchez Mora de la población de Pregonero se escenificaba un desafío deportivo entre Los Aliados de La Grita y El Deportivo Uribante con todas sus estrellas. Beisbol del mejor en el Táchira entre las dos novenas que esperaban el último inning para entrarle de lleno a un sancocho suculento, aliñado con algunos kerosenes propios de la localidad. Ante un lleno impresionante de espectadores y en un espacio tan propicio para jugar cualquier cosa, Lindolfo y Agripín decidieron jugar una partida de ludo justamente detrás de la tercera base dentro del campo deportivo. Pusieron la tablita y empezaron a lanzar el dado de la suerte, mientras el juego de pelota se desarrollaba normalmente. Lindolfo lanzó el dado y cayó con las pipitas negras completas. -Sena, grito el jugador. Tomó la ficha y contó hasta que llegó al sitio de corona. –Doble tiro…Doble tiro. –Por qué doble tiro, protestó su contrincante. -Porque un tiro con sena y otro por corona. Se armó la discusión debido a que la apuesta alcazaba un mediecito que serviría para un fresco de leche donde Don Ignacio y una mestiza donde Polo.  Lindolfo tenía ambas monedas en su mano. De repente, una trepidante línea de foul salió del bate de Carlos Márquez, extraordinario receptor uribantino. La pelota dio en toda la espalda de Lindolfo sin que Agripín se diera cuenta del batazo. El muchacho salió corriendo por el jardín central rumbo a su casita. Todos los jugadores corrieron detrás de él para auxiliarlo en su dolor. Agripín solo atinó a decir –Bueno, doble tiro, pues. Nunca supo por qué corrió su compañero de juego aquella tarde de béisbol montañero.

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