Opinión

Rostros y rastros de la minería del carbón

16 de julio de 2025

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Mario Valero Martínez

No sería insensato imaginar algunos escenarios en la geografía andina venezolana para un futuro no tan lejano. Las exploraciones de carbón expandiéndose con solemnidad, las excavaciones horadando la tierra a paso de vencedores, en sus entornos las condiciones del hábitat desnaturalizadas y extinguidas sus verdes gamas ambientales; la vida humana desplazada de sus ámbitos construidos habituales o en permanente amenaza contaminante y esos lugares del territorio reconfigurados en degradantes y degradadas tonalidades de grises oscuros, rostros de los paisajes agrestes que caracterizan a las zonas del extractivismo minero; en sus perímetros las vallas exhibiendo otras toponimias “honrando” a próceres nacionales o “héroes” regionales y las infaltables alusiones a la sostenibilidad ambiental y el ecodesarrollo. No es un ejercicio del imaginario lo que se propone en este párrafo, tampoco una ficción geográfica, en cierto modo estas imágenes reflejan las realidades derivadas de la extracción de carbón y proyectan al unísono, la inquietud sobre los megaproyectos mineros y las concesiones otorgadas para la explotación de nuevos yacimientos. También exteriorizan preocupaciones en tiempos en que las investigaciones científicas sobre el ambiente y el cambio climático, profundizan en los graves perjuicios causados por la minería del carbón; y avanzan los acuerdos a escala internacional para la progresiva y rápida eliminación de este mineral como fuente energética.

En las fronteras de Venezuela y Colombia se hallan suficientes ejemplos que dan cuenta de los efectos, las afecciones y los conflictos generados alrededor de estas actividades extractivas. Son incontables las denuncias que apuntan al impacto causado al ambiente, variando en su localización y los métodos utilizados en la explotación subterránea o a cielo abierto. En cualquier caso, los rastros dejados implican degradación de suelos, destrucción de la vegetación, contaminación atmosférica, toxicidad del agua y sus repercusiones en la salud de los habitantes de los entornos inmediatos; y no son pocos los casos que añaden las conflictividades derivadas de presiones y apropiaciones de los territorios de las comunidades aledañas a las zonas mineras.

En escalas globales, los estudios especializados han comprobado rigurosamente que la explotación del carbón libera gas metano, un componente gaseoso presente en los yacimientos de carbón, considerado un potente contribuyente al efecto invernadero, así como del 40 % del dióxido de carbono generado por combustión, por lo tanto, afectando al cambio climático. Igualmente se señala que toda la cadena de valor asociada al carbón, es decir, extracción, procesamiento, transporte, almacenamiento y uso, están vinculadas a las emisiones de gas metano; lo cual es responsabilidad humana. Con sobradas razones se indica que la minería del carbón no significa progreso.

Frente a este panorama, avanzan los esfuerzos internacionales para estimular la eliminación progresiva del uso de carbón como fuente de energía y el proceso de sustitución por las llamadas energías limpias. Una de las iniciativas más significativas gira alrededor de la Alianza para Superar el Carbón, impulsada por Canadá y Gran Bretaña, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP23) del año 2017, y ya cuenta con 165 miembros que integran a países, regiones, ciudades, empresas e instituciones comprometidas con este gigantesco e imprescindible propósito, todos, como se señala con frecuencia, en correspondencia con el esfuerzo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura global a 2º C en el presente siglo para el calentamiento global.

En el año 2015 el Reino Unido se comprometió a eliminar la energía del carbón para el año 2025, Canadá, considerada pionera en este tema, en 2016 trazó un plan para eliminar la energía de carbón para el año 2030. Otros países han presentado planes a más largo plazo. La cuna de la Revolución Industrial, Inglaterra, anunció el 30 de septiembre de 2024 el cierre de su última central eléctrica del carbón, finalizando, asimismo, el uso de este mineral para la producción de electricidad. Vaya paradoja, por esas fechas se anunciaron en nuestros entornos, la creación de complejos mineros carboníferos. Tal vez habrá que insistir en que la explotación del carbón no genera progreso. El ser humano y sus paisajes importan. @mariovalerom

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