Francisco Corsica
En el bullicioso escenario del metro de Caracas, se gestan muchas conversaciones interesantes. Ciertamente, es un sitio que revela dos caras de una misma moneda: todo tipo de personas, viviendo toda clase de situaciones —divertidas, tristes, reflexivas, pintorescas— en un entorno muy golpeado por la crisis. Hasta ahora, los trabajos de mantenimiento se han encargado de mejorar el aspecto físico, pero el servicio sigue siendo de dudosa calidad.
Una conversación se cuela entre quienes fuimos los usuarios en un día y en una hora determinada. Encapsula la desgarradora realidad que enfrentan muchos adultos mayores en su búsqueda de oportunidades laborales en la era digital. Un padre, con el rostro marcado por los años y la mirada cargada de experiencia, comparte con su hijo una confesión que revela las frustraciones y desafíos a los que se enfrenta en el mercado laboral actual.
A pesar de décadas de dedicación, los años de preparación académica y de campo, y de la sabiduría acumulada, se encuentra excluido y marginado, debido a su incapacidad para adaptarse a la tecnología moderna, una barrera que obstaculiza su participación plena y activa en la fuerza laboral. “Es muy difícil competir para mí. Cada día hay una forma nueva de hacer las cosas, más rápida y automatizada”, decía.
“He intentado ser contratado en muchos sitios últimamente, pero en todas partes me han rechazado. Siempre se quedan con un joven, el que hace entregas digitales y presenta varias propuestas en lugar de una”, continúa el veterano. “Lamentablemente, me quedé en el mundo físico y en solo hacer un par de propuestas”, se lamentaba. Finaliza su desahogo así: “No me ha quedado más remedio que dedicarme a otras cosas para subsistir. Asuntos donde la tecnología no me ha sido impedimento”.
La situación en Venezuela, inmersa en una crisis política, económica y social sin precedentes, añade una dimensión más sombría a esta problemática. Los adultos mayores, que dependen en gran medida de las pensiones y las jubilaciones para sobrevivir, se ven obligados a buscar empleo para complementar sus ingresos y hacer frente a la inflación desbordada y el colapso de los servicios públicos.
Tratar la precariedad de los salarios, las pensiones y las jubilaciones en este país es algo redundante. En todo caso, lo ideal sería que las personas mayores y quienes ya han aportado años de esfuerzo y conocimientos al desarrollo nacional puedan disfrutar de los frutos de su cosecha. Dicho en otros términos, que sus pensiones y jubilaciones alcancen para que tengan una vejez digna y sin mayores contratiempos.
Sin embargo, para aquellos que desean seguir contribuyendo con la sociedad, se enfrentan a un mercado laboral cada vez más competitivo y exigente, donde las habilidades tecnológicas son un requisito fundamental para acceder a oportunidades dignas y bien remuneradas. La tecnología llegó para quedarse, y no parece una opción sensata aislarse de ella.
Claro, así como se dice una cosa, se dice la otra. Este fenómeno no es exclusivo de Venezuela, sino que se extiende como una sombra ominosa sobre la mayoría de los rincones del mundo. El avance acelerado de la tecnología ha transformado radicalmente el panorama laboral, creando nuevas oportunidades, pero también dejando atrás a aquellos que no pueden seguir el ritmo.
Los adultos mayores, con su vasta experiencia y conocimientos, se encuentran en desventaja frente a una generación joven que ha crecido inmersa en la era digital y domina las herramientas tecnológicas con facilidad. Semejante ventaja hace posible que, incluso, sean capaces de realizar más tareas en menos tiempo. Dicho en otros términos, la tecnología optimiza el trabajo.
Es importante reconocer que muchos adultos mayores no tienen acceso a la formación necesaria para adaptarse a este nuevo paradigma tecnológico. Puede ser que no hayan nacido en la era digital, pero sí podrían aprenderla y adaptarse a ella. La brecha digital se convierte así en una grieta profunda que separa a los ancianos del acceso equitativo al mercado laboral y limita sus oportunidades de empleo y crecimiento profesional.
Visto ello, se torna urgente que los gobiernos, las instituciones educativas y las empresas implementen programas de capacitación y formación en tecnología, accesibles y adaptados a las necesidades específicas de este grupo demográfico, brindándoles las herramientas y habilidades necesarias para competir en el mercado laboral actual. Todo indica que ser profesional no es suficiente en estos días.
Sin embargo, la responsabilidad de abordar esta problemática no recae únicamente en las instituciones públicas y privadas. La sociedad en su conjunto debe replantear su percepción sobre el valor y la contribución de los adultos mayores en el ámbito laboral. Su experiencia y sabiduría son activos enriquecedores que merecen ser reconocidos, valorados y aprovechados en su plenitud.
Además, es crucial reflexionar sobre el impacto humano de esta exclusión laboral. La pérdida de empleo en la vejez no solo conlleva repercusiones económicas, sino también afecta la salud física, emocional y mental de quienes se ven implicados. La sensación de inutilidad, la falta de propósito y el aislamiento social pueden desencadenar problemas de depresión, ansiedad y baja autoestima, perpetuando un ciclo de desesperanza y vulnerabilidad.
Todo ello debe ser combatido de la mejor manera posible. No es cierto que estas personas ya no sean útiles a la sociedad. Es fundamental brindar apoyo emocional, social y psicológico a los adultos mayores desempleados, reconociendo y valorando su dignidad, su autonomía y su contribución continua.
En última instancia, la exclusión laboral por motivos de edad es una injusticia que debemos abordar con urgencia y determinación. Es imperativo construir una sociedad que reconozca y valore la diversidad de experiencias, habilidades y talentos que cada individuo aporta, independientemente de su edad. Solo así podremos aspirar a un futuro donde la juventud y la experiencia se entrelacen armoniosamente en beneficio de todos, construyendo una sociedad más justa, equitativa y sostenible para las generaciones presentes y futuras.