“Mi visita al Táchira es para elevar la motivación a votar el 28 de julio”
18 de mayo de 2024
Francisco Corsica
La situación eléctrica en Venezuela ha sido un auténtico dolor de cabeza para sus habitantes. Durante años, todo el territorio nacional ha enfrentado graves problemas en su sistema eléctrico, lo que ha afectado la calidad de vida de millones de personas. En particular, aún persiste el recuerdo del amargo trago que representó el apagón general ocurrido en 2019, pues dejó en evidencia que la sociedad venezolana estaba tocando fondo.
Sin embargo, este bochornoso incidente no fue un caso aislado. ¡Ya quisiéramos que lo fuera! En realidad, al revisar diversos datos, el problema ha persistido desde entonces, con altos y bajos. Asimismo, existen regiones del país donde se reportan más problemas que en otras. Para esta fecha, parece que no importa mucho dónde se resida, ya que el problema se ha agravado en los últimos meses, según las cifras ofrecidas por el Comité de Afectados por Apagones.
En lo que va del 2023, el número de cortes ha aumentado significativamente, pasando de 3.296 en enero —que ya era preocupante por sí solo— a 10.013 en mayo. ¡Más del triple en solo cinco meses! Este alarmante incremento representa un promedio de más de 330 fallas diarias en el suministro de energía, evidenciando las deficiencias del sistema en su conjunto y su incapacidad para satisfacer las necesidades básicas de la población.
¡Qué lamentable escribir en estos términos! No solo por los servicios básicos, sino por la situación en general. El año pasado, a pesar de las dificultades, muchos venezolanos comenzaron a experimentar un destello de esperanza, debido a la dolarización y al fin de la hiperinflación. Fue difícil no contagiarse, ya que era como ver un rayo de luz al final del túnel. Sin embargo, resultó ser efímera. Vino y se fue sin previo aviso.
Y para muestra, un botón. A estas alturas, sería absurdo negar que la sociedad venezolana enfrenta un problema profundo y complejo, que va más allá del suministro de luz eléctrica. Además, uno de los aspectos clave al abordar esta situación es la falta de una solución inmediata. Se requiere una considerable inversión de tiempo, esfuerzo y recursos económicos para lograr una recuperación integral. No se trata de una tarea sencilla, que pueda ser resuelta de manera rápida o superficial.
¿Por qué debería considerarse como una prioridad la recuperación del sistema eléctrico nacional? Muy sencillo: este servicio tiene un impacto directo en todos los aspectos de la cotidianidad. Sin quitarles méritos a los demás, sin electricidad, las bombas de agua no funcionan, lo que dificulta el acceso al agua potable. Además, los centros de salud dependen del suministro eléctrico para mantener sus equipos médicos en funcionamiento, lo que compromete la atención médica y pone en riesgo la vida de los pacientes más graves. Solo por citar dos ejemplos.
Igualmente, y entrando en el plano económico, las fallas de luz impiden la realización de múltiples actividades. Como los mismos economistas han sugerido, la falta de energía redunda en la interrupción en la cadena de suministro, la paralización de la maquinaria y la imposibilidad de mantener las operaciones comerciales. Por si fuera poco, su ausencia desalienta la inversión extranjera, ya que las empresas ven un alto riesgo para desarrollar sus negocios en un entorno donde ni siquiera tienen la certeza de que podrán encender un bombillo.
Hasta este punto, no deberían quedar dudas de que las fallas de luz representan un obstáculo gigantesco para el progreso del país. La infraestructura eléctrica deficiente limita el crecimiento económico y la creación de empleo. Además, afecta la calidad de vida de la población, al impedir el acceso a servicios básicos, como la iluminación en los hogares, el funcionamiento de los electrodomésticos y la conectividad a internet. Estos factores dificultan el desarrollo de habilidades y conocimientos, lo que a su vez retrasa el avance educativo y tecnológico del país.
Todos los expertos han insistido en que el principal motivo de su colapso se debe a la falta de mantenimiento, por múltiples razones. ¿Cómo dudarlo, si la UCV se estaba cayendo a pedazos hasta hace no mucho? Y eso que se trata de un sitio que es Patrimonio de la Humanidad, declarado así por la Unesco. Si en aquel entonces se derrumbaban los techos de los pasillos y se caían los ascensores, ¿qué quedará para las demás obras, destinadas a otros fines? Aquello era solo un pequeño reflejo de algo mayor que se vivía en todo el país.
Con todo lo que pueda decirse, y aunque se esté presentando cierta zozobra en las calles ante un eventual nuevo apagón general, sería difícil predecir este último. Escuchar a la gente especular sobre esta posibilidad pone la piel de gallina. Aquello que ya parecía quedar en el pasado, como el triste recuerdo que de hecho es, regresa acechando como un fantasma, y coloca sobre la mesa la idea de que este es un país que podría quedarse a oscuras de nuevo, si no se hace lo necesario para evitarlo. En serio, es alarmante. ¡Ojalá que no suceda de nuevo!
Para concluir, es evidente que la crisis eléctrica requiere una atención urgente. Recuperar, modernizar y diversificar las fuentes de energía es fundamental. Lo mismo sucede con el mantenimiento de las respectivas instalaciones. El aumento del número de fallas durante los últimos meses ciertamente es una pésima noticia, pero también debe ser tomado como un recordatorio de que quedan muchas cosas pendientes por hacer, en un país que debería estar construyendo un futuro brillante y evitar quedarse anclado en el pasado.
Padrino López alerta sobre «peligrosas» declaraciones de Carlos Vecchio
18 de mayo de 2024
Lo más visto
