Regional

A un mes de la cuarentena, en Táchira la incertidumbre sigue

20 de abril de 2020

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A un mes de la cuarentena en el Táchira hay un parte que no podemos apresurarnos a catalogarlo de victoria: cuatro casos confirmados de Covid-19 y 0 fallecidos, de alrededor de 70 sospechosos.

Y si bien circunstancias relacionadas con el orden público, crisis en el transporte, en los servicios públicos, e incluso razones económicas, ya nos habían «acostumbrado» al resguardo tempranero en casa, y a aprovisionarnos de reservas, “por si las moscas”, conforme pasaba el primer día de cuarentena, el 16 de marzo, las cosas se iban perfilando distintas.

Una situación que dio un viraje radical de un día para otro, y cambió nuestras costumbres más íntimas relacionadas con nuestra vestimenta, nuestra higiene, nuestra manera de relacionarnos entre las personas, de comerciar, de recibir educación, del modo como nos informamos, etc.

Hoy más que nunca hemos estado conectados con el mundo, especialmente a través de los medios de comunicación; pero paradójicamente nos hemos visto obligados a aislarnos de él, más aún aislarnos entre los tachirenses mismos teniendo que apartarnos, al menos físicamente, de familiares, amigos y compañeros de trabajo.

Resolución inmediata de un dilema

Todo cambió cuando el Gobierno nacional tomó las previsiones necesarias en una hora en la cual, otros países seguían en el dilema de declarar o no la cuarentena, y otros experimentaban dramáticamente la expansión del coronavirus, con el costo de vidas humanas.

Han sido cinco semanas que para muchos pudiera haber sido más de lo mismo, más tedio e incertidumbre, mientras que para otros, están marcadas de hechos clave como: el anuncio de los primeros casos en el estado, implementación de la cuarentena, severidad en el régimen de apagones, las protestas por supuesto uso de escuela para el albergue de venezolanos de retorno, y el traslado de los mismos a sus respectivos lugares de residencia original, entre otros temas.

Pero esta  cuarentena se implementó en el Táchira en medio de circunstancias complicadas, casi endémicas, que se han arreciado y confabulado: una serie de elementos adversos, entre los que se destaca, una economía de sobrevivencia, sustentada en la moneda extranjera; el alto costo de la vida; la escasez de combustible; y los prolongados cortes en servicios públicos como el agua y la luz.

Factores denunciados por muchas personas que si en cierta manera se podría considerar en contra de la cuarentena, incluso poniendo en riesgo su efectividad, en otros contribuirían a su resguardo.

La economía el dilema

Mientras en otros países se trató de que las actividades productivas se desarrollasen en paralelo con la implementación de medidas sanitarias preventivas de seguridad, higiene y atención médica; en Venezuela la orden, que al menos en el estado Táchira ha sido cumplida en casi un 90%, ha sido que únicamente sectores prioritarios de la economía se mantengan activos, especialmente los relacionados con la generación y distribución de alimentos, así como con la salud.

En este sentido, desde la primera semana, supermercados, y grandes ferias de víveres y verduras, que en San Cristóbal se concentran en el Centro, La Ermita, La Concordia, y Los Pequeños Comerciantes, han sido las áreas críticas de concentración de la población.

A ese sector se ha incorporado una economía de subsistencia dispersa por todo el estado, y que ha hecho que cada hogar pueda operar como micro tienda, en la búsqueda principalmente de un recurso en moneda en pesos o en dólares, precisamente para la supervivencia en tiempo de cuarentena.

Y si bien muchas empresas tuvieron que cerrar sus puertas; no todas se han resignado a cesar sus actividades, y han apostado por el teletrabajo, en vez de estar entregadas a la total improductividad. Pero esta opción ha sido asumida, especialmente por el sector servicios y telecomunicaciones, aunque ya restaurantes y abastos están  incluyendo a su oferta el delivering, o entrega a domicilio.

No obstante desde la primera semana, el horario de los establecimientos, y las ventas callejeras, estar ya restringido hasta las tres de la tarde; a partir de la segunda semana, acatando lineamientos nacionales, se hizo obligatorio el cierre al mediodía, exigencia que los organismos de seguridad en ronda a pie o en vehículo, han hecho respetar, lanzando advertencias incluso a través de altavoces.

El desabastecimiento crónico de combustible ha paralizado el transporte público, con una que otra unidad operando en rutas urbanas y suburbanas, a excepción de la empresa Transtáchira, que prácticamente ha asumido gran parte del servicio, e incluso ha desempeñado delicadas labores especiales, en el traslado de personal de seguridad y salud, así como el de los venezolanos de retorno, varados en plena raya limítrofe.

Los mototaxis, y una que otra unidad taxi, ha prestado el servicio, a precios que se han elevado, como los del transporte urbano que ya llegó a los 10 mil bolívares. Pero también el desabastecimiento ha empujado la gasolina en los mercados negros, a valores nunca antes conocidos, rodando la pimpina los 150 mil pesos.

En el marco de esta economía, la tenencia de moneda extranjera, sea pesos o dólares, ha marcado la diferencia entre tener o no solvencia para cubrir la canasta básica.

Apenas si algunos cajeros automáticos en algunas instituciones bancarias, en los primeros días proveían de efectivo a sus clientes; y con buenos ahorros y/o ingresos, con salario o remesas del exterior, siempre y cuando la luz y la internet no se interpongan, es posible cancelar con tarjeta débito. Sin embargo, una nada despreciable inflación en pesos, y una devaluación del bolívar, llena de incertidumbre los días por venir de una cuarentena, pautada para un mes más.

Covid-19 a raya

Puesto todo un estado en guardia contra el avance del Covid-19, a diario tanto la Gobernación, como el Ejecutivo nacional, han dado parte diariamente de la batalla contra la pandemia, una batalla que ha convertido a rivales políticos en aliados,  incorporando a su vez a otros, como la Gobernación del Norte de Santander.

Esta misma batalla ha fusionado organismos de seguridad y emergencia como la PNB, la GNB, Politáchira, policías municipales, Faes, y Protección Civil, en un solo cuerpo, que no solo han tenido que desempeñar las labores que le son propias, sino de orientación a la ciudadanía, especialmente para vencer la resistencia a mantener el distanciamiento en colas, y el descuido en el uso del tapaboca, y en la tarde y la noche, asegurarse del irrestricto confinamiento en los hogares.

Finalizada la primera semana parecía que el estado Táchira iba sostener su invicto, hasta que el domingo 23 desde Caracas, se anunció un aparente primer afectado por el virus, de un tachirense que había participado de una fiesta en Los Roques.

Descartado este caso, el alivio apenas se extendería hasta el comienzo de la cuarta semana,  cuando la ministra Delcy Rodríguez reportaría dos casos en el Táchira, detallados por la gobernadora Laidy Gómez, uno de los cuales, del municipio Guásimos, en análisis posterior, sería reportado negativo.

Las alarmas se encienden, no obstante, días antes con el fallecimiento en Cúcuta, de una residente de El Garrochal, cuyos vínculos con el Covid-19 no han sido aclarados, conllevaría a que tanto en San Antonio, como en Ureña, recrudeciera la cuarentena, al punto de declararse el toque de queda.

A esto también contribuiría el hecho de que un importante contingente de venezolanos desde Cúcuta regresara de Ecuador y Colombia, huyendo del Convid-19, y sus consecuencias, al quedar en muchos casos sin viviendas y sin empleo.

A cuentagotas el total de infectados por el coronavirus, en su quinta semana llegó a 4, cifra muy por debajo a otros estados del país; pero que en ningún momento tranquiliza, siendo los casos  recientemente admitidos oficialmente,  han correspondido a los municipios San Cristóbal, García de Hevia, Fernández Feo y Bolívar.

Esa lucha contra el Covid-19 no se ha encerrado en las redes ambulatorias estadales y nacionales, que han recibido el apoyo logístico y material de organismos internacionales, y del Ministerio de la Salud, el cual incluye pruebas rápidas de Covid-19. La estrategia contra la pandemia ha salido a la calle, en un proceso de desinfección por aspersión en el que han participado funcionarios de Protección Civil y Cuerpo de Bomberos.

Preocupados por lo que pasa allá

Como en tantos momentos del acontecer nacional, la región fronteriza no iba a perder su protagonismo en medio de la crisis ocasionada por el Covid-19.

Uno de los efectos para muchos más sensibles de la cuarentena, fue el “distanciamiento” del departamento Norte de Santander con el estado Táchira, muy relativo en tanto el cierre casi definitivo de los puentes internacionales, fue suplido por el paso por las trochas, bajo vigilancia de los organismos de seguridad de los dos países.

Ese tránsito por los caminos verdes, en un principio avivaría la aprehensión por parte de muchos tachirenses, que veían en los mismos la vía de entrada del Covid-19, alimentada por las no muy halagüeñas, nuevas de las localidades vecinas colombianas, donde se confirmaron varios casos y muertes. No obstante, algo más preocupante estaría por ocurrir, con el retorno de más de 3 mil venezolanos, que ameritó una rápida reacción del Gobierno nacional, envuelta entre rumores y polémicas.

Al frente de estas labores está el Defensor del Táchira, Freddy Bernal, quien tomó la voz en el asunto, desde el primer momento en que a lo lejos, se avistaba el tropel de connacionales, en algunos casos movilizándose en autobuses y en otros a pie. Desde la instalación de los primeros campamentos, Bernal ha respondido a través de su programa radial, y su cuenta de Instagram, las inquietudes de la población sobre dichos asentamientos, y las medidas que se han adoptado para que los mismos no se convirtieran en foco de epidemia.

Esas inquietudes se convirtieron en temores, y los temores en protestas provocando que en pleno Viernes Santo, se produjera una virtual ruptura de la cuarentena, cuando en algunas comunidades se procediera a cerrar, soldando sus puertas o con cadenas y candados, y vigilar las entidades educativas, a donde supuestamente serían trasladados los venezolanos en retorno. Pocos  se mostraron solidarios con sus compatriotas.

Al final, luego de Semana Santa,  se decidió habilitar las instalaciones deportivas de Pueblo Nuevo, como refugios, de los 18 que operaron en todo el estado, que brindó cobijo a venezolanos de todas partes del país, a quienes una vez descartados en ellos la presencia del Covid-19, trasladados en autobuses y aviones militares y comerciales, a sus respectivos estados, en una acción a gran escala de reubicación, catalogada por Bernal, como la más grande, desde la ocurrida luego del Desastre de Vargas, evitándose así de manera oportuna el hacinamiento en tales refugios provisionales.

Con una frontera cerrada, desde las altas instancias hasta la más íntima entre familiares separados por la distancia, Norte de Santander y el Táchira han estado en permanente comunicación. Con cierta alarma, en tanto la incidencia del Covid-19 ha sido más fuerte del lado colombiano, lo que ha obligado a muchos nortesantandereanos a una reclusión más rigurosa.

Un fenómeno curioso e inquietante, a finales de marzo, que hizo caso omiso de fronteras, ha sido una singular calina que cubrió la ciudad de Cúcuta, cuyo origen no se ha determinado a ciencia cierta, aunque se especula que se deba a los incendios forestales, o la combustión de carbón en algunas fábricas.

Servicios públicos el dolor de cabeza

Por encima de los efectos psicológicos y económicos que implican la cuarentana, lo que la población ha considerado más grave ha sido la agudización de los cortes energéticos y de las telecomunicaciones, precisamente en momentos en que más se requiere del idóneo funcionamiento de estos servicios.

A esto se suma, a los racionamientos de agua, alternados día por medio. El caos en los servicios públicos que ya veía arrastrado el Táchira, con la cuarentena ha llegado a niveles insoportables, con apagones de 12 horas.

En la primera semana de la cuarentena, parecía que por fin se aliviaba el régimen de administración de carga, gracias de unos días, pues se volvería a las tres horas sin luz, y de ahí se pasó a las 6 horas continuas, en dos lapsos.

No obstante en algunos lugares del estado se ha reportado hasta 20 horas continuas sin energía, más grave aún si tenemos en cuenta que la escasez de gas, no da mayor alternativa a muchas familias para la preparación de alimentos. En vista de esta situación Pdvsa-Gas ha implementado mecanismos para distribuir el producto en las comunidades, no obstante los operativos no han sido tan extensivos como se quisiera.

En una época en que el acceso a las comunicaciones es vital, a través de los servicios de telefonía e internet, los mismos han sufrido colapsos durante y después de los apagones, una razón de angustia, al perder todo contacto con seres queridos y familiares, por culpa de la misma cuarentena, y así como quedar sin la información requerida para afrontar la pandemia.

El descontento de la población se ha manifestado a través de las redes sociales; pero otros han optado por el estruendo de las cacerolas, y una que otra protesta desarticulada por los organismos de seguridad, ya que en estas circunstancias especiales ni están autorizadas, ni son convenientes.

Cambios en nuestra religiosidad.

En plena Cuaresma la cuarentena fue decretada, y el alto jerarca de la iglesia en el Táchira, monseñor Mario Moronta, ateniéndose a órdenes emanadas desde el Vaticano, dio su aval para que aconteciera algo inédito en la historia de la iglesia católica: que la feligresía se apartará  de sus templos, algo muy tradicional de la Semana Santa, y viviera su fe en la casa, para lo cual el rol de las nuevas tecnologías, fue fundamental. Misas on line, y el mensaje consolador, catequista y espiritual de sus pastores, voló con alas del espíritu santo, por la superautopista de la información.

Y aun las expectativas…

De manera muy relativa, y en su quinta semana, el Táchira no se las ha puesto fácil al avance del Covid-19; pero ha llegado, aunque hasta los momento su saldo no ha sido tan alarmante, como los que diariamente se ha tenido noticia, con alarmantes cifras de fallecimientos, aún muy cerca al otro lado de la frontera, y que ha llevado a los tachirenses que no se trata de un juego, y que de ninguna manera se puede tomar a la ligera.

Los días pasan, y la mayor pregunta ronda asuntos económicos en la medida en que gran parte de su aparato productivo sigue parado.

Freddy Omar Durán

 

 

 

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