Regional

Brilla para su grandeza la luz perpetua

31 de julio de 2021

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Las circunstancias de la pandemia no permitieron que a figuras fundamentales de la cultura regionales, fallecidas durante estos complicados tiempos, se les brindara el reconocimiento en cuerpo presente, merecido en virtud de su aporte al gentilicio tachirense. Muchas de ellas, antes de partir a la eternidad, tuvieron que recurrir a la caridad pública para ser atendidas sus complicaciones médicas, y posteriormente para ser cubiertos sus gastos funerarios, pues este sector de artistas y creadores ha resultado ser uno de los más desentendidos en estos críticos tiempos.

Ciertamente, la pandemia no ha distinguido condiciones sociales ni profesiones, aunque no cabe duda que la peor parte ha recaído sobre el personal dedicado a la salud; sin embargo, el mundo de la cultura tachirense ha vivido estos tiempos en un luto constante, no solo por aquellos tocados por el covid-19, sino por los que partieron de este mundo en otras circunstancias y en el contexto de una emergencia mundial que ha ensombrecido los reconocimientos a la vida y obra de aquellas grandes figuras del arte y el intelecto.

Por supuesto, el efecto más inmediato de la pandemia es la infección del cuerpo humano con un virus ante el cual no pocos han claudicado; mas también son otros efectos que no resultan tan fácil discernir cuando el detrimento de la atención dentro del sector salud, concentrado prácticamente en una afección, ha sido motivo de descuido de otros males.

Más importante que la causa de un deceso, lo más triste resulta es que el que el rigor de la cuarentena haya impedido, en muchos casos, una despedida y homenaje en cuerpo presente de quienes lo apreciaban y admiraban.

En este sentido, algunos fallecimientos se produjeron fuera de su terruño natal a los cuales siempre añoraron regresar, siendo casi imposible que sus restos sean cobijados nuevamente por su terruño de origen.

Por eso, sería injusto hacer una lista en la que solo se incluya pacientes covid-19, y no nombrar a quienes les ha correspondido irse en difíciles tiempos, tiempos que roban los honores, el recuerdo y las lágrimas de sus allegados, y terminan convirtiendo aquellas grandes figuras merecedoras otrora de un aplauso  y vítores en un número más, confinadas muchas veces a una tumba sin nombre.

Lo más vulnerables

Como afirmó el historiador José Antonio Sánchez Pulido, “muchas personas que apostaron por la cultura grande de nuestro estado murieron en soledad e indefensas, no tuvieron los funerales que se sueñan, porque uno también sueña con un funeral digno”.

Pero, más allá de la premura y poca calidad ceremonial con que muchos cultores debieron partir, inquieta ante todo la vulnerabilidad en materia de salud que afecta al sector cultural.

–Los más vulnerables por esta pandemia y no solo por el covid-19, sino por otras enfermedades preexistentes, han sido los cultores y los artistas, una situación que ha sido preocupante. Si algo hemos observado en esta época de pandemia, es que no  hay una política de asistencia social que proteja a nuestros artistas, inclusive si nosotros revisamos bien, vemos que  ninguna alcaldía tiene una Dirección de Cultura que pueda coadyuvar la situación de un artista cuando está en su etapa terminal o cuando entra en una enfermedad como el covid-19— afirmó el historiador Omar Contreras Molina.

Agregó que  no es justo que todos los que dieron su vida para enaltecer la cultura como una estructura espiritual de la sociedad, lamentablemente al final de su camino tengan que morir de una forma tan despreciable, que hayan tenido que acudir sus hermanos  de arte o a la gente cercana para que les puedan apoyar en la compra de su medicina o el pago de  sus servicios funerarios.

— Esto es terrible, muy terrible lo que está pasando con los cultores en el Táchira. Sea artista popular o intelectual, carece de los más elementales recursos para poder enfrentar cualquier enfermedad—declaró el historiador.

Pero, aunque se entiende el hecho de que las restricciones sanitarias hayan obligado la no celebración de actos públicos a modo de homenaje o acompañamiento a sus deudos, para Medina resulta criticable que desde las entidades nacionales, regionales y municipales no se haya emitido al menos un acuerdo administrativo o una orden de duelo público en respeto y enaltecimiento de las figuras culturales fallecidas.

—Ha habido en ese sentido un olvido total por parte del gobierno y de los entes a los cuales les competen ese tipo de decisiones. Los cultores no tienen un seguro, ni un hospital que los atienda como es debido. Y al igual que los artistas están los comunicadores sociales, los docentes, que ni siquiera tienen cómo enterrar a un muerto, pues no cuentan ni con los dólares ni con los pesos suficientes, y terminan recurriendo a la caridad pública. Para la política, el arte no le sirve; solo le sirve para un mitin, para poner a alguien a cantar, a hacer una medio obra de teatro o tragicomedia, y de resto siguen olvidados -agregó Molina-.

Teatro

Cuando un actor o dramaturgo se va, muchas veces lo hace envuelto en aplausos, y eso la pandemia o la lejanía del lugar donde expiró, a más de uno no se lo permitió; sin embargo, las redes sociales se desbordaron del cariño y la admiración que por ellos se sentía.

En agosto de 2020 se supo de la muerte de Francisco Solares, debido a complicaciones coronarias, en la ciudad de Bogotá, a donde tuvo que partir buscando medios de subsistencia.  Durante muchos años fue el pilar del grupo teatral El Puentecito, conformado por menores de edad pertenecientes a comunidades populares de San Cristóbal.

No ha acabado el año y uno de los pilares fundamentales del teatro tachirense, Alirio Pérez, sucumbe al covid-19. Pocas horas después, su esposa lo acompañaría en su viaje a la eternidad. Si bien el dramaturgo, actor y fundador del grupo La Aguja ya venía acarreando problemas de salud que requirieron la ayuda pública, el virus complicaría su recuperación.

Tres damas del teatro, en tres meses distintos se retirarían del gran escenario de la vida. En febrero, el cáncer marca un punto final a la carrera artística de Hortensia Quintero, quien desde Rubio se había proyectado al frente del Grupo de Teatro Educadores Jubilados del municipio Junín.

También a Magaly Mora Gómez se le brindaron infinitos agradecimientos por ser pieza fundamental del teatro en Michelena, pero desafortunadamente el covid-19 frenó su deseo de seguir haciendo lo que más amaba.

En recientes días, una infausta noticia la protagonizó    María Eugenia Escalona, consagrada actriz, quien a causa de complicaciones renales adelantó su destino a la eternidad.

El magíster Carlos Arias, fallecido por razones oncológicas a mediados del presente año, mantuvo un fuerte vínculo con el teatro, desarrollado en los claustros universitarios.

Crónica

Con los cronistas e historiadores se fueron aspectos del pasado de nuestro estado, a partir de los cuales construimos nuestra identidad y reconocimiento,  aunque mucha de su producción quedaría  consignada en una serie de artículos y libros.

Una de esas dolorosas pérdidas fue la del catedrático Temístocles Salazar, ocurrida en noviembre, víctima de un paro cardíaco. La historia local contada a través del corazón, la destreza en pluma y la fidelidad de la memoria, perdió a tres de sus grandes aliados: Aparicio Molina, cronista de Queniquea; Richard Medina, cronista de Lobatera, y Tirso Sánchez Noguera, cronista emérito de Cárdenas.

Con Bernardo Navarro Villarreal, en la flor de la juventud, a los 38 años, víctima del covid-19, se perdió un invaluable ensayista, quien desde su labor de investigador en la Universidad Simón Bolívar tenía en sus pendientes la historia de la literatura tachirense.

Desde su escritura y fotografías, Juvencio Duque Pérez reflejó el sentir religioso y autóctono de los Andes venezolanos, aunque fue un gritense polifacético, dedicado a la promoción cultural, y que luego de ofrecérsele ayuda gracias a la benevolencia de cercanos y generosos, se embarcó hacia el más allá a principios de julio

Plástica

El vil asesinato de José Antonio Pulido Sánchez, que implicó la profanación de un espacio que por años él había dedicado en favor del arte, conmocionó al estado Táchira en general en estos tiempos de pandemia, al finalizar mayo. Un mes, y pocos días después, el fallecimiento, luego de una lucha contra el covid-19, de Hugo Baptista, un dibujante de proyección internacional, en Lima, Perú, entristece aún más el panorama de la plástica tachirense, suspendiendo su anhelo de regresar a donde dio sus primeros pasos creativos.

Danza

La danza comenzó el año 2021 llorando a un nombre insignia del arte en movimiento, no solo en el Táchira sino en el ámbito nacional, como lo fue Rodolfo Varela, fundador de Danzas Táchira, fallecido por causas naturales. Emma Cristina Pereira, en junio,  no solo fue una dama promotora de la cultura con un profundo compromiso, sino que por muchos años llevó las riendas del núcleo Táchira de la Escuela Regional de Danzas, función en la que aplicó todo su amor a la docencia.  La reincidencia de un aneurisma la venció  y frustró una serie de planes en pro del desarrollo educativo y cultural de la región. Pero fue la muerte de Luis Ramírez, director de Danzas Córdoba, a causa del covid-19, la mala nueva que dejó en el desamparo a la nueva generación de bailarines que había venido formando en el municipio Córdoba.

Música

La infausta pandemia, de igual manera cobró vidas dentro del mundo musical tachirense y nos dejó a principios de este año sin la alegría y el ritmo de las composiciones de Gerson Moreno y Yonny Chacón, fundador y director de la Banda de Música Típica Los Serranitos. Iniciándose julio, la guitarra de León Alexis Contreras se apagó para siempre…

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