Regional

Con la misión de servir y amar

8 de marzo de 2025

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“Donde nos necesitan vamos; donde podemos hacer una obra de caridad, allá estamos. Pertenecer a este grupo es muy grato para mí, porque puedo servir a los demás de muchas maneras”

Norma Pérez

La célebre frase de la Madre Teresa de Calcuta: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, aplica a la historia de Olga Gregoria Mora de Pérez, merideña de nacimiento y tachirense de corazón, que dedica tiempo y esfuerzo a ayudar al prójimo.

Con una disposición que arropa la escasez de recursos económicos y cualquier dificultad para cumplir lo que considera su misión, siente que su existencia no está completa, si no se tiende la mano a los necesitados. Es por ello que desde hace tres años forma parte de la Fundación Manos que Oran y Ayudan.

“Donde nos necesitan vamos, donde podemos hacer una obra de caridad allá estamos. Pertenecer a este grupo es muy grato para mí, porque puedo servir a los demás de muchas maneras”.

Su vida no ha sido fácil. Ha sufrido situaciones adversas, y pérdidas de seres queridos que le hacen derramar lágrimas por su ausencia. Aun así no pierde su ánimo y la alegría por colaborar con sus semejantes.

“Han sido muchas luchas a vencer. Debí superar pruebas difíciles. Teníamos un hermano enfermo de epilepsia y sufríamos mucho por esta causa. Mi nieto, de seis años de edad, con una condición especial, falleció recientemente. Al tender la mano a otras personas, puedo contribuir de alguna manera a aliviar sus cargas, las que todos soportamos de diferente manera”.

Desde hace cuatro años se desempeña en el área de mantenimiento en el Instituto Nacional del Deporte. Para complementar su sustento, vende helados caseros. El tiempo libre lo dedica a las jornadas sociales de la fundación, donde es voluntaria.

Jornadas sociales

Con su mascota consentida /Foto: Norma Pérez

“De nuestro corazón nace servir a las personas más necesitadas, por eso cooperamos con entusiasmo, ayudamos a preparar la comida, las bebidas, los cotillones, seleccionamos la ropa, los zapatos para donar, y colaboramos con la organización en todas las actividades. Visitamos personas vulnerables; hay uno en particular, que me sensibiliza, un joven con parálisis cerebral que vive solo con su mamá en condiciones  extremadamente precarias. A ellos los visitamos y ayudamos en todo lo posible.

Esta mujer, solidaria y generosa, participa activamente en las jornadas sociales que realiza la fundación, entre las que figuran actividades para personas en condición de calle, las cuales se hacen en la plaza La Ermita de San Cristóbal, hasta donde llevan alimentos, ropa y calzado que reciben de donaciones, así como personal que brinda atención médica y voluntarios que mejoran su apariencia con cortes de cabello.

Dice que Dios se manifiesta de muchas formas, en quienes sufren y padecen carencias: “A nuestro alrededor hay muchos seres sufrientes. Nuestro Señor se presenta de muchas maneras, a veces de mendigo, de minusválido, de gente desvalida. Por eso lo mejor que podemos hacer es ser humanitarios, tener comprensión, humildad, sencillez y empatía. Dar una palabra de aliento en el momento preciso a quienes padecen situaciones críticas en su vida”.

Refiere que lo más complejo que ha evidenciado es el caso de las personas en situación de calle, pues sabe que pasan grandes penurias, sin un techo para resguardarse, ni medios para subsistir con dignidad.

“Vivo muy de cerca esa experiencia, pues frente a mi casa hay un basurero y es lamentable ver a mucha gente recogiendo comida para poder sobrevivir. Esa es una realidad que golpea”.

A sus 54 años de edad, mantiene entusiasmo y energía para no decaer en ningún momento aciago. Está convencida que hay que continuar con la frente en alto y mente positiva. “Luchamos en la tierra pero siempre vamos de la mano de Dios”.

 “La fundación me ha enseñado que servir y amar es el mejor fruto de nuestra vida. En este mundo hace falta más solidaridad y compasión con el ser humano. Es la oportunidad de conocer la alegría de ayudar a quienes lo necesitan. Y si lo hacemos de corazón, Dios lo recompensa”.

Olga Gregoria Mora /Foto: Norma Pérez

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