Regional

El cansancio de caminar

24 de agosto de 2020

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A ellos les corresponde salir para que otros se queden en casa, y no para recorrer a pie unas cuadras, sino para ir a pie desde varias poblaciones aledañas a San Cristóbal, lo que les puede conllevar un par de horas o menos.

Empleados de supermercados y centros médicos u otros de los establecimientos autorizados a laborar, incluso en los lapsos fuertes de la cuarentena, vendedores ambulantes, integrantes de familia con neveras vacías, o simplemente personas con afán de rebuscarse, bajan bien temprano a San Cristóbal, sin importarles las distancias ni los peligros del camino.

En esta reciente semana el número de caminantes se multiplicó, en un nuevo capítulo de adaptarnos a lo que sea; una costumbre que por cierto va mucho más atrás de la cuarentena, con la diferencia de que para algunos ya no es ocasional, pues lo hacen de lunes a viernes. Una semana en la que las fuertes lluvias han hecho su aparición en las mañanas y más de un andariego se ha mojado.

Muchos por el camino llevan su reglamentario tapabocas; no obstante, el esfuerzo físico los obliga a respirar mejor, y mientras no tengan a nadie cerca, lo mantienen abajo.

Incluso algunos lo hacen en los días cuando llega transporte público, ya que no cuentan con el efectivo, ni en pesos ni en bolívares, para movilizarse.

Tampoco, como en otras épocas, los acompaña la suerte del aventón, con pocos carros circulando; otros, temerosos de subir extraños pasajeros que puedan ser portadores de enfermedades, o simplemente, en el caso de las camionetas, si van muchos en la tolva, pueden ser amonestados por las autoridades.

A medida que caminan, muchos voltean el rostro, más que por obtener compasión, para no ser sorprendidos por vehículos descontrolados, o reciban desagradables sorpresas de los antisociales.

Al respecto, como sucede por los lados de la alcabala El Mirador, rumbo hacia Capacho, por un atajo que algún tiempo fue un camino real, se han reportado atracos. Ante esto, muchos caminantes se ponen de acuerdo para ir en grupo, e incluso ya se ha comenzado a establecer cierta familiaridad entre quienes toman esa ruta todos los días.

Hasta su lugar de trabajo

A Leonel Jaimes, de 62 años, le tocó en su juventud recorrer horas por las sierras del Magdalena-Colombia, por lo que baja desde Santa Elena hasta el terminal de pasajeros, y regresa con 40 kilos en su carrito, que para él no es tan fuerte y siente que su cuerpo resiste.

—Yo tengo -agrega Jaimes- salud para echarme este viaje de tres horas, bajando y subiendo, pero yo conozco gente menor de mi edad que no es capaz.

Junto a él va Orlado García, panadero de un local de Barrio Obrero, quien ya lleva dos meses en ese trajín de lunes a sábado y, al contrario de su acompañante, no se acostumbra, ni se quiere acostumbrar, y piensa que la población tampoco debería hacerlo. No se puede dar el lujo de quedarse en casa, y menos de perder un trabajo que muchos quisieran y gracias al cual sostiene el hogar, conformado por su mujer y su hijo de 6 años.

En su trabajo intentan ser comprensivos con su situación, pero igual, siendo el responsable de la producción, la puntualidad debe ser irrestricta. Intentaron con los servicios de un mototaxista para trasladar al personal, pero sin gasolina y con su vehículo dañado, este desistió de seguir prestando sus servicios.

—Yo tomo el camino rural; pero ahora que hay lluvias eso se pone peligroso por lo resbaladizo, y prefiero venirme por la carretera principal. En la tarde me toca igualito, aunque nos paramos aquí, cerca del elevado de Puente Real, por si en los días de cuarentena rígida un carro por puesto está dispuesto a subirme por mil pesos. Lo malo es que a veces a la policía le da por andar corriéndolo a uno, si espero cerca del puesto de control, donde uno se para solo para tomar un descanso.

Su esperanza es por la normalidad; pero antes de que la misma retorne, la población no se puede quedar de brazos cruzados.

—Yo espero que esto pase pronto para que la gente se ponga a trabajar verdaderamente por el país. Yo tengo mi trabajo y lo defiendo a como dé lugar. Hay que luchar…hay veces que ya uno no puede, pero poco a poco le va agarrando el ritmo.

Preguntamos a una de las personas que hacen viajes en carro para cubrir solo el tramo que va de Riberas del Torbes hasta El Mirador, y que prefirió no dar su nombre, por qué hacen un tramo tan corto, afirmando que subirían más lejos, pero si los ven a muchos en circulación, son advertidos por las autoridades, y que además ellos tratan de ahorrar al máximo la gasolina, y que por falta de esta, en muchas ocasiones se han quedado tirados en el camino.

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