Víctor Matos
Desde el 1° de septiembre de 1939 hasta su final en mayo de 1945, el mundo se estremecía con los boletines diarios de guerra difundidos por la radio y la prensa dando cuenta de la mortandad surgida por el encuentro bélico más tenebroso que haya experimentado el planeta, que conmemora los 80 años de esta locura universal.
La II Guerra Mundial fue la que se dio con el inicio de la invasión alemana a Polonia y se extendió hasta por seis años, cuando finalmente el Ejército Rojo de la Unión Soviética tomó Berlín, días después que el máximo líder del nazismo, Adolf Hitler, se quitara la vida en su bunker para no caer en las manos de las fuerzas aliadas.
Este ha sido el encuentro guerrero más mortal de la historia, en donde se considera que dejó entre 40 a 60 millones de víctimas entre civiles, niños, mujeres y ancianos, producto de la fiebre de un enajenado mental como lo fue el canciller de Alemania, Adolf Hitler, acompañado por Benito Mussolini, líder del fascismo en Italia, y de Hirohito, emperador de Japón, que integraron el llamado Eje para enfrentarse a las fuerzas aliadas que integraban Inglaterra, Francia, la Unión Soviética y los Estados Unidos, liderados por Winston Churchill, Charles de Gaulle, Josef Stalin y Franklin Roosevelt.
Este infierno bélico dejó devastado a todo el continente europeo y gran parte de África y Australia, así como Asia Oriental y el Pacífico, considerándose como la guerra más cruenta de la historia contemporánea y la más catastrófica de todos los tiempos, que incluye al demoníaco instrumento del holocausto o de la “solución final” conque los nazis eliminaban a los judíos en las cámaras de gas en su afán de apoderarse del mundo en su lujuriosa lucha por la superioridad de la raza aria, y que arrastró a las naciones que escoltaron esta mesiánica actitud de Hitler, que acabó miserablemente de un tiro en la sien cuando vio que todo estaba perdido.
Hitler asumió el mando absoluto alemán en 1933; impuso el nazismo imitando al fascismo de Benito Mussolini de Italia, su más cercano aliado, y convenció a Hirohito, emperador de Japón, para extender sus tentáculos a casi todo el universo.
Ante este peligro, salió al frente Inglaterra, que logró formar la unión de las fuerzas aliadas con los Estados Unidos y todo su poderío militar, a la que se sumaron la Unión Soviética de Josef Stalin y Francia que permitieron finalmente el éxito tras el desembarco en Normandía, la destrucción de Alemania, partida después en dos: la del Este con los comunistas, y del Oeste, de los aliados.
Fue cuando se usó por única vez el poderío de dos bombas atómicas, lanzadas por los norteamericanos contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 matando a centenares de miles de personas y que diera demostración de la fuerza letal nuclear, capaz de acabar con el hombre sobre la faz de la Tierra.
Al finalizar la guerra, se creó la Organización de las Naciones Unidas, ente que sin embargo no ha podido acabar con los conflictos focales o periféricos como los que ahora se vive con el intento de la invasión de Rusia a Ucrania, o la masacre decretada por Israel contra Hamas, entre otros como Siria o el Sudán.
Winston Churchill: “Solo ofrezco sangre, sudor y lágrimas”
Winston Churtchill, quien fungiera como primer lord del Almirantazgo británico y que al asumir el cargo de Primer Ministro de su país desde 1940 a 1945 presidió la difícil tarea de dirigir las alianzas y estrategias bélicas para derrotar a los nazis y fascistas y así acabar con la terrible guerra que durante seis años convirtió en un infierno a casi todo el planeta, ha quedado para la historia como el héroe valiente y pertinaz para que no sucumbiera el sistema de la civilización occidental en el que se movía Europa.
Arengó a su pueblo, la Gran Bretaña, con estas célebres palabras: “Solo les ofrezco sangre, sudor y lágrimas para acabar con el enemigo y pelear en cada rincón del país, en cada calle, en cada casa, contra la amenaza de los nazis”, que cumplió hasta el triunfo final de los aliados encumbrándose como el luchador que jamás se rindió, para acabar triunfalmente con el mayor peligro que ha tenido la humanidad en siglos, contra la hegemonía racial y política que encarnaban las naciones del Eje presidido por Adolf Hitler, que terminó suicidándose antes que cerrara el telón del terrible encuentro bélico.
El mundo sufrió la tragedia de seis años, de la cual salió airoso el liderazgo de las fuerzas aliadas en donde se encontraban, además de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética, que tras una de las más sangrientas luchas que se recuerde, acabó con las naciones que quisieron apoderarse del planeta desde los inicios de la década de los 40 del siglo pasado.
Víctor Matos