Regional

Gabriela es la luz de un padre ciego

23 de septiembre de 2024

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La tragedia del señor Enrique Mora comenzó hace ocho años. Ha perdido la visión y necesita trasplante de córnea. Recorre las calles, junto a su hija de 13 años, en busca de ayuda

Freddy Omar Durán

Mientras otros niños y adolescentes en sus vacaciones optan por practicar algún deporte, tomar clases en artes u otra rama del conocimiento, o simplemente no hacer nada en casa, Gabriela Mora, de 13 años, las aprovechó para salir por las calles con su padre invidente Enrique Mora, para acompañarlo en esta difícil realidad.

Ese bello gesto de ayudar a su progenitor ya de por sí refleja la dulzura de un carácter que se ratifica cuando se establece una conversación a la cual dócil accedió. Sin asomos de vergüenza, y con total naturalidad, sin agotarse en explicaciones, admitió su ineludible responsabilidad.

“Vamos por el centro, a ver qué podemos encontrar. Caminamos por estos lados desde hace tres años, y como ahora estoy de vacaciones, es más a menudo. Hago esto porque es mi papá y mi deber como hija es ayudarlo”.

Fue la brillante portavoz en un relato del que muy poco participaba el ensimismado padre, de 46 años de edad, quien le dio el permiso para conversar con el periodista y estaba atento en todo momento, lo complementaba susurrando algo mientras que con una mano sostenía el hombro de su lazarillo, y con la otra un bastón.

Residen en Boca de Caneyes, municipio Guásimos, casi vecinos de una prominente figura de la política, junto a dos hermanos de 17 y 18 años, quienes alguna vez formaron parte de la jornada caritativa; pero ahora están incorporados a la fuerza laboral, estando en la edad y capacidades para hacerlo.

“Antes salíamos los tres, pero como estaban más grandecitos mis hermanos la gente decía que por qué no trabajaban, y ellos decidieron que tenían que conseguir algo. Un señor propietario de un autolavado en Táriba les dio trabajo. Lo comenzaron a tratar mal, y mi hermano reclamó y lo botaron. Y gracias a la información de un vecino lo emplearon en la Coca Cola, mientras el otro sigue en un autolavado”.

Promedio de 18 puntos

A punto se encuentra de iniciar el segundo año de bachillerato, llegando con un promedio de 18 puntos, y precisamente parte de esa ayuda que la gente espontánea le ofrece, va destinada a sus gastos de útiles y uniformes escolares. Para atender a un hogar, siendo ella la única sin empleo, ha optado por el turno de la tarde en el liceo.

Pese a la complicada situación que le ha tocado y le ha dado madurez psicológica, Gabriela no ha dejado de soñar. Se distrae con una de sus grandes pasiones, como lo ha sido el canto. Perteneció incluso a una coral, pero debido a una afonía que la afectó por un tiempo, y el choque con su horario de clases, la tuvo que abandonar, aunque no descarta la reincorporación.

“Me gustan tantas cosas: me gusta cantar, me gustan los animales. Yo cuando grande quiero ser veterinaria, y ginecóloga. A veces cuando no estoy haciendo nada, a veces cuando estoy haciendo las tareas me pongo a cantar, ensayo por mi cuenta”.

La tragedia de Enrique                     

La tragedia para el señor Enrique Mora comenzó hace ocho años, mientras cumplía con tareas propias de su oficio, siendo técnico en electricidad y plomería. Con mucha seguridad dice que si la fortuna le devuelve la visión, de nuevo volverá a una vida útil y se apartará del tener que recurrir a la caridad del prójimo.

“Él antes trabajaba con tuberías de alta tensión. Un día, soltando el taponcito de una llave, que no quería salir, le hizo tanta presión que (la pieza) salió de golpe –señala la sien de su papá como el lugar del impacto-. Él percibió el dolor y no le prestó atención, y pasaron los días y el sintió como si la pantalla del televisor se estuviese cerrando. Poco a poco fue perdiendo la visión en un ojo, y cuando se dio cuenta, no veía casi nada. Le dijeron que se fuera a un médico para que lo chequearan y (al tener consulta con profesionales de una misión de salud extranjera) y revisando le tocaron el nervio del otro ojo, y perdió la visión allí también”.

Han tocado puertas para recibir las ayudas necesarias para la operación; no obstante, los exámenes han determinado que las cosas no son tan sencillas.

“Fuimos para la Lotería del Táchira porque estaban ayudando para las operaciones. En los primeros exámenes había salido bien, pero en el eco ocular último se supo que tenía la retina separada. Lo único que le dijeron es que la salvación es que le den un trasplante de córnea”, narró su hijo, quien conoce todos los detalles de la historia.

Para cualquier persona que ayude de buen corazón en pos de la recuperación de la visión de este hombre que quiere volver a ser el sostén de unos hijos que tanto lo han respaldado, está disponible el teléfono 0424 7540623. Dios les pague.

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