Su silla de madera de 35 kilogramos es testigo de historias y un símbolo de esfuerzo incansable
Daniela González
En el corazón del municipio Jáuregui, en la pintoresca localidad de La Grita, la plaza Bolívar alberga no solo la historia y cultura de su pueblo, sino también a un trabajador oriundo del sector Machado: Justo Alardino Zambrano Contreras.
Con 20 años dedicados al oficio de lustrar zapatos, Alardino ha transformado su rincón en un espacio donde los relatos de vida de quienes buscan sus servicios se mezclan con el brillo impecable de sus calzados. Un libro siempre acompaña al señor de ojos claros, cabellos grises y de contextura delgada.
Cargar cada día una silla de madera que pesa aproximadamente 35 kilogramos no es tarea sencilla. Sin embargo, para él, más que una herramienta de trabajo es una extensión de la vida y dedicación, pues aún recuerda que les comentaba a sus amigos que tendría una gran silla.
Desde temprano en la mañana, este trabajador incansable la traslada hasta un costado de la plaza, armándose con sus implementos, un pequeño radio, su voluntad y deseo de tener un día productivo. Mientras tanto, espera y conversa con quienes se acercan a su lugar de trabajo.
La silla, grande y robusta, se convierte en el escenario de muchas historias. Quienes acuden a él, no solo buscan que sus zapatos recobren el brillo perdido, sino que se llevan consigo también la calidez de una breve conversación.
Alardino escucha atentamente, compartiendo fragmentos de su vida mientras conoce un poco más sobre sus clientes. Desde trabajadores oriundos de La Grita hasta visitantes ocasionales, su silla ha sido el lugar donde han tomado asiento personajes con múltiples historias que alimentan la memoria de este hombre.
Pero detrás de su amable sonrisa y su impecable labor, existe una historia de lucha. Durante su infancia, enfrentó maltrato tanto en su hogar como en las instituciones educativas, vivencias que lo marcaron profundamente.
Pero lo vivido, lejos de derrotarlo, moldeó su carácter y le dio la fuerza para seguir adelante. Hace 20 años decidido a emprender un camino propio, y se instaló en la Plaza Bolívar.
Desde aquel momento, la silla de madera y el pequeño radio han sido sus fieles compañeros. Con ellos, Alardino ha logrado crear un espacio único donde el oficio tradicional del lustrado se encuentra con el intercambio humano, convirtiéndose en un símbolo de constancia y trabajo en La Grita.
Aunque reconoce que la demanda por sus servicios ha disminuido, este hombre sigue apostándose diariamente en el mismo lugar, firme en su esperanza de recibir nuevos clientes.
En su labor diaria, Justo Alardino Zambrano Contreras no solo embellece zapatos, sino que también entrelaza historias y vidas.
Con 20 años en este oficio, es mucho más que un lustrador de zapatos: es un contador de historias, un símbolo de fortaleza y, para muchos, una fuente de inspiración.
Cada mañana que carga su silla y se instala en la plaza, reafirma el valor de la constancia y la dedicación en la búsqueda de un sustento digno, quien desde muy pequeño jamás ha dejado de trabajar.