Regional

Más de 15 años llevan en El Paraíso aguardando soluciones habitacionales

22 de mayo de 2023

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Desde hace aproximadamente 15 años los habitantes del sector de La Concordia les han conminado a desalojar un terreno que sigue imparable su hundimiento. Sus escasos recursos y las inexistentes alternativas de viviendas provenientes de parte del Estado Venezolano, no les ha permitido abandonar inmuebles de paredes y pisos reventados que apenas si permiten un refugio para ellos y sus pertenencias

Freddy Omar Duran

Recorrer el sector El Paraíso de La Concordia por primera vez, te hace sentir algo de vértigo, pues a la vista te salta el barrio como una escenografía surrealista, como si lo estuvieses observando desde un espejo ojo de pescado.

Se da la sensación de que las casas se vinieran unas encima de las otras… No, no es que pareciera, es que de hecho es así, al punto que los vecinos creen que la caída fuerte de una casa podría traer un efecto dominó, y llevarse consigo a las cercanas.

Las leyes de la física sostienen entre sí las desvencijadas construcciones, y la solidaridad entre vecinos mantiene en pie la moral colectiva.

En realidad, desde hace aproximadamente 15 años, lo que más ha recorrido sus calles ha sido la promesa de desalojo, la mejor opción, en tanto, por más que han tratado de invertir en la habitabilidad de sus viviendas, subsanando daños o inhabilitado áreas de las mismas, eso resulta inútil.

Muy pocas casas, un 20 % de las 500 que comprenden el sector se salvan. Mantenerlas en pie es la preocupación diaria de sus moradores, y para ellos, eso significa gastar lo que no tienen, lo que podría servir para manutención de familias de escasos recursos.

Irse por su propia cuenta no es la opción, cuando no se tiene con qué vivir, y más cuando se trata de personas de la tercera edad en abandono y dependiendo de una pensión mínima. De estos casos hay muchos, así como de hacinamientos, aunque de estos muchos se han aliviado por efecto de la diáspora al extranjero.

Por supuesto, la inestabilidad de los terrenos afecta a los servicios en general. Sorprende un poste de luz eléctrica, al cual se aferra el transformador del sector, tan ladeado que parece estar sostenido por sus cables. De venirse al suelo, se cortaría el suministro eléctrico, y se avecinaría la tragedia.

Por este inconveniente, y muchos más que los aquejan tuvieron derecho de palabra ante el Consejo Legislativo Regional, donde tuvieron que repetir la historia, mostrar los informes y las imágenes que han tenido que mostrar a los organismos de seguridad, a personeros de las más altas instancias políticas nacionales y a cualquier funcionario y periodista que ocasionalmente los visita.

Sin embargo, aclaran que, aparte de los grandes períodos de sequía y apagones, que ocasionalmente afectan a San Cristóbal, la energía eléctrica y el agua funcionan, cosa que no pasa con la vialidad, por supuesto, y la telefonía por cable, y el internet ABA, por los cuales, como declararon miembros del CLAP del sector, se ha luchado por 6 años.

Los más antiguos residentes del lugar aseguran que esto no siempre fue así, que la calle 1 bis, que hoy parece una serpiente retorcida, era por los años ochenta, llana como una pista, y por ella transitan sin problema las unidades de la línea Rómulo Gallegos. En su aspecto, así como el de las veredas, en la que los techos a diestra y siniestra, se inclinan como queriendo tocarse, hacen sospechar más un hundimiento que un desplazamiento lateral de los terrenos.

Se dice que cuando hace años se amplió la avenida Marginal del Torbes, conocida como avenida Simón Bolívar, a la altura del elevado de la ULA, la cual se encuentra unos doscientos metros cuesta arriba, comenzaron los problemas; por el gran peso que se acumuló, y un mal embaulamiento, que produjo un gran pozo subterráneo, con el cual recientemente se tuvo que lidiar en las más recientes obras de refacción de la vía, cuando se corroboró las profundas grietas de la obra instalada bajo la vía.

Los trabajos recientes sobre la autopista, obligaron a muchos vehículos, no pocos de carga pesada, a desviarse por la conexión con el barrio Rómulo Gallegos, y que permite un desvío alternativo a la Troncal 5. Esa presión adicional por el incremento del tráfico, no sería indiferente a muchos.

Desde el periodo de gobierno de Ronald Blanco La Cruz se ha declarado a El Paraíso en situación de riesgo, y se ordenó un traslado inmediato de sus habitantes a otro lado: desde entonces ha habido por lo menos 4 visitas del Cuerpo de Bomberos y unos cuantos informes en detalle de Protección Civil.

Sin solución

«Hemos ido al Ministerio de Vivienda tantas veces; en realidad no sabemos ni que hacer. Llenando papeles, llevando papeles, y al final quedamos en lo mismo».

Esas son palabras comunes a tantos que fueron entrevistados, y que sin mayores inconvenientes abrieron las puertas de sus casas, decoradas por la potencia del dios del rayo, en un solo azaroso trazo que va del piso a las paredes, y concentra la furia en las bases que quisiera arrancar de tajo.

Esa sensación de no estar pisando terreno firme, además de la «baba» que intempestivamente puede hacer patinar a un desprevenido caminante, producto del bote de aguas negras, proveniente de ductos reventados por el desplazamiento, obliga un avance a pie cuidadoso.

Algunas viviendas reservan un sitio especial se reserva para los escombros o el material que puedas servir de compón a las grietas, al ser deshabilitado como habitación o sala debido a su alto deterioro. Incluso esos escombros también son usados para darle contención a las paredes.

Así sucede en la vivienda  de María Bericote, enfermera desempleada, quien denomina a las casas del sector «deuda de banco», pues a pesar de que se les mete y mete plata, nunca se terminan de arreglan. El descuadre de las puertas le hace temer que se presente una emergencia, y ella no pueda abrir para salir corriendo con los dos niños y el adulto que moran allí.

«Lo mejor es reubicarnos, y en este momento no tengo más a dónde irme», afirmó Bericote con profundo convencimiento.

La familia de William Serra ha sino anotada muchas veces como candidata a la reubicación. Cuando podía le metía plata a su propiedad, pero el ya sabe que eso es perdido, pues no se alcanza a secar el cemento, cuando las grietas insisten en ensancharse otros centímetros más. Y con un negocio informal de comida «la masa no está pa’ bollos».

Recordó que hace algunos años, un muy famoso diputado del oficialismo, en ese entonces Ministro de Vivienda que por allí pasó, dio la orden de marcar las casas con un número. Desde la tragedia más grave de hace 15 años, muchos perdieron su vivienda, y muy pocas familias damnificadas se reubicaron, incluso a algunas se les permitió el traslado a lo que se denominó La Invasión, muy cerca del sitio, donde por el desbordamiento del río Torbes, volvieron a quedarse en la calle, reincidiendo en el infortunio, que ya estaba cantado, pues ocurrió en antiguos playones del afluente.

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