Sin mayor mostrador que un trozo de tela en el piso, muestran el material a vender con la esperanza de ganar unos pesos que les permitan comprar alimentos y reunir para las medicinas
En terrenos aledaños al Terminal de Pasajeros de La Concordia, en el sector conocido como El Samán, un espontáneo Mercado de Las Pulgas se yergue como un bastión de la supervivencia en medio de la cuarentena.
Comparte sus espacios con una gran verbena que desde allí se ha extendido tradicionalmente hasta los alrededores del mercado Los Pequeños Comerciantes, que más que encogerse por las restricciones oficiales, se ha dilatado hasta la carrera 8, pues no son pocas las personas que ven como una salida a sus afanes económicos captar algo de la clientela, que no en pequeña cantidad se acerca a ese lugar.
Así sea para trabajar medio día, y solo algunos días de la semana apenas, y cumpliendo con las medidas preventivas de distanciamiento y uso del tapaboca, los vendedores de toda clase de cachivaches no se resignan a “quedarse en casa”, como ha sido el lema de la pandemia.
Y tampoco son pocos quienes acuden a ellos, en vista de que muchos de esos negocios que venden lo que ellos ofrecen, o están cerrados u ofertan a precios lejos del alcance de sus bolsillos.
Pero, a pesar de los que los requieren, las cosas no se parecen en nada a antes de la cuarentena y todos coinciden en que la “cosa está dura”… pero, aun así, no se resignan a abandonar su modo de subsistencia.
Con las cositas de la casa
El tipo de artículos que sin mayor mostrador que un lienzo tirado en la calle ofrecen, de una variedad incontable: llaves, controles para televisión, pilas del celular usadas, tuberías, herramientas, zapatos y ropa vieja, repuestos para licuadora y ollas de presión; en fin, artículos eléctricos, electrónicos, de plomería, e incluso piezas de motocicletas y carros.
Pero si algo no se puede ver en toda esa profusión de chatarra, lo mejor es preguntarlo, y tal vez se lleve una sorpresa el comprador.
A los que apenas eran unos cuantos en los linderos del Terminal de Pasajeros que dan a la prolongación de la Quinta Avenida, se fueron sumando más vendedores, y con la provisional ubicación se ha completado un total de 20 puestos, aproximadamente.
Una de esas personas a las que la necesidad obligó a dedicarse a esta actividad, fue Juan Méndez, de 70 años de edad, residente del barrio Las Margaritas de La Concordia. No tuvo necesidad de hacer mayor inversión para abrir su negocio. Con los trastos sin usar en su casa, y guardándose el orgullo para otra ocasión, le fue suficiente. Pero su fuerte está en la lustrada de botas, e incluso remoza zapatos pintándolos, oficio que aprendió hace 54 años.
—Muchos somos profesionales –afirmó Méndez- y nos hemos visto en la obligación de dedicarnos a esto. Yo trabajé como chofer de Expresos Alianza y Expresos Los Llanos. Por el momento no me dedico a más nada. Todas esas cositas que ve usted aquí las tenía en la casa. Me tocó traérmelas para acá e irlas vendiendo, para tratar de sobrevivir. Con esto algo se hace –palabra que acentúa-, algo se lleva para la casa; pero está brava la cosa—, narró mientras enseñaba la mercancía.
Acepta la cuarentena, pero pide se implementen medidas para la sobrevivencia de la población
—El Gobierno -agrega- debe implantar medidas para ayudar al pueblo. Hay una cuarentena, pero resulta que nosotros necesitamos rebuscarnos algo. No podemos estar encerrados.
Por su parte, a Humberto Pineda, ya con más tiempo en el ramo, le preocupa lo “flojas” que se han puesto las ventas.
—Esto está duro para todos —expresó preocupado-. No están las ventas como antes, pero seguimos insistiendo porque no tenemos más para dónde coger. Pidiéndole a mi Dios que se venda hoy. Estamos en la lucha.
Un enfermero vende cachivaches
Luciano Contreras igual prefirió, desde hace un poco más de un año, dejar sus trabajos fijos, como enfermero y chef, para medírsele a los cachivaches
—Y estamos aquí ante la crisis que se vive en el país. Yo vivo en El Corozo, a veces me vengo en cola, uno saca la mano y lo traen a uno. Yo trabajaba como chef de cocina y además soy enfermero, pero si me atengo a un salario mínimo, ni para el transporte me alcanza. Por mal que a uno le vaya, póngale que se consigan 6 mil pesitos, que alcanzan para una harina Pan, el básico en 3 días. Y aquí se entretiene uno, porque si se la va a pasar encerrado en casa, le va peor – respondió.
Freddy Omar Durán