Carlos Orozco Carrero
Este viejo tío mío apela a los refranes para explicar con pocas palabras algunas situaciones por las que está pasando junto a mi tía Pulqueria. Y, a pesar de la ignorancia que tiene la mayoría de los hablantes sobre dichos y refranes, a mí me gustan porque encierran sabiduría de verdad. –El que duerme con tres cobijas, amanece desarropado, dice. Todos entienden.
El municipio más importante y hermoso del planeta cuenta con todos los recursos para sobrevivir y permanecer en el tiempo de los siglos. Agua, agricultura, ganadería, pesca, energía eléctrica, los mejores trabajadores, el mejor miche del mundo y los amigos superiores del espacio sideral. “…Uribante, tierra de ensueño, donde nació mi primer amor…” Así empieza la canción más hermosa dedicada al terruño bendito por el sastre, poeta y músico Pablo Mendoza. Me gusta mucho
Cuentan que el cucharón se levantó en noches pasadas y reclamó a todos los utensilios por la falta de colaboración a la hora de aparar agua producto de las goteras en estos tiempos de invierneras fastidiosas ya. La olla sancochera se queja de la cantidad de agua que ha recogido debajo del bajante de la canal principal. Todos han prestado su cariño para que no se inunde la casita. Palanganas rebosantes y hasta los jarritos de peltre han agarrado posición en los cuartos para hacer su trabajo. Por ahí salió la olla de presión de sapa a acusar a un utensilio principalísimo a la hora de desayunar en familia. –Yo estoy incapacitado para recoger agua, señores. –Dejen al budare tranquilo, gritó el cucharon en defensa del pedazo de hierro, calientico todavía y con rastros de arepa matutina.
El nuevo millonario deseaba casarse en aquel local donde se había emborrachado por primera vez. -Quiero que me lo alquiles con todo lo que tenga adentro, señor Maldonado. Los billares, el calentador donde ponen el pollo guisado, la Rock-Ola con sus discos de siempre, las sillas y las mesas para sacar el profiláctico de emergencia. -Todo se hará como usted desea, señor Reinaldo. Cuando llegaron los novios y los invitados, estaba ese botiquín hasta las metras de borrachos. –¿Qué pasó aquí?, preguntó el cliente. –Usted me exigió que no sacara nada y estos amigos viven en el local. Todo lo que ha ocurrido en tantos años de vida exitosa en el botiquín Mi Delirio. Otro cuento de estos y me sueltan un botellazo a la traición, cariños.
En el sitio exacto donde está la cancha deportiva del liceo Francisco de Borja y Mora en Pregonero construyeron una plaza de todos en la época del principio de los años 70. Las ruinas de un viejo hospital fueron utilizadas para montar el espacio ferial con todo y fiesta brava. A reventar la plaza y salió el toro. Una catedral de toro, como dice el Pelón Espinoza. El público se emocionó y bajó al ruedo con trapos y camisas para los lances respectivos. Unos se pasaron de alegría y patearon aL animal por cualquier parte, El torito no se podía defender y empezó a dar vueltas a toda carrera por el redondel. Fue tanta la velocidad que el cuadrúpedo imprimió a su carrera desesperada que se levantó una polvareda extraña, lo que obligó al gentío a cerrar los ojos. Cuando se calmó el alboroto, el enorme toro había desaparecido del lugar. Nadie decía nada. Nunca más se supo del animal aquella tarde de arena y sol. En cada esquina una historia.