Regional

Rumbo a la santidad

30 de abril de 2021

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Cuatro tiempos de JGH: El hombre, el científico, el místico y el beato, de Francia Mery Chacón Medina. Año: 2021

Alejandro Bautista González*


Gran honor constituye escribir unas breves notas bibliográficas  sobre la vida terrenal  y proyección de un muy querido, insigne y venerado hijo de esta tierra andina, cuya fama y renombre, por sus propias virtudes, trascienden más allá de nuestras fronteras patrias. Nos referimos al Dr. José Gregorio Hernández, mejor conocido como “El médico de los pobres”. Un venezolano de excelencia, quien no solamente fue un eminente académico, docente y científico de las ciencias médicas, sino que además fue un ser humano de sólidos principios éticos y valores cristianos que fueron la guía de su brillante carrera al servicio de su país. El pasado junio de 2020, por disposición de su santidad, el papa Francisco, fue proclamado “Beato”, con firme posibilidad de alcanzar en el siguiente paso, dentro de la jerarquía santoral de la Iglesia católica, la máxima dignidad y venerabilidad de “San José Gregorio Hernández”.

En un pequeño y adormecido pueblecito tendido sobre una meseta, en la parte baja de nuestras montañas andinas, yace “IsnotÚ”, población de ancestro aborigen que significa “lugar de varias corrientes de agua”, pues años atrás, según referencias locales, en el lugar se podían apreciar varios afluentes que bajaban de las montañas”. Allí, en este pequeño pueblo, tenía su hogar el matrimonio integrado por Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla.  El amanecer del miércoles 26 de octubre de 1864, pareciera signado por la divina providencia, como una fecha de gran trascendencia en la vida del feliz y humilde matrimonio Hernández-Cisneros. Quiso Dios que en tan memorable día viera la luz José Gregorio, segundo de los hijos en una conservadora familia, con profundos principios religiosos que supieron inculcar desde su infancia a toda su descendencia.  A la postre, fueron 6 hijos: María Isolina (mayo de 1863), quien falleció a los 7 meses, fue la primera; la tercera, María Isolina del Carmen (mayo de 1866); luego, César Benigno (agosto de 1869); José Benjamín Benigno (septiembre de 1870) y Josefa Antonia (agosto de 1872).

José Gregorio transcurrió los primeros años de su niñez en su pueblo natal; su madre se dedicaba a labores del hogar y su padre era dueño de un almacén de mercancías secas, víveres y botica. Allí mismo, en Isnotú, realiza sus estudios de educación primaria, hasta su finalización, tenía para entonces 13 años de edad. Poseía  a su favor la relación de una envidiable descendencia: por línea materna, descendía del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (mejor conocido como cardenal Cisneros), quien fuera confesor de Isabel la Católica, fundador de la Universidad de Alcalá de Henares (perteneciente actualmente a la Comunidad de Madrid); y por vía paterna, a través del linaje de un tío bisabuelo, se emparentaba con el santo hermano Miguel (Francisco Luis Florencio Febres Cordero Muñoz), eminente educador y escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y correspondiente de la Real Academia Española.

 

De los Andes a la Capital

 

El pichón levanta vuelo. Culminada la educación primaria deja atrás su pueblo natal y en él, su familia y sus querencias naturales. Su puerto de destino es Caracas, la capital. Allí habrá de hacer sus estudios de secundaria y universidad. Quería ser abogado, pero su padre le aconseja estudiar Medicina: “ayudar a los que sufren”, y convencido acepta. A partir de ese momento, tomó la Medicina como su propia vocación. Esta es una nueva etapa en su destino, es una oportunidad que la vida le da para que seas mejor. No hay mañana para empezar, es hoy. Dios ha demarcado sus designios y has sentido su llamado. La vida te puso aquí por alguna razón, aquí mismo tienes que demostrar que eres mejor que los demás y cumplirás los mandatos del Altísimo. Tienes un horizonte lleno de posibilidades, no desaproveches esta oportunidad que la vida te da. Adelante José Gregorio, tu misión a cumplir será grande como la esperanza, firme como la voluntad.

A falta de carreteras, su viaje a la capital, en 1878, dura varias jornadas que comprende la siguiente travesía: Isnotú, Betijoque, Sabana de Mendoza, Santa Apolonia y La Ceiba, que hace a lomo de mula; luego hasta Maracaibo, en curiara y barco pequeño. De aquí en adelante, en barco a Curazao, Puerto Cabello y La Guaira. El tramo final, La Guaira-Caracas, lo hace por tren.

Una vez instalado en Caracas, la capital, cursa estudios de bachillerato exitosamente,  como interno en el famoso Colegio Villegas, dirigido a la sazón por el doctor Guillermo Tell Villegas.  El joven José Gregorio entabló amistad con el director y su esposa, ‘Pepita’ Perozo de Villegas. Según refiere el mismo doctor Villegas,  era poco dado a jugar con sus compañeros y prefería pasar el tiempo libre imbuido entre libros. ​ Durante sus años en el Colegio Villegas, José Gregorio obtuvo buenas notas. Llegó a fungir como profesor de aritmética para los alumnos del primer curso. Durante 1878 y 1882, cursó en dicho colegio preparatoria y filosofía, graduándose de bachiller en Filosofía en ese último año.

Médico de la UCV

            Tenía 17 años cumplidos cuando hace su ingreso a la Universidad Central de Venezuela (UCV) para estudiar la carrera de Medicina. Los reportes y certificaciones de estudios universitarios indican que  en casi todas las materias de los seis años de estudio logró la calificación de sobresaliente.  A los 23 años (1888) recibió el título de doctor en Medicina, distinguido como el más brillante estudiante de su época en esa casa de estudios superiores.

Paralelamente, con sus estudios de Medicina, daba clases particulares para ayudarse a sí mismo y a sus condiscípulos. Aprendió de un amigo sastre a hacer ropa masculina y se hizo sus propios trajes. Estaba convencido de que: “En el hombre el deber ser es la razón del derecho, de manera que el hombre tiene deberes, antes que tener derechos”.​

En el mismo año de su graduación, se traslada a ejercer la Medicina en su pueblo natal, no sin antes instalar un pequeño consultorio provisional, con el cual se va extendiendo su carrera como médico. En 1888, el rector de la UCV, Dominici, ofreció ayudarlo económicamente para montar un consultorio en Caracas, gesto que José Gregorio agradeció con estas palabras: “¡Cómo le agradezco su gesto, Dr. Dominici! Pero debo decirle que mi puesto no está aquí. Debo marcharme a mi pueblo. En Isnotú no hay médicos y mi puesto está allí, allí donde un día mi propia madre me pidió que volviera para que aliviara los dolores de las gentes humildes de nuestra tierra. Ahora que soy médico, me doy cuenta que mi puesto está allí entre los míos…».

 Viaja al exterior a profundizar conocimientos

Un año después de egresado como médico (1889), gracias a sus aptitudes personales y excelentes estudios universitarios es seleccionado por el gobierno de entonces, presidido por Juan Pablo Rojas Paul, para la misión de estudiar en los mejores centros de Europa, nuevas especialidades científicas que contribuirían a mejorar las ciencias médicas en el país. Con ese objetivo, José Gregorio pasa dos años entre París, Berlín y Madrid (1889-1891) perfeccionando sus conocimientos bajo la tutoría de ilustres científicos como el miembro de la Academia de Medicina de Francia Mathias Duval, Charles Richet (Premio Nobel 1913), profesor de Fisiología Experimental en la Escuela de Medicina de París  quien a su vez había sido colaborador de Étienne Jules Marey y discípulo de Claude Bernard, reconocido de la medicina experimental en Francia, sumándose a ellos,  Isidore Strauss, discípulo de Émile Roux y Charles Chamberland, quienes lo fueron a la vez de Louis Pasteur, de ellos recibe notables reconocimientos, entre los cuales destacó la «medalla de honor» como el mejor médico alumno de la Cátedra de Anatomía de la Facultad de Medicina de París, impuesta por el propio Strauss, jefe de la misma. En el laboratorio de Mathias Duval estudia las áreas de Microbiología, Histología Normal, Patología, Bacteriología, Embriología y Fisiología Experimental, entre otras. *Notas extraídas de escrito de J.I.Moreno León (Exrector de la Universidad Metropolitana)

Finalmente, asiste en Madrid a lecciones del padre de la Histología moderna y Premio Nobel de Medicina (1906), Santiago Ramón y Cajal.

Retorno a la patria, docente y científico

 Luego de su fructífera y bien aprovechada estadía en Europa, José Gregorio retorna a Venezuela en agosto de 1891 con conocimientos enriquecidos, revoluciona y actualiza el ejercicio de la Medicina y crea el Laboratorio de Fisiología Experimental, habida cuenta que trajo consigo los implementos para crearlo en el recién establecido Hospital Vargas de Caracas. Con la traída del primer microscopio al país, funda la cátedra de Histología, inicia una investigación experimental, en el espíritu mismo de lo que será la universidad venezolana, y será uno de los pioneros de la moderna Medicina venezolana.

Se inicia así su extraordinaria carrera de más de 23 años como docente universitario, científico y médico, la cual fue truncada por el fatal accidente que el domingo 29 de junio de 1919, en la esquina de Amadores de La Pastora, marcara su tránsito a la eternidad y la gloria. Refiere Moreno León que “un día antes había dictado su última lección en la Escuela de Medicina, en la cual se había desempeñado como titular de las cátedras de Histología, Fisiología, Bacteriología y Parasitología.

Fue además fundador de los estudios experimentales de bacteriología y de fisiología y de la primera cátedra de bacteriología establecida en América.   Como iniciador de los estudios de la medicina experimental en el país, el doctor Hernández fue igualmente cofundador de la Academia Nacional de Medicina. En su actividad docente hizo numerosas publicaciones e investigaciones de gran valor científico. Fue un excelente maestro que gozó del aprecio de sus alumnos, entre los cuales se destacan algunos que serían eminentes médicos, como Martín Vegas, Domingo Luciani, Diego Carbonell y Pedro del Corral. Por todas esas cualidades y su vocación de apóstol de la medicina, el doctor Miguel Yáber, su más destacado biógrafo, lo ha calificado como «…un modelo de universitario correcto, honesto, sencillo, humilde…quien en su vida profesional formó una escuela y dejó un modelo de vida universitaria…»

             Como académico, en su afán de transmitir sus conocimientos y experiencias médicas en su país, entre 1909 y 1913, el doctor Hernández realiza una serie de publicaciones científicas que lo llevan al más alto reconocimiento. Se reeditan sus Elementos de bacteriología, de consulta recurrente por los estudiantes; y como resultado de su investigación, acompañado de estudiantes y colegas, publica su importante trabajo “De la nefritis en la fiebre amarilla”; en abril de 1910 aparecen publicados en la editorial de El Cojo Ilustrado, sus “Elementos de embriología”; en abril, en La Gaceta Médica de Caracas, su trabajo “Lesiones anatomopatológicas de la pulmonía simple o gripal”; en 1912, con su discípulo Felipe Guevara Rojas, publica el “Estudio sobre la anatomía patológica de la fiebre amarilla”, entre otros trabajos.

Es considerado el impulsor y pionero de la docencia científica y pedagógica en Venezuela, basada en lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio. También coloreó y cultivó microbios e hizo conocer la teoría celular de Virchow. Por otra parte, es destacada su faceta como fisiólogo y biólogo, conociendo a fondo la física, la química y las matemáticas, ciencias básicas y trípode fundamental sobre la que reposa toda la dinámica animal.

 Poliglota y polifacético

       Hombre culto que quiso estar siempre a la altura de las circunstancias y así, participar en cualquier temática que se planteara. Al graduarse con el título de Doctor en Medicina, el 29 de junio de 1888, era dueño ya de inconmensurables conocimientos, hablaba inglés, francés, portugués, alemán e italiano y dominaba el latín;  tenía conocimientos de hebreo, era filósofo, músico y poseía además profundos conocimientos de teología.

Ciudadano sencillo y ejemplar

José Gregorio quedó huérfano de madre a la edad de 8 años. Este hecho influyo en su vida y no se casó, porque su padre, años más tarde murió dejando una familia formada por una madrastra y seis hermanos muy jóvenes de los que él se hizo cargo. Se los trajo a todos a Caracas y procuró brindarles un futuro mejor.

No se trasladaba en carro cuando iba a ver a los enfermos. Solo se vio  obligado a usarlo durante la época en la que la peste o “gripe española” (1918-1919) azotó a la ciudad. Así podía abarcar a mayor número de enfermos.

Era un conservador que se resistía al gomecismo, un médico que también escribía libros, un sacerdote frustrado.

El Dr. Hernández repartía los dones de la bondad en su entorno familiar, del que era sostén y guía espiritual. Le gustaba tomar aguamiel y comer hallacas; de hecho, viviendo en Caracas, las mandaba a hacer en Navidad para su familia”, contó Laura Zambrano, miembro de la Causa de Beatificación del Doctor José Gregorio Hernández.

Cabe destacar sus dotes de bailarín, en fiestas familiares en Caracas e Isnotú de su juventud. Siempre bien presentable, le gustaba recrearse; tenía talento musical  y tocaba piano en reuniones con amigas, una de ellas la hermana mayor de su amigo, Aníbal Dominici (médico y ex Rector de la UCV), de quien se decía estaba enamorada de él. Sus contemporáneas femeninas lo describían como un joven muy apuesto, educado, inteligente y con un excelente estilo al bailar. En su juventud, cuando realizaba su educación secundaria, se enamoró de una joven. No fue correspondido y dicen que ese fue su primer desencanto amoroso”, refiere el biógrafo Alfredo Gómez Bolívar.

Ser sacerdote: constante y vehemente deseo frustrado

Su carácter místico y su alto sentido de la religiosidad católica que profesaba, junto a la humildad manifiesta en su apacible vida, la sentida caridad con los pobres y el respeto a sus semejantes, fueron características en él que  lo acercaban a lo divino. De ahí que la faceta más reconocida y de mayor trascendencia de este gran venezolano la marcó su actuar como ejemplar modelo de vida cristiana que lo movió en dos ocasiones a tratar de seguir la carrera sacerdotal, intentos fallidos por problemas de salud.

En el marco de una vida, la de José Gregorio Hernández, brilla con las resonancias de la bondad y de una dimensión ética a toda prueba. Se distinguió por su fe inquebrantable en Jesucristo y en su iglesia.

Sobre la vida de José Gregorio Hernández, podríamos decir que dos fuerzas contrarias y complementarias tejen en esta vida: la vocación de santidad, que lo llevará por los caminos de la oración hacia una discreta soledad donde se abrirá el camino a lo divino, con su llamado y su imposibilidad a la vez; y su vitalidad en el estar-en-el-mundo, orientado por la ley moral de su corazón, desplegando la bondad, en su práctica médica y en la enseñanza, que lo llevó a ser una de las personas más queridas por sus contemporáneos; amor que no deja de multiplicarse desde aquel fatídico día de junio de 1919. El ansia de santidad va unida sin duda a la humildad,  otro de los grandes sentimientos cristianos que lo llevaban a no sentirse digno, tal como dice en profundidad la oración, “señor, no soy digno de que entres en mi casa”;  iluminado por el brillo de la fe desde niño que lo lleva a “estar en Dios”, a intentar alcanzar la experiencia de lo sagrado.

Una vida como desprendimiento y viaje a lo sagrado que lo llevará a habitar la oración como se habita el verso de un gran poema, a intentar huir del mundo; y así, en 1908 su retiro al monasterio La Cartuja de Lucca, en Toscana, Italia, donde, como Fray Marcelo vivirá en el silencio y en la oración; sin embargo, nueve meses después de su ingreso, enferma de tal manera que el Padre Superior dispone su regreso a Venezuela para su recuperación.  Luego, en 1913, insistirá en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma, pero una vez más sus planes se vieron frustrados por la enfermedad: una afección pulmonar que le forzó a retornar a Venezuela. Regreso en una suerte de imposición divina para “estar en el mundo” y asumir su destino en la enseñanza y en la práctica de proteger la salud de sus contemporáneos.

Se incorporó a la vida religiosa formalmente. Quiso seguir cursos en el Seminario Metropolitano de Caracas y así obtener las sagradas órdenes en 1909.

Perteneció a la Orden Franciscana Seglar de Venezuela (OFS), en la fraternidad de la Merced de Caracas, en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced de los Frailes Capuchinos, realizó su profesión como franciscano seglar. De ahí se desprende esa sensibilidad y amor por los más necesitados, vivió el carisma y la vida de San Francisco de Asís, reconociendo en el pobre a la persona de Cristo sufriente, a quien sirvió a través de sus pacientes. Vivió el Evangelio como San Francisco de Asís y lo hizo suyo. Su profesión en la OFS La merced la realizó el día 7 de diciembre de 1899 como consta en el libro de actas de la fraternidad (copia fiel).

José Gregorio Hernández: Pequeña figura, con traje negro y sombrero, que representa la grandeza de un hombre que tenía pensamientos como: “Esta paz interior de la que disfruto, la debo a la Religión Santa que recibí de mis padres”, el mismo que en tres ocasiones se ordenó para ser sacerdote y que antes de ir a visitar a los enfermos escuchaba toda la misa de rodillas. La llamada a la santidad nos la hace Dios mismo en el momento de crearnos: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1, 26).

José Gregorio, buscaba la santidad. Si nuestro Papa actual, hubiese vivido en su época, muy bien le hubiese insinuado este, su pensamiento: “No tengamos miedo a ser santos. Todos estamos llamados a la santidad, que no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios obre en nuestras vidas con su espíritu, en confiar en su acción que nos lleve a vivir en la caridad, a realizar todo con alegría y humildad, para mayor gloria de Dios y bien el prójimo”. Papa Francisco,  Octubre de 2013.

Hoy quiero repetir, José Gregorio, con la filosofía del movimiento eclesial Regnun Cristi: “No estás solo en la lucha por tu santificación y perfección. Cristo está a tu lado, su gracia te acompaña, la Eucaristía te robustece, su amor no te olvida”.

El médico de los pobres

Desde su graduación como médico, el Dr. Hernández tuvo una gran acogida de quienes fueron tratados por lo acertado de sus diagnósticos, consecuencia del exhaustivo examen e interrogatorio que hacía a sus pacientes.   Atendía a todos quienes le buscaban, pero los humildes tenían su preferencia, ellos lo adoraban. Don Bosco, sacerdote, fundador de los salesianos solía decir: “Haz el bien sin esperar agradecimiento de nadie, sino de Dios únicamente”. También esa, fue su filosofía.

Testimonios escritos conocidos,  manifiestan que desde el presidente de la República, Juan Vicente Gómez, que admiraba su genio profesional, hasta la casa más humilde de la ciudad, a la que llegaba, atendía al humilde paciente, y muchas veces salía a la botica más cercana y regresaba con los medicamentos que entregaba a su humilde paciente en gesto de bondad.  He aquí la razón de por qué lo llamaron “El médico de los pobres”

A su pericia sanitaria se unió la férrea voluntad de servir a los enfermos más necesitados y a denunciar las fallas del sistema sanitario de entonces. En las extensas biografías se documenta que veía a los pacientes de pie y que se cruzaba los brazos sobre el pecho.

JGH fue requerido por el pueblo y fue llamado santo por sus propios colegas, no solo por su personalidad científica, sino también por su ejemplar ciudadanía. Por eso y muchos atributos Luis Razetti lo escoge para “regularizar”  la salud en Venezuela y se convierte así en uno de los 35 fundadores de la Academia Nacional de Medicina.

Su reconocimiento como galeno con gran vocación social y compromiso cívico se hizo más que evidente a raíz de su trágica muerte cuando una multitud nunca vista en la Caracas de entonces acompaño el sarcófago con sus restos que fue llevado en hombros desde la Catedral Metropolitana hasta el Cementerio General del Sur.

 Su muerte trágica

A fin de resumir la información sobre su muerte, transcribo a continuación una nota publicada por el portal Wikipedia. Dice así: El 29 de junio de 1919 en horas de la tarde, José Gregorio Hernández salió a la esquina de Cardones a atender a una enferma, pero no pudo llegar porque fue atropellado por Fernando Bustamante (un joven mecánico…) en la esquina de Amadores, La Pastora, Caracas. El doctor Hernández cayó golpeándose la cabeza contra el filo de la acera, lo que ocasionó una fractura en el cráneo. De inmediato Bustamante lo recogió y lo llevó al Hospital Vargas. En ese momento, que llegaron al centro de salud, no se encontraba ningún médico, entonces fue a buscar a Luis Razetti. Cuando llegaron al hospital, se encuentran al sacerdote capellán, Tomás García Pompa, quien le informó que Hernández había fallecido, a sus 54 años de edad. Razetti firmó el acta de defunción, dicha acta apuntaba que además de la fractura de la base del cráneo certificada, tenía una ligera herida en la sien derecha, y un morado en la misma sien. Así mismo, las señales del golpe contra el poste de hierro era el brote de sangre por la nariz y la boca, más arriba de las rodillas tenía un franja de morada en ambas piernas.  Una vez examinado y amortajado el cuerpo, fue trasladado a la casa de sus hermanos Cesar Benigno y Sofía Hernández, que poseía el número 57, ubicada entre Tienda Honda y Puente de la Trinidad.

El presbítero García Pompa le impuso los santos oleos a Hernández en el lugar donde se había sido internado y la Madre Candelaria se encontraba allí orando por la salud del doctor.

A las 10:00 a. m. del día 30 de junio de 1919, en medio de una multitud, se inició el traslado del féretro de José Gregorio Hernández Cisneros al Paraninfo Universitario de la UCV encima de los hombros de sus estudiantes y discípulos, luego fue llevado hasta la Catedral Metropolitana, desde donde fue conducido hasta el Cementerio General del Sur donde fue sepultado. Caracas lo acompaño multitudinariamente. Tal fue la asistencia, dicen las crónicas, que sólo ha sido superada por las exequias rendidas a El Libertador, Simón Bolívar en 1842, con motivo de la repatriación de sus restos.

Refiere Moreno León que “…. Esa masiva manifestación de duelo causo sentido impacto en el entonces joven escritor Rómulo Gallegos, expresado en reseña de una revista de la época en la cual señalaba: «…no era un muerto a quien llevaban a enterrar, era un ideal humano que pasaba en triunfo, electrizándonos los corazones; puede asegurarse que en pos del féretro del doctor Hernández todos experimentábamos el deseo de ser buenos.» Una nota de duelo aparecida el día siguiente del sepelio en el diario El Universal resaltaba el modelo de vida de quien después sería llamado «el médico de los pobres» al afirmar: «…transitó su sendero dulcemente, con un amplio gesto de misericordia en su ademán, con una lumbre de éxtasis en los ojos acostumbrados a mirar al cielo y cuando alzo el vuelo, como el águila, habría dicho Martí, tenía blancas las alas.»

 Tiempos después, en un discurso en la Asamblea Legislativa de Trujillo, en Isnotú (3-10-1966), el ex presidente Rafael Caldera, al referirse a la trayectoria del doctor Hernández expresaba «… No se trata de un santo de tonsura, sino de uno cuyas estampas recorren el país tocado de sombrero tirolés; es un santo del pueblo, salido de la universidad; para él la santidad fue el ejercicio de la ciencia…»

Rumbo a la santidad

 

“Hoy Venezuela está de fiesta y rebosa de agradecimiento”. Tomando expresiones pronunciadas recientemente por nuestro Cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de Caracas y arzobispo metropolitano de Mérida, para informar a Venezuela la esperada decisión del Santo Pontífice: José Gregorio Hernández, “El médico de los pobres”, ya es beato; anuncio que fue recibido con alegría y máxima euforia por la feligresía de Venezuela, hecho este, celebrado en todo el país con repiques de campana, misas, oraciones y grandes elogios para  nuestro compatriota beatificado. Esta decisión, como entronización del nuevo Beato a los altares, será magnificada en acto especial a celebrarse  con gran solemnidad y la participación de la máxima jerarquía eclesiástica de Venezuela y el clero de todo el país, el próximo 30 de abril, en las instalaciones del Colegio de la Salle de nuestra ciudad capital, con cobertura radial y televisión en todo el territorio nacional.

Cumplido el proceso de la beatificación, el siguiente paso a dar es lograr su canonización que lo habrá de convertir en el primer santo de Venezuela, entonces será llamado “San José Gregorio Hernández”  y será un faro de luz que iluminara y protegerá al espacio geográfico de Venezuela y todos sus hijos. ¡Alabado sea Dios, bendito seas!

José Gregorio es la expresión más esclarecedora del venezolano de ayer, de hoy, y es luz para el mañana que tenemos que construir”.


*Doctor en Cooperación Internacional. Integración y Descentralización: Los Desafíos del Desarrollo Internacional

  

 

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