Regional

125 que cambiaron al Táchira | San Cristóbal: entre lo flexible y lo radical

18 de julio de 2020

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José Luis Guerrero

Fotos: Gustavo Delgado

 

El comercio, poco a poco trata de nivelarse. Se trabaja solo 12 días al mes. (Foto/Gustavo Delgado)

San Cristóbal no tuvo fiesta de cumpleaños este año. 16 días antes del 31 de marzo, el lunes 16, comenzó la cuarentena social comunitaria con la firma del decreto de estado de excepción, que da poderes al presidente Nicolás Maduro y restringe garantías constitucionales. Medida preventiva urgente contra la pandemia del covid-19.

Confinamiento total, que se transformó en calles vacías, comercios cerrados, clases suspendidas, “compras nerviosas” de alimentos y cadenas de comentarios por redes sociales sobre este coronavirus que generaron un temor colectivo. Se reportaban los primeros 36 contagiados en el país.

Han transcurrido 18 semanas, 125 días, 3 mil horas, y la Villa de Juan Maldonado se resiste a permanecer en cuarentena. Su economía ha sido seriamente golpeada tras el cierre de todos los sectores económicos, a excepción de los priorizados: alimentos y medicinas. Se ha incrementado el comercio informal.

La frontera fue cerrada por orden del presidente de Colombia, Iván Duque, y comenzó el ingreso por los municipios fronterizos de decenas de venezolanos, llamados retornados, desesperados al no tener ingresos diarios. Son, en su mayoría, trabajadores informales.  Muchos de ellos, ahora migrantes internos en San Cristóbal, se ubicaron en los alrededores de Los Pequeños Comerciantes, una copia pequeña de La Parada de Cúcuta en la ciudad.

Cerrada la frontera, los precios de los alimentos se dispararon. Un cartón de huevos llegó a los 20 mil pesos; una harina de maíz sobre los 8 mil pesos. Luego se nivelaron: hoy cuestan 7 mil pesos y 3.500 pesos, respectivamente.

Pietro Cennicola, presidente de la Asociación de Comerciantes del estado Táchira, Aceta, resume que la actividad  comercial formal está reducida 35 % debido a la situación país. Actualmente opera solo 50 %, que representa unas 1.300 patentes activas.

Con el correr de los días, los comercios abrieron sus puertas “a escondidas”, pero los clientes, muy pocos. Se mantiene “Quédate en casa”, y hay temor por el virus.

Desde el pasado 8 de julio comenzó la etapa de flexibilización 7+7. Una semana relax, y otra semana radical.

En la semana flexible, es una ciudad adaptada a medio turno de operatividad. Entre 7:00 de la mañana y 1:00 de la tarde es el movimiento general de personas. Luego de las dos de la tarde, confinamiento total. Sin transporte público, lo que queda es caminar o pagar un mototaxi, que por lo general cobra 5 mil pesos colombianos.

Los bancos abren sus puertas de manera muy controlada. Las personas buscan reactivar sus tarjetas bloqueadas y retirar dinero en efectivo, billetes venezolanos que escasean por todos lados y esto obliga a pagar el pasaje en pesos, por ejemplo.

El casco central de San Cristóbal luce descuidado. Transcurren los 124 días con serios problemas de basura, que se suman a los cortes eléctricos y fallas de redes de comunicaciones. El gas es otro reclamo.

El tema gasolina para todos va por fases. En la primera etapa de cuarentena, antes del sistema 7+7, solo era para los incluidos en sectores priorizados. No había combustible. Tras la llegada de los barcos de Irán con gasolina, vino el aumento del litro a 5 mil bolívares y en divisas a 0,50 dólar. En semana flexible venden, en radical nada.

Lo positivo está en manos de las personas. La pandemia ha abierto la posibilidad a muchos emprendimientos y el servicio delivery se ha impuesto como alternativa de ventas directas a casa. Pero otros, los más pobres, sufren por los altos costos de alimentos y medicinas. Sus ingresos no superan los 900 mil bolívares, si gana sueldo mínimo y bono de alimentación; si es pensionado/jubilado hace milagros con 400 mil bolívares.

Ya se impone el fumigar las cargas de origen y destino para las empresas y comercios.  Aparecen las cabinas de desinfección al entrar a los locales comerciales. Las pistolas para medir la temperatura corporal se hacen comunes.  En los pisos, a las puertas de comercios, marcan el distanciamiento social, que muchos ignoran. Es el nuevo formato comercial al que nos adaptamos.

Los cuatro ciclos de cuarentena cierran con 10 portadores del covid-19 en San Cristóbal y 91 en todo el estado, de los 10 mil 854 registrados a nivel nacional, hasta este jueves. Hay 104 fallecidos, de ellos cinco en Táchira y uno en San Cristóbal, en el sector Madre Juana. Un hombre de 58 años de edad. El uso del tapabocas es obligatorio.

La falta de personal sanitario, como médicos y enfermeros, preocupa, así como la carencia de equipos de bioseguridad. Pocos guantes, pocos tapabocas, muy poco desinfectante, para la necesidad del personal de primera línea en todos los centros asistenciales. Es tema recurrente durante toda la cuarentena, con pocas respuestas.

Los mercados municipales y a cielo abierto están en el ojo del huracán. Los segundos ya fueron suspendidos, como Dimo, en La Concordia; los primeros abren de 7:00 a.m. a 1:00 p.m., con normas sanitarias y mucha supervisión. El alcalde, Gustavo Delgado, ha reiterado su preocupación ante el temor de brotes covid-19. A esta angustia se suma que la alcaldía no tiene dinero para operar y activó canales electrónicos para que paguen los deudores.

La ciudad, en lo radical luce desolada. Solo abren sus puertas los sectores priorizados. Hay transporte urbano, con muy pocas unidades; se imponen las barreras de cierre para transporte suburbano en los puntos de control.

El tiempo transcurre entre lo flexible y lo radical. Muchos adaptados, otros no. Impacientes en casa, pero no hay alternativas. La pandemia lo amerita. La primera quincena de julio cierra con Registro Electoral abierto para la inscripción de votantes jóvenes, inicio de vacaciones escolares y actos de grados suspendidos. La ciudad en sus 459 años sigue escribiendo historia en su crónica del tiempo.

 

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