Regional
“Tenemos que resolver el tema Esequibo a través de la negociación”
14 de abril de 2025
Freddy Omar Durán
La visita del embajador Julio César Pineda a su terruño tachirense, con motivo del cierre en San Cristóbal de la celebración aniversario de la Universidad de Los Andes, fue el mejor momento para un abrir de puertas a su amplia experiencia y sapiencia en el mundo diplomático.
Hoy, ante un escenario internacional tan turbio e incierto, sus avezadas observaciones emitidas a través del programa Brújula Internacional transmitido por el canal Globovision, cobran sobresaliente mérito.
Su estadía en San Cristóbal obedeció a su interés de conocer los proyectos que desarrolla en innovación educativa a través de la filosofía pedagógica NARbed, responsable de su visita; y el proyecto Parque Biotemático La Chucurí, que involucra entre otros entes públicos y privados a la ULA-Táchira y la Alcaldía de San Cristóbal.
Hombre con 55 años en el campo de la diplomacia, nacido en La Grita, municipio Jáuregui, y quien siempre ha reconocido en su esencia andina, laboriosa, prudente, instruida y responsable, el ingrediente de una gran aventura, que no solo ha marcado un recorrido por diversos países, sino su proyección ante los medios de comunicación nacionales tanto en radio, televisión y prensa, que siguió con más intensidad luego de una carrera universitaria por la UCV y la Universidad Católica, entre otras.
Estuvo presente en conflictos como La Guerra del Golfo, y las guerras civiles en Líbano y recientemente Siria, y testimonio de ellos y de sus encuentros con presidente de Estado y personalidades históricas, lo ha ofrecido ante las principales televisoras nacionales desde los años 90 del siglo pasado.
Un mundo distinto
— ¿Cómo la diplomacia lo capturó a usted? ¿Usted estaba interesado en el mundo diplomático o fueron circunstancias de la vida?
— Bueno, creo que todo son muchas veces circunstancias. Algunos hablan del cisne negro, que es aquello que uno no piensa que va a pasar y pasa, y que tiene consecuencias, como lo refleja Nassim Nicholas Taleb, en su obra El Cisne Negro. Hay cosas que no esperaban que llegaran, y llegan. En mi caso, yo había estado como estudiante en Europa, visitando los países, cuando era alumno de la Universidad Central de Venezuela en Derecho, y Filosofía en el Pedagógico de Caracas. Tenía pocos recursos económicos, pero las becas que ofrecían estos países permitían ir a hacer estudios de postgrado, en mi caso, en Ginebra y París. Lo cierto es que, al estar en Europa, quería ingresar a la diplomacia. Ingresamos a la Cancillería, en el primer gobierno de Caldera, con el doctor Calvani como canciller, junto con diplomáticos que aún están vigentes, como Roy Chaderton.
— Cuando usted empezó en la diplomacia, ¿cómo era el mundo de aquel entonces?
— Bueno, iniciamos en el 70, que era un periodo ya de complicaciones de la bipolaridad. En esa época el mundo era más fácil, porque todos los conflictos en el mundo los dirigía o los resolvía Washington o Moscú. O se ponían de acuerdo, como la Crisis de los Misiles de Cuba, precisamente cuando Kennedy y Khrushchev prefirieron llegar a la diplomacia y no a la guerra nuclear. Entonces, por supuesto que era un mundo de confrontación, pero ya de declive. De hecho, yo fui después diplomático en Moscú, en la época de la Caída del Muro de Berlín, con Gorbachov. Hoy en día es un mundo disruptivo, sobre todo con la presidencia de Trump, que ha hecho realmente un desorden mundial, sobre todo en el económico, y las alianzas que ha logrado ahora con Moscú, donde China parece ser la amenaza. Es decir, en el mundo de aquella época de los setenta era el mundo bipolar; ahora estamos definitivamente en un mundo multipolar, donde destacan Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea.
— Hay una historia aún por escribirse que se refiere a los tachirenses en el mundo de la diplomacia o que han intervenido en momentos claves de la humanidad, como en el caso de Rafael Nogales Méndez
— Le agradezco mucho esa pregunta, porque habrá que estudiar más la presencia tachirense en el mundo internacional. Efectivamente hay una figura muy querida por los turcos como fue Rafael Nogales Méndez, de acá de San Cristóbal, que estuvo en la Primera Guerra Mundial como alto general del ejército otomano, o en el frente contribuyendo a la victoria de los rusos en la batalla de Van, o cuando fue enviado al Medio Oriente en Jerusalén, en la época de Lawrence de Arabia. De Nogales Méndez poco han hablado, teniendo en cuenta que había estado en la Revolución Mexicana y en la Revolución Sandinista. Fue un hombre de una habilidad extraordinaria, era un luchador permanente, muy pequeño de estatura, perseguido por Castro, después por Gómez, y cuando lo dejaron entrar a Venezuela ya era muy tarde, y estaba muy enfermo, pero sirvió como cónsul nuestro en Panamá”.
— Otro caso emblemático lo tenemos en la trágica historia de Diógenes Escalante.
— Estuvo con Alberto Adriani, con quien estudió en la Universidad de Los Andes. Lo acompañó en la primera conferencia mundial para crear a la Sociedad de las Naciones en 1919. Lo importante es que después fue embajador en Washington. Es quien le presenta a Medina, precisamente, Mallet-Prevost, testigo de las prebendas que llevaron a Venezuela a perder el Esequibo. Por las circunstancias de la vida, no había candidato idóneo después de las dictaduras. Isaías Medina Angarita quería más democracia, y sugerían traerse al embajador que era de Washington, como el mejor candidato para ser presidente. Y la locura llegó a él. Dicen que el poder enloquece. Un hombre dedicado a la diplomacia, de repente, en plena tormenta política, en el Hotel Avila un día amaneció pidiendo las camisas, y queriendo ir al Palacio de Miraflores sin ropa adecuada. Era un tachirense muy culto. Bueno, murió en un manicomio en los Estados Unidos, donde fue traslado de regreso por orden del presidente Harry Truman, pero había aportado muchísimo.
— ¿Usted cree que en este mundo tan conflictivo, tan particular, porque ahora no sabemos qué es blanco y qué es negro, porque ya todo eso se ha difuminado, por decirlo así, la diplomacia sigue jugando un papel fundamental, o estamos dependiendo de las soluciones simplemente a partir de las decisiones discrecionales del gobernante de turno?
— Deberíamos realmente superar esta situación porque estamos en una crisis terrible, las guerras de Rusia y Ucrania, la situación entre Palestina e Israel, los conflictos en el África, las contradicciones en América Latina entre oposición y gobierno, es decir, un desorden internacional, con el peligro que hay bombas atómicas y que cualquier guerra ya no sería como la primera o segunda, con armas convencionales sino de destrucción masiva, y no habría más seres humanos. Y la inteligencia artificial hace peor todavía el panorama, si se emplea mal. Por eso hoy en día la diplomacia es el único recurso que tenemos, ateniéndonos al artículo 33 de la Carta de Naciones Unidas, que aboga por la solución pacífica de las controversias internacionales. Y hay que sentarse a negociar.
— A renglón seguido, Pineda reafirmó su convicción de que la negociación entre los gobiernos de Guyana y Venezuela es la única opción para la resolución del diferendo
— Yo, por ejemplo, conversaba con algunos profesionales de Táchira sobre el caso de la Guayana Esequiba, que es un territorio de ciento sesenta mil kilómetros cuadrados que tenemos que insistir en que es nuestro y negociarlo; pero negociarlo no como ha hecho Guyana, llevarlo a un tribunal internacional y esperar una decisión, sino negociarlo diplomáticamente, como está haciendo Argentina con las Malvinas. Yo recuerdo que viendo periódicos en 1899 es interesante cómo en el Táchira, tan lejos del Esequibo, había manifestaciones en favor de Venezuela y contra el imperio inglés. Inclusive Monseñor Jáuregui convocó una reunión a la población para defender el Esequibo desde el Táchira. He conversado con profesores y estudiantes aquí y sienten el Esquibo en carne propia, porque hace parte de la unidad de Venezuela”.
— ¿Qué recomendaciones usted les daría a las futuras generaciones, especialmente a aquellos que quieran entrar en el mundo de la diplomacia?
— Yo creo que fue la vinculación más grande que estuve en la familia, de que siempre los padres quisieron que uno fuese mejor. Yo recuerdo mucho al “viejo” que decía “más que tener, es mejor ser más”. Y efectivamente es bueno tener, pero es mejor ser más, y ser más en la educación es lo único, y por eso yo me sentí orgulloso de estos viejos que nos llevaron a Caracas, nos permitieron ir a la universidad, nos mandaron al exterior. Yo quiero que los gobiernos se preocupen más por la educación, y que los jóvenes aprovechen toda oportunidad de estudiar y avanzar, es lo que da en la vida, partir del concepto aquel socrático: Yo sólo sé que no sé nada, así que tengo mucho que aprender”.