Una mujer con suficiente capacidad gerencial
23 de agosto de 2021
Freddy Omar Durán
Ha partido de este mundo doña Gloria Niño de Cortés Fornes, pilar fundamental de Diario La Nación desde el lanzamiento de las primeras pruebas de rotativa, a finales de 1968, hasta su consolidación como el medio impreso más importante de los Andes venezolanos.
Inevitable resulta la profunda tristeza que embarga al mundo empresarial, deportivo y comunicacional de la región por tan irreparable pérdida; pero en medio de la pena se yergue el resplandeciente legado de doña Gloria, quien sin duda fue partera, madre y alma al mismo tiempo de una institución periodística que con actitud visionaria, junto a su esposo, don José Rafael Cortés, incorporó la noticia regional al pensar, sentir y platicar de los tachirenses.
La máxima confidente del señor Cortés en sus aventuras empresariales y políticas; pero también su persona de mayor confianza a la hora de emprender los proyectos más riesgosos, y por esto no dejaría de nombrarla en sus columnas de opinión, y dedicarle sus más inspiradas palabras, como aquellas escritas a propósito de un año más de matrimonio y que bien resumen lo que ella fue: “¿Qué le puedo decir a la compañera inteligente, trabajadora y comprensiva que durante estos últimos 34 años ha sabido poner al mal tiempo buena cara? Sencillamente, gracias. Así de simple. Pues Gloria sabe comprender que en una sola palabra la acompaño, mi amor, mi gratitud y mis más nobles sentimientos”.
Encarnación de la matrona tachirense, de temperamento franco y sincero, en su rostro y gestos se leían diáfanamente las emociones que emanaban, sean estas tristeza, alegría, rabia o preocupación, acompañadas del dulce acento de la tierra andina que amaba; pero, al mismo tiempo, poseedora de un fino olfato de emprendedora que le indicaba lo que los lectores de Diario La Nación querían, las expectativas de los anunciantes, y cómo enfrentar la tan incierta situación del país. Estaba firmemente arraigada en valores tradicionales tachirenses, como la humildad, el trabajo, la honestidad, la familia y la religión, siempre bajo un espíritu de adaptación al cambio, que ha hecho que hoy en día La Nación sea una marca asociada a diversidad de productos comunicacionales.
Para la junta directiva, el plantel de trabajadores y sus socios comerciales, no solo se produjo la desaparición física de la Editora General: nos abandonó una mujer como pocas, con un corazón grande de madre, como tenaz fue su pulso empresarial. Por su oficina pasaron los personajes más encumbrados de la política tachirense y nacional, del mundo empresarial, y allí también fueron recibidos los más humildes ciudadanos interesados en presentar al colectivo sus quejas, inquietudes, realizaciones y sueños. Ante ninguno de ellos se hizo más o se hizo menos, y siempre tratándolos con el debido respeto que merecían, siempre con su dilatada sonrisa como carta de presentación personal.
Destacada deportista en su adolescencia por los años 40, en todas las disciplinas fue campeona, especialmente en el basquetbol, una experiencia que, aunque abandonó a muy temprana edad, le dejó enseñanzas básicas como la disciplina, la vida sana y el actuar estratégico, las cuales siempre supo aplicar en su rol de negocios.
Sus hijos: José Rafael (+), María Lourdes, Aura Rocío, Angela María, Ana Cristina, María Eugenia, Gloria Coromoto y Fabio Antonio, todos ellos integrantes de una gran familia que formó junto al fundador del Diario La Nación, José Rafael Cortés, con quien mantuvo un vínculo matrimonial de 45 años, solo interrumpido por el sorpresivo fallecimiento del consorte en 1999.
Por sus hijos luchó a brazo partido, y sufrió por ellos las más duras pruebas de la vida, teniendo incluso que ver cómo algunos se le adelantaron al más allá, y cómo otros estuvieron sometidos a terribles amenazas.
En su desempeño gerencial en Diario La Nación no estuvo a la sombra de José Rafael Cortés, ni siquiera se le podría considerar su mano derecha, pues ambos conformaron un imbatible equipo desde el primer día, y se complementaban como la Luna y el Sol. Esa misma sonrisa que se explayó en su rostro, cuando por fin salió el primer ejemplar de Diario La Nación, la acompañaría a diario en sus recorridos por la sede, o cuando, ajetreada por mil y un compromisos, se acomodaba muy puntual en su escritorio.
La mayor herencia que recibió don Rafael Cortés consistió en aprender a sortear los avatares de Venezuela y las circunstancias personales. El peso de las responsabilidades o el dolor por la pérdida de su compañero de vida, más que endurecer su corazón, lo hizo más abierto para escuchar a sus trabajadores y felicitarlos o reprenderlos, siempre con consideración y calidad humana por delante, pues sabía reconocer en su personal el motor de la productividad.
Ella nos enseñó que ni por muy placenteros o dolorosos que fueran los momentos vividos en las diarias faenas del diario, prohibido era detenerse, así tuviésemos que amarrar en el fondo de nuestras almas la dolorosa ausencia de quienes nos acompañaron en una misma batalla. Hoy esa oficina desde la cual visitantes y trabajadores le podían saludar estará vacía; pero ahora pasará a ocupar un puesto en los corazones de quienes la quisieron y admiraron.
Hoy todos los espacios de Diario La Nación están de luto: ha muerto doña Gloria Niño de Cortés.
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