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Víctor Matos
En buena parte del mundo occidental se festejará este martes 31 de octubre el Día de las Brujas, o Fiesta de Halloween, motivo de numerosas novelas de ficción de terror, de escalofriantes series de televisión y de películas que invocan a siniestros personajes del más allá.
Sin embargo, muchos desconocen el origen de esta orgía del miedo y del espanto difundida a través de los medios audiovisuales, en donde se narran historias satánicas, de murciélagos y vampiros, de poseídos por el mal, en donde el Infierno hace poner los pelos de punta y la piel de gallina a los más desprevenidos que aún creen en los cuentos de calleja.
Pues la historia narra, escribe y acontece sobre el infausto episodio vivido en enero de 1692 en la localidad de Salem, estado de Massachussets, Estados Unidos, en donde se llevó a cabo el juicio contra unas mujeres acusadas de practicar la brujería, que formaban un grupo de adolescentes que empezaron a sufrir convulsiones y espantos incontrolables, y que acabaría con la vida de varias personas.
En la Europa de entonces fueron miles las mujeres que ardieron en la hoguera, tras ser sometidas por horribles torturas, a quienes se les sindicaba de practicar pactos con el diablo.
Para el 1620, en los Estados Unidos, los primeros colonos procedentes de Inglaterra y los Países Bajos, mejor conocidos como los Padres Peregrinos, fanatizados por el puritanismo que reinaba entonces, empezaron a realizar las llamadas cacerías de brujas, cuyo caso más impactante fue el juicio celebrado en la colonia de Salem.
Se atribuye al reverendo Samuel Parris, que se había obsesionado por ganarse el amor de Dios y el respeto colectivo, quien capitaneó a través de su arrogancia el llevar al tribunal a un grupo de muchachas en febrero de 1692 por algunos hechos considerados extraños soportados por actos raros condenados por la postura puritana, que estalló en una alarma colectiva con testimonios falsos sobre blasfemias y maldiciones que escandalizaron a las mentes ignorantes que no concedieron perdón alguno a las inculpadas, que finalmente perecieron ante la decisión inhumana a que se llegó.
Algunos creen que los motivos de las convulsiones que algunas sufrieron, era porque padecían de epilepsia o el consumo de plantas de origen tóxico como las que se dicen se forma el LSD o ácido lisérgico que motivó una histeria colectiva que consumó los terribles acontecimientos ante el asfixiante clima de pasión religiosa que silenció el verdadero crimen cometido en el nombre del Supremo.
Los tiempos fueron cambiando. La civilidad se impuso. El atroz acoso religioso disminuyó y la racionalidad trajo a recordar la fecha como una gracia o una desgracia de la ignorancia colectiva que hoy simplemente ni asusta a los más desprevenidos.
La fiesta de Halloween
rinde homenaje a la muerte
La Noche de Brujas o el Halloween, se ha convertido en una de las fiestas favoritas de los niños, que se disfrazan de personajes maléficos en medio de la risa y en franco gozo con el terror, y que cada 31 de octubre forma parte de la agenda de numerosas escuelas para menores como guarderías y pre-escolares.
Los pequeños se disfrazan de personajes malignos y juegan para espantar sus miedos, en celebración ingenua de la muerte a través del ropaje de milenarios representantes del mal, como calaveras ambulantes, dráculas furtivos, murciélagos y demás, que han convertido esta fecha en emblema del susto que dan los menores blindados con sus respectivos ropajes para pasar anónimos.
El Día de Halloween es pues una ocasión extraordinaria para disfrazarse de una manera especial y así causar miedo a quienes rodean al personaje y sobre todo para espantar al prójimo, enfrentándose de una forma lúdica y divertida para meter miedo a quien se le cruce en el camino, tradición nacida en Europa y que pronto contagió a los países de América, en donde desde los Estados Unidos, pasando por México, Canadá y el resto de América Latina, se hace un alto a los compromisos cotidianos para llevar horas de esparcimiento a los pequeños, que con sus máscaras asustan para definir lo que es el bien sobre el mal.
Y lo que era pues considerado un “divertimento” de jóvenes y adultos, en nuestro país se ha circunscrito al nivel infantil para el gozo de la gente menuda y su conocimiento sobre el espanto a través de una careta.
Víctor Matos
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