Reportajes y Especiales
José Gregorio: señales de un breve paso por el Táchira
28 de abril de 2021
Transcripciones de cartas atribuidas al diario de José Gregorio Hernández dan cuenta de que habría estado en la entidad a principios de 1889. Es poca la documentación al respecto, porque esta es una investigación sin punto final
Por Daniel Pabón
Situémonos en junio de 1888. Terminados con éxito sus estudios de medicina, José Gregorio Hernández (Isnotú, 1864 – Caracas, 1919) insiste en dar cuenta de sus conocimientos ante un jurado riguroso que le permitiría obtener el título de médico en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Así lo cuenta el presbítero Carlos Javier García Mora, en unas palabras con motivo de su reciente juramentación como presidente de la Academia de Historia del Estado Táchira, a mediados de abril.
José Gregorio quiso ser médico, no sólo para seguir las indicaciones sensatas de su padre, sino también para paliar los males endémicos de la ruralidad venezolana, expresó García Mora. Por ello se traslada a su tierra natal para hacer medicina rural. “No solo el Dr. Dominici (rector de la UCV) le ofreció ayuda para que abriese un consultorio en Caracas. Otros casi le rogaban que lo hiciera ante la carencia de profesionales afables y competentes. Pero al muchacho, con apenas 23 años, le sonaba a infidelidad y blasfemia dejar a los suyos plantados. Con los pocos enseres que le eran propios, entre los cuales había más libros y tubos de ensayo que ropa, programó el largo viaje al apartado y raquítico pueblo”.
El libro “Se llamaba José Gregorio Hernández”, de Francisco Javier Duplá y Axel Capriles (abediciones, 2018), habla sobre el paso de ese joven José Gregorio por los Andes venezolanos y describe cómo por entonces buscaba lugar donde establecerse como médico: “Durante los últimos meses de 1888 y comienzos del año siguiente vuelve a visitar Boconó y Valera, atraviesa los Andes y llega hasta Colón en el estado Táchira, pero no encuentra condiciones apropiadas, en parte por la oposición de los médicos que ya ejercen en esos lugares, en parte también por el ambiente político que se está formando y que lo va a considerar como enemigo”.
Poniendo la idea en contexto, el gobierno local era liberal y, por ese tiempo de alta efervescencia política, prácticamente el que no era liberal, como Hernández, era considerado godo (afín al partido conservador del siglo XIX) aunque tampoco lo fuese.
“Mañana me voy para el Táchira”, le escribió José Gregorio a su amigo Santos A. Dominici en una carta fechada en Isnotú, estado Trujillo, el 24 de diciembre de 1888. Era para la fecha un joven recién graduado, con 24 años de edad cumplidos.
Aquel anuncio de seis palabras está inserto en un relato que Hernández le hace a Dominici sobre “una de las escenas más dramáticas” que había visto en su pueblo, Isnotú, apenas hacía dos días: lo llamaron para atender a un grupo familiar cuyos integrantes, dice, “se habían envenenado, supongo que con unas caraotas venenosas, porque es caraota lo único que han comido”. Esta carta aparece transcrita en la revista “Memorias de Venezuela”, una publicación del Centro Nacional de Historia, en su número 66 de junio de 2019.
En otra carta que José Gregorio dirige a Santos A. Dominici, amplía: “El 24 de diciembre, sin esperar la Nochebuena, salí muy temprano hacia Valera para venir hasta Colón, en Táchira, casi en la frontera, casi en lo último, en un postrerintento de asentarme por un tiempo en estos lugares. No es posible. He recibido aquí tantas muestras mal disimuladas de agresivo rechazo político, que resigné todas mis esperanzas. Los jirones de la Guerra Federal siguen aquí vivos, sangrantes, como la cabeza de los condenados que en la Colonia ponían como escarmiento a la entrada de los pueblos. Comprendo a mi padre cuando al escribir a mi hermano César, le recomienda que no pierda más tiempo y se vaya, porque no hay en estos horizontes esperanzas para el porvenir, y menos para la juventud”.
La Guerra Federal fue un enfrentamiento entre tendencias conservadoras y liberales en Venezuela entre los años 1859 y 1863.
Este segundo fragmento de carta transcrita que citamos está contenido en el libro “José Gregorio Hernández, un milagro histórico”, firmado por Raúl Díaz Castañeda y editado por la trujillana Universidad Valle del Momboy (2014). Está fechada en Colón el domingo 14 de enero de 1889, y empieza con esta oración: “Fui a misa temprano, y con mucha tristeza”. Lo que José Gregorio lamentó hasta el llanto, escribiéndole a Dominici hijo, fue la destitución del doctor Aníbal Dominici, su padre, como rector de la UCV, que meses atrás había ordenado el caudillo liberal Joaquín Crespo.
El autor Díaz Castañeda, desde Trujillo, le confirmó a Diario La Nación que las cartas contenidas en su libro “José Gregorio Hernández, un milagro histórico” son reproducción exacta, sin tachaduras ni enmiendas, de un viejo texto publicado por los sobrinos de Hernández. El milagro que expone en su obra es que José Gregorio, con su sabiduría y su fe, con su racionamiento y su espíritu, pudo sobrevivir en una época tan corrompida, dice, como la de Cipriano Castro. “El milagro fue el haberse encontrado a sí mismo y el haberse transformado para hacer un servicio extraordinariamente excepcional”.
Paso andino
Salió de Isnotú sin esperar la Nochebuena de 1888, pero lógicamente no llegó a Colón de inmediato. Al describir su recorrido, Hernández le cuenta a su amigo Santos A. Dominici que pensó “pasar calladamente por Valera y seguir hacia La Puerta”, pero como anécdota le refiere que lo atraparon los Salinas. “Y otra vez la parranda y mi debilidad, el baile. Estuvimos bailando toda la noche, hasta las cuatro de la madrugada, cuando con el cuerpo que no me valía un comino, magullado como si hubiera recibido una paliza de mil demonios, salí hacia Timotes”.
Y de Timotes a Mérida, donde precisa una estancia de cinco días, “primero porque era necesario descansar las bestias y porque mi sirviente tenía que hacer algunas diligencias allí, y segundo porque me invitaron a una fiesta en la noche de Año Nuevo, ofrecida por el Presidente del Estado”. José Gregorio desprende en esta carta los mejores halagos hacia la capital andina: “Mérida es otro mundo, la gente está educada a la antigua y hace de la gentileza y las buenas costumbres un punto de honor. Todos conocen el Carreño, creo que aprenden a leer en él. Una ciudad de campanarios y sosiego, de pesebres que muestran una esmerada creatividad de anime, de algodón, de musgo; el Santo de Asís la hubiera hecho suya”.
En una tercera carta que citaremos, esta otra también publicada en la revista “Memorias de Venezuela” en su número de junio de 2019, José Gregorio escribe otra vez de regreso a Isnotú, en Trujillo, con fecha 4 de febrero de 1889. Al inicio de ese escrito, le da cuenta a Santos A. Dominici de lo siguiente: “Al llegar a casa después de mi viaje al Táchira tuve el placer de leer tus cartas decimaquinta y decimasexta”.
Igualmente desde Isnotú, en una cuarta y última carta que citamos, del domingo 11 de marzo de 1889, Hernández empieza escribiendo: “Regresé de Colón hace un mes”. En este escrito José Gregorio le confiesa a su amigo que no es el mismo. Que es otro, aunque no sabe quién es. “La ingrimitud del páramo me cambió. O me reveló. Un mes de meditación, de íntimas confesiones conmigo mismo, con las dudas y el fervor de San Agustín”.
En esta carta del 11 de marzo de 1889, transcrita también en el libro de Díaz Castañeda editado por la Universidad Valle del Momboy, José Gregorio comunica su decisión de cerrar ese diario ese día. Escribía, para la fecha, que habían pasado siete meses desde su salida de Caracas a la montaña. Él los sintió en su espíritu y en su existencia “con el peso de siete milenios”, escribe apesadumbrado.
Apenas cuatro meses después, el 31 de julio de 1889, Hernández recibió la noticia de una resolución del entonces presidente de la República, Juan Pablo Rojas Paúl, con el voto del Consejo Federal, que dispone enviarlo a él a París, Francia, a estudiar determinadas especialidades científicas. Esto lo documenta el padre García Mora en su discurso de investidura como presidente de la Academia de Historia del Táchira el pasado 14 de abril.
En ese acto reciente, el presbítero e historiador valoró la importancia de este hecho que marcó el destino de José Gregorio: “Hernández entendió que no se le perdonaría defraudar a un país que depositaba en él un proyecto largo tiempo acariciado, como era el de mejorar la atención médica y disponer de los aparatos que en el resto del mundo medianamente civilizado contribuían a hacerlo más fácil todo”. Así emprendió viaje a Europa. Retornó a Venezuela en 1891.
Colón de convergencias
¿Por qué San Juan de Colón estuvo en la ruta andina de José Gregorio Hernández? El investigador tachirense José Antonio Pulido compara al pueblo de Colón de ese entonces como La Guaira lo era para Caracas. Una suerte de puerto; un sitio de encuentro al cual llegaba la gente que venía al Táchira desde otras partes, quienes primero pisaban ese pueblo e incluso muchas veces se alojaban allí, comenta el también individuo de número de la Academia de Historia del Táchira.
También el Colón de entonces estaba en pleno florecimiento económico, como destaca desde esa tierra el antropólogo Anderson Jaimes. En entrevista con la corresponsalía de la zona norte de Diario La Nación, comentó que un personaje de Colón afirma tener un récipe firmado por el doctor Hernández, el cual conserva una familia. Por tradición oral se comenta que el médico pudo haberse hospedado en los espacios de una esquina del pueblo donde ahora se observa una antigua casona blanca y que antes fue el Hotel Bolívar.
“No le fue bien en Colón ni le fue bien en el Táchira. Lo veían como un rival los curanderos y los médicos de entonces, decían que era un patiquín que estaba en contra del gobierno, esa fue la forma de desprestigiarlo”, complementa Jaimes.
Pulido coincide con otras fuentes vivas consultadas para esta nota periodística en que no hay más profundización sobre este tema, el del paso del próximo beato de la Iglesia venezolana por el Táchira, debido al difícil acceso a más archivos.
Se ha comentado desde la tradición oral acerca de una visita de Hernández a La Grita, entonces epicentro cultural y educativo de la región por la influencia del colegio de monseñor Jesús Manuel Jáuregui. Fuentes que han revisado por lo menos los libros de gobierno de la basílica del Espíritu Santo de La Grita afirmaron a Diario La Nación que no han encontrado referencias explícitas de alguna visita de quien, para principios de 1889, era un joven recién graduado de médico que aún no gozaba de la fama bien ganada de auxilio de los pobres y cristiano ejemplar que desarrollaría años después, sobre todo en la Caracas de las dos primeras décadas del siglo XX.
Esta falta de respaldo historiográfico y documentación local tampoco descarta de plano una probabilidad de que pudiera haber estado en La Grita y, consecuentemente por ruta geográfica, en Seboruco. Los libros de actas del colegio fundado por Jáuregui, por ejemplo, pudieran arrojar luces. Esta, en todo caso, es una investigación inacabada, sin punto final, de la cual seguramente en el futuro se conocerán más datos, porque hay investigadores en el Táchira que se han abocado a esta materia.
Venezuela estará de júbilo este 30 de abril, fecha de la ceremonia de beatificación de José Gregorio Hernández. Se convertirá, 35 años después de haber sido declarado Venerable, en el cuarto beato venezolano de la Iglesia católica y el primero de carácter laico. “José Gregorio Hernández es nuestra memoria civil”, resumió el cardenal Baltazar Porras el 19 de junio de 2020, cuando se conoció la aprobación de su beatificación por la Santa Sede. Este viernes se hace realidad el sueño de fe que une a Venezuela.