Tras la acusación formalizada por el Ministerio Público, fue condenado a 10 años de prisión G. J. Morantes Gómez, quien admitió, en juicio, su responsabilidad en la muerte de Francisco Antonio Arévalo Pineda.
Por este mismo caso fueron condenados previamente, a 21 años de prisión, los ciudadanos Y. D. Rodríguez y Y.J. López.
De acuerdo con el boletín emitido por el Ministerio Público, el 18 de abril de 2015 fue encontrado el cadáver de Arévalo Pineda en las instalaciones de un local comercial ubicado en el sector Cafenol de La Fría, municipio García de Hevia, donde laboraba como vigilante. A su lado yacía una piedra con manchas de sangre.
Luego de la inspección de la escena del crimen, ejecutada por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas –Cicpc-, se determinó que del lugar de los hechos habían sido sustraídos dos cheques bancarios y una computadora laptop, marca Samsung.
Ese mismo día, una dama relacionada con el local robado recibió varios mensajes de un número desconocido, en los cuales le exigían la liquidación de uno de los cheques, a una cuenta bancaria en específico.
Tras ser objeto de varios intentos de extorsión, en los días siguientes acudió al Cicpc con el fin de interponer la respectiva denuncia.
De este modo, se planeó una entrega controlada, en el sector La Termoeléctrica, la cual dio el resultado esperado. Rodríguez fue aprehendido, para ser puesto a disposición del Ministerio Público.
En sus declaraciones, acusó a los otros hombres de participar en el asesinato. Los detectives entonces iniciaron las pesquisas de rigor, que dieron con la detención de ambos.
En el juicio, la Fiscalía 30ª de Táchira ratificó la acusación en contra de Morantes Gómez, por la comisión de homicidio calificado en la ejecución de un robo.
Luego de la acusación por parte de la representación fiscal y que el acusado admitiera los hechos, el Tribunal 5º de Juicio en dicha jurisdicción dictó la mencionada condena en contra del hombre, ordenando su reclusión en el Centro Penitenciario de Occidente, ubicado en Santa Ana del Táchira.
Raúl Márquez