Tachirenses en el mundo

Exploradora de entornos sonoros

14 de agosto de 2021

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Freddy Durán


Desde Buenos Aires, capital de Argentina, la tachirense Marlyn Yetsaura Velasco Gámez  enseña y explora un campo que, si bien no es nuevo para el arte, a través de la experimentación con nuevas tecnologías, abarca nuevas posibilidades de redescubrir el mundo: el sonido.

Nacida en el páramo de La Laja, Capacho Nuevo, en un principio su interés desde el Táchira se enrumbó por las artes en general, hasta llegar a Caracas, específicamente al Instituto Superior Armando Reverón –hoy en día Universidad Experimental de las Artes-, donde, además de obtener una licenciatura en la mención Escultura, descubrió las posibilidades del sonido, como material estético.

Su viaje a Buenos Aires se dio con motivo de cursar sus estudios de postgrado en Artes Electrónicas, y esa razón terminó convertida en una larga estadía de 8 años, sin que por lo momentos se halla fijado un retorno inmediato a su patria, aunque si tal cosa hiciese, lo haría para compartir los conocimientos adquiridos en el país sureño.

—Una de las cosas que extraño mucho –confesó- son las montañas; acá no hay montañas, mientras que en el Táchira vivía casi en la cima de una y a través de una montaña te podías ubicar en una dirección. Siendo todo plano en este lugar, te cuesta saber cuál es el Norte y cuál el Sur.  En Caracas, al menos sabemos que el Norte está hacia el cerro Ávila, que desde cualquier punto lo puedes captar. Yo creo que en un futuro debería regresar, no sé qué tantos cambios sonoros habrán ocurrido y sería bueno compararlo con las primeras grabaciones que en Caracas hice; no sé si la migración ha contribuido a esas transformaciones, y de los sonidos que ya tenía en Venezuela sería muy bueno compararlos con los que se producen ahora.

Ciudad de sonidos

Tomar la decisión de irse en el país no lo relaciona con una necesidad profunda de buscar medios de subsistencia u oportunidades; más bien, fue un paso natural dentro de su crecimiento profesional, luego de haber elaborado su tesis de grado, basada en el paisaje sonoro a partir de las llamadas telefónicas.

—Cuando estaba en la universidad de Caracas yo sentía que me estaba haciendo falta como algo, como un dispositivo que pudiera almacenar con facilidad el sonido, aunque yo tenía mi grabadora, me hacía falta otro mecanismo que facilitara mi trabajo. Ya en Buenos Aires te enseñan a trabajar con circuitos, con programación; es un mundo que no conocía, muy complicado, el cual tuve que empezar de cero. Así pude fabricar la herramienta electrónica que necesitaba y con la cual puedo convertir lo sonoro en color— expresa.

Al llegar a Buenos Aires no solo se abrió un mundo nuevo a la foránea, en el cual tenía que aprender a desenvolverse, sino a la artista, requerida por un nivel de atención máximo, para así tomar apuntes de sus observaciones.

—Yo no estudié música, no sé nada de música, pero en la universidad vi una materia que se llama Arte Sonoro. Esa materia me abrió como otra forma de entender los sonidos, el paisaje sonoro como materia artística, sin necesidad de tener conocimiento de música. A mediados del 2013 comencé a hacer las primeras grabaciones de sonido en Buenos Aires, empecé a explorar la ciudad de una forma sonora, e inicié las grabaciones de los recorridos en los alrededores de donde vivía, por la avenida Corrientes, del 4.400 al 4.000. Esa era mi ruta desde la casa al subte, y viceversa; en ese trayecto, en algunas ocasiones me quedaba minutos grabando en las esquinas; otras veces, solamente escuchaba e intentaba armar composiciones en mi cerebro para ir reconociendo el lugar— narra.

Sentido social

Junto a un gran equipo de la Universidad 23 de Febrero se enfoca, tanto en su experimentación personal como en una labor social; de hecho, ambos aspectos se integran, pues lo que se quiere es que los saberes tradicionales entren en un diálogo de mutua nutrición, con un uso muy práctico de la tecnología, tecnología al alcance de todos.

Así se pone de manifiesto en los proyectos “31 Colores”, “Electrohacedoras” y “Bordes”. Esta interacción le ha permitido un trato con el argentino, quien para ella ha sido muy amable y receptivo, generando grandes amistades.

—El proyecto 31 Colores tiene como objetivo generar un intercambio horizontal de conocimientos y saberes de medios y oficios, tales como el tejido, el bordado, la costura, el sonido, la electrónica, la fotografía, las artes visuales y la tecnología digital, entre bordadoras y tejedoras del barrio Padre Carlos M. y maestrandos de la Maestría en Artes Electrónicas. En los encuentros se busca una participación activa de todos los integrantes, de manera tal que los participantes puedan lograr armarse algo electrónico, con un sentido estético, recuperando al mismo tiempo su memoria histórica. En Electrohacedoras, la preocupación principal es el empoderamiento de las voces femeninas en los espacios públicos; yo me encargo de la parte de confección de electrotextiles que me permiten, a través de pequeños circuitos de luz, visualizar mis capturas de sonido.

Para Marlyn Gámez, de alguna manera la pandemia, especialmente en las grandes ciudades, ha modificado los espacios sonoros e incluso ha permitido la escucha de cosas que antes permanecían silenciadas. Su trabajo le permite una especial ubicación, en el aquí y el ahora.

—Trabajar con los sonidos de tu entorno te ubica más en el presente, no tanto andas preocupado que si en el futuro o el pasado, como por lo general nos la pasamos. Para mí, cada lugar es un espacio sonoro; mientras nuestra vista tiene la posibilidad de llegar hasta cierta frontera, por llamarlo así, nuestro oído no. A veces, a través de los ruidos trato de reconstruir en el imaginario lo que está ocurriendo a mi alrededor.
He aprendido que el sonido es como un fantasma. Un amigo me comentaba que gracias a esta pandemia que detuvo el ruido de los carros, él había logrado escuchar cosas que antes no había escuchado. Lo que pasa es que los sonidos siempre han estado ahí, uno sencillamente debe estar atento y traspasar las barreras sonoras.

En la actualidad mantiene contacto con su familia, residenciada principalmente en Mata de Guadua, y esta se halla al tanto de sus avances artísticos en suelo extranjero.

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