Nacional

Desigualdades de género atentan contra la trayectoria educativa de las adolescentes en las zonas rurales

13 de abril de 2024

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Más del 40% de las mujeres en planteles educativos de los estados Táchira y Apure lidian con distintas discriminaciones, capaces de desterrarlas de las aulas de clase

Por Génesis Daniela Prada

Diseño por Paloma Lacruz

Los obstáculos entre los sueños de las jóvenes y el alcance de todo su potencial pueden ser infinitos en medio de un sistema educativo fracturado por una crisis multidimensional; estos desafíos aumentan en las zonas rurales de Venezuela donde la ‘emergencia de la educación’ diezma las posibilidades de futuras generaciones de mujeres de convertirse en las próximas Anamaría Font Villarroel.

En seis escuelas ubicadas en el eje fronterizo colombo-venezolano, monitoreadas por Fe y Alegría, las desigualdades de género permean la matrícula escolar, y arrojan a las alumnas fuera de los planteles educativos: las adolescentes representan el 47% de la población estudiantil, mientras los varones el 53%.

«Durante los últimos tres años escolares observamos que los jóvenes eran los primeros afectados por la deserción, pero después de la pandemia son las adolescentes las principales perjudicadas, pues tenemos 1015 estudiantes, de estos 480 son mujeres y 535 son hombres», explicó Andrea Leal, coordinadora pedagógica de la región frontera para la organización civil.

Cuatro de las instituciones bajo supervisión de Fe y Alegría se encuentran en San Joaquín de Navay, Naranjales, Orope y El Topón. Se trata de parroquias, comunidades y aldeas agroturísticas del Táchira. Al grupo lo completan dos escuelas en el municipio Páez, estado Apure, la primera en Ciudad Sucre y la segunda en El Nula.

Estos planteles también resultan arropados por la Emergencia Humanitaria Compleja de la Educación, declarada en 2018 por la Asamblea Nacional. El concepto se refiere a los distintos dilemas que vulneran el ejercicio y la formación académica en el país. Son la ausencia del Estado docente, la deserción estudiantil, la migración de maestros y la violación de los derechos laborales aspectos medulares del problema.

El pleno ejercicio del derecho a la educación en Venezuela resulta condicionado, y convertido en impedimento del desarrollo social al exacerbar las desigualdades, que, conjugado con la violencia de género, la pobreza y la ruralidad propician diversas desventajas.

Frente a este escenario, la falta de acceso a preparación formal de mujeres, niñas y adolescentes, especialmente aquellas que enfrentan formas superpuestas de discriminación, solo aumenta sus dificultades.

De acuerdo con Unicef, la finalización de los estudios secundarios de las mujeres está determinada por el nivel de ingresos, la ubicación urbano-rural y la pertenencia a comunidades indígenas o afrodescendientes: «la tasa de culminación de la preparatoria de las adolescentes es menor en las áreas rurales», debido a la presencia de mayor disparidad.

La entrega más reciente de la serie anual El progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de género 2023, indica que otras discriminaciones atraviesan la desigualdad de género, y el reconocimiento de esas intersecciones es tarea fundamental para «no dejar a ninguna mujer ni a ninguna niña atrás».  

La violencia estructural, en la cual se articulan limitaciones basadas en el género, la familia y la sociedad, influye de manera directa en la trayectoria educativa de las niñas y jóvenes al impedirles atender sus necesidades básicas y planear sus vidas, subrayó Leal.

La vulnerabilidad se refleja en la imposibilidad de practicar sus derechos sexuales y reproductivos. No pueden gestionar la menstruación cada mes, obtener métodos anticonceptivos, información respecto a su uso, y lidian con embarazos precoces en consecuencia.

«Si tienen embarazos adolescentes generalmente son pocas las jóvenes que logran concluir sus estudios, y esto es –en definitiva– una de las causas importantes de la deserción escolar».

Al convertirse en madres a temprana edad e interrumpir la formación académica, las adolescentes corren el riesgo de nunca gozar de autonomía económica. Encontrar el tiempo para estudiar, trabajar y cuidar de los hijos/as es un desafío para ellas.

«En muchos casos deben asumir las responsabilidades del hogar y desempeñar trabajos de cuidado no remunerados para no perder la manutención que los padres proporcionan tanto a las adolescentes como a sus bebés», aseveró la docente.

Sin libertad financiera, el ciclo de la pobreza persiste y las mujeres quedan atrapadas en este con pocas esperanzas de escapar. A mitad de camino respecto al cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el mundo fracasa en su intento de conquistar la igualdad de género, pues más 340 millones de mujeres y niñas aun vivirán en pobreza extrema en cinco años.

ONU Mujeres y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas aseguran que, acciones simultáneas sobre las disparidades de género históricas, incluidas la planificación familiar, la educación y el mercado laboral son trascendentales para «lograr el fin de la pobreza de todas las mujeres y niñas de aquí a 2030».

Al contexto anterior se suma la convivencia en pareja antes de la adultez. Las adolescentes abandonan sus hogares a los 14 años de edad, comienzan una relación con personas –generalmente– mayores y, en ocasiones, los padres desconocen el paradero de las muchachas una vez se marchan de casa.

Con base en los hallazgos de la organización, el abuso sexual es el siguiente factor de mayor incidencia en el ausentismo de niñas y jóvenes en las escuelas rurales, al destruir su estabilidad psíquica y emocional.

Además, los agresores forman parte del núcleo familiar de las víctimas y los adultos a  su cargo no realizan las denuncias correspondientes por falta de información respecto al proceso legal: sin las medidas necesarias para protegerlas, las niñas y adolescentes quedan a merced de la violencia sexual.

La salud mental y los padecimientos neurológicos son el tercer agravante en cuanto a la inasistencia de las adolescentes en los planteles rurales. Fe y Alegría ha registrado intentos de suicidio y episodios de epilepsia entre las jóvenes, quienes no acceden a servicios de atención médica por ausencia de recursos.

«Sus familias no disponen del presupuesto para consultar con especialistas, y esto termina afectando la vida y el normal desenvolvimiento escolar de las niñas y adolescentes», destacó Leal.

La combinación de los elementos mencionados con el detrimento de todos los sectores de la sociedad, producto de la Emergencia Humanitaria acaecida en Venezuela, impone numerosos desafíos al proceso educativo.

Silencio en la sala, que la crisis va a hablar

La magnitud de los retos se advierte en las promesas aún sin cumplir de mayor inclusión educativa de los grupos menos favorecidos, la universalización de la educación primaria y secundaria, y la masificación de la formación universitaria.

Para Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la crisis educativa venezolana es endémica, y se remonta a la década de 1980. «En 26 años de experiencia no he encontrado el primer periodo escolar que hayamos comenzado en paz», apuntó en entrevista con El Ucabista.

De acuerdo con los resultados correspondientes al 2023 de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), elaborada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES) de la UCAB, 40% de los alumnos escolarizados entre los tres y 17 años de edad no asisten a las aulas con regularidad.

«Se trata de 2,6 millones de niños, niñas y adolescentes que faltan algunos días a clases, y casi el 50% de las razones aludidas con mayor frecuencia son la falta del personal docente por huelgas (30%) o por ausentismo (18%). Otros motivos mencionados son las fallas en los servicios públicos y falta de comida en el hogar o la escuela», detalló Anitza Freitez, directora del IIES-UCAB y coordinadora del estudio.

En las escuelas rurales en Apure y Táchira, la permanencia de profesores en edad de retiro en cargos directivos es un dilema tan álgido como el déficit de personal docente y las protestas del sector. Ante el número de vacantes disponibles, los profesionales de estas zonas asumen labores adicionales para mitigar el impacto en el aprendizaje de los estudiantes.

«Los docentes en etapa de jubilación continúan con nosotros porque lamentablemente no existe una generación de relevo capaz de tomar la iniciativa; nuestros maestros están resistiendo a partir de una gran vocación puesta al servicio de un país que precisa de la educación para reconstruirse», reconoció Leal.

El bajo índice de ingresos es el principal motivo por el cual los profesores abandonan las aulas. Representantes, emprendedores locales y empresarios prestan apoyo a los planteles con el propósito de sobrellevar la formación de los alumnos/as a través de prácticas de campo, en tanto, las seis escuelas son agropecuarias.

Al dramático contexto experimentado por las instituciones rurales fronterizas se añaden las dificultades de la localización. La inexistencia de transporte público y las «pésimas» condiciones de los accesos viales complican el ingreso a las comunidades donde están ubicadas.

«En Orope, un sector rural del municipio García de Hevia [Táchira], los estudiantes deben transitar más de un kilómetro [1.500 pasos aproximadamente] desde la entrada a la comunidad hasta el plantel educativo, y no disponen de servicio de transporte para aliviar el recorrido», ejemplificó.

Mientras, en un «aula anexa» de la misma escuela, pero establecida en una aldea, los constantes derrumbes de la única carretera y el «poco mantenimiento» de la misma complejizan el paso. Las circunstancias son similares para el plantel Alberto Díaz González, en la aldea agroturística del Topón, municipio Independencia, que ha sufrido una reducción significativa de su matrícula a causa de las condiciones del camino.

Educación = salvación

La asociación civil Escuchamos desarrolla e implementa espacios edu-comunicativos dirigidos a mujeres y jóvenes que debido a las desigualdades y violencias de género, junto a los retos impuestos por las deficiencias de los servicios y la vialidad, no continuaron sus estudios.

Si bien en las zonas rurales de los estados Táchira y Apure son las mujeres quienes enfrentan más obstáculos para ingresar y permanecer en el sistema educativo, la organización detectó que los desafíos no les han impedido convertirse en las líderes de sus comunidades.

Los contenidos de las alternativas de formación se basan en la comunicación comunitaria, acceso y ejercicio de derechos fundamentales, salud menstrual y gestión de recursos para sobrellevar la escasez -inexistencia incluso- de servicios básicos, como el agua potable.   

«Las jóvenes nos preocupan especialmente porque muchas veces limitan su participación en general. Por ejemplo, cuando los procesos formativos se extienden hasta tres meses, y se componen de encuentros continuos, las muchachas dejan de presentarse por la carga excesiva de cuidados», expuso Leal, directora general de Escuchamos.

Según argumenta, las mujeres de los sitios rurales pueden dedicar hasta 16 horas diarias al cuidado de terceros. Al llevar a cabo una tarea de manera reiterativa y aislada, comprometen su salud física y mental, y terminan desvinculándose de su entorno social.

«Sufren una doble vulneración porque no pueden seguir con su educación formal y, además, no pueden integrarse a estos espacios educativos, limitadas en ambos casos por los trabajos de cuidado», recalcó.

La CEDAW precisa que en 2050 las mujeres destinarán 9,5% más tiempo, o 2,3 horas adicionales al día, en comparación con los hombres, al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, a causa de las normas sociales discriminatorias que adjudican esta clase de labores exclusivamente a las mujeres, niñas y jóvenes.

A fin de brindar respaldo a las adolescentes, la asociación permite que asistan a los talleres en compañía de sus hijos/as: mientras transcurre la instrucción, parte del equipo de Escuchamos asume la responsabilidad de los niños/as en áreas recreativas distintas.

Por su parte, la organización venezolana EmpoderaME también promueve capacitaciones para mujeres, niñas y jóvenes, cuya misión es convertirlas en líderes integrales capaces de producir cambios e incidir en sus entornos inmediatos.

Mediante EmpoderaME Estudiantes, el semillero de liderazgo de la asociación civil, instruyen a las adolescentes con vocación de servicio. A partir de becas de cobertura completa, alientan la participación de las jóvenes y fomentan la dimensión colectiva y colaborativa del aprendizaje.

«Hemos construido una red de mujeres quienes activamente impactan en el país a partir del conocimiento y empoderamiento adquirido en nuestro programa bandera; nos enorgullecen porque son el reflejo de las nuevas generaciones de mujeres jóvenes en Venezuela», contó Eva Sabariego, fundadora y directora ejecutiva de la organización.

Sin embargo, las formaciones impartidas por la entidad les han permitido comprobar que las características actuales del sistema educativo venezolano amenazan las posibilidades de las mujeres de desarrollar sus capacidades. De hecho, en el país 37% de las niñas entre los siete y 11 años presentan rezago escolar; el 33% de las adolescentes rezago leve y el 13% rezago severo.

 A fin de abonar al futuro educativo de las mujeres en Venezuela, EmpoderaME diseñó la agenda Gratitud. Con la compra de una libreta se financia un kit escolar básico para una joven en situación de riesgo. En la primera edición vendieron 30. Cada comprador/a escribía una carta a las adolescentes, que leerían al recibir los recursos educativos, encontrando en las notas palabras de aliento para sus sueños.

Ilusionadas, y en compañía de sus padres, más de 10 jóvenes del municipio Ciudad Chávez, en Valencia, obtuvieron los productos. Sus familias presenciaron conmovidas las entregas, pues con estas veían desaparecer una importante preocupación: no poder enviar a sus hijas a clase por no tener dinero para adquirir sus útiles escolares.  

Aunque afrontan diversos problemas para poner un pie en las aulas y completar su educación, «cuando las niñas y adolescentes se matriculan en las escuelas sus tasas de finalización sistemáticamente superan a las de niños a lo largo de la enseñanza primaria, y el primer y segundo ciclo de la instrucción secundaria», sostiene ONU Mujeres.

La educación es considerada por Andrea y Eva una herramienta de transformación, y el principal mecanismo para que las mujeres accedan a puestos de poder, donde procuren el bienestar de todas. Fuera del sistema educativo, las niñas y jóvenes pierden derechos esenciales: alcanzar todo su potencial e igualar sus oportunidades frente a los hombres. Sin ellas en los salones de clase, ninguna lucha por la paridad nunca será suficiente.

*Esta publicación pertenece a la Red de Mujeres Constructoras de Paz en alianza con Diario La Nación

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