Opinión

Comensales en el reino

14 de octubre de 2017

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Este fue el final de la parábola que contó Jesús: “La sala del banquete se llenó de comensales”. Pero no se llenó con la elite social, la primera invitada por el Rey, sino por gentes de aluvión que se encontraron en las plazas y caminos. Los invitados de distinción no quisieron asistir a la boda del príncipe. Tenían otros compromisos laborales y sociales; incluso maltrataron a los enviados que les llevaron la tarjeta de invitación (Mt 22, 1-14).
La pertenencia al Reino de Dios aquí en la Tierra está abierta a todos. Ante Dios no son privilegiadas las gentes social o económicamente fuertes. En el Antiguo Testamento el pueblo de Israel fue el predilecto de Dios. Con Jesucristo se amplían los horizontes, son privilegiados todos los que responden a la invitación. Es un gran honor ser invitado a la boda de un príncipe, por eso extraña que los invitados de primera hora no quisieran asistir, perdieron una gran oportunidad.
Fuera de Venezuela llamó la atención la carta que un joven escribió a su padre. Era un momento de graves manifestaciones, protestas y conflictos en la vida nacional. Protestas contra los gobernantes, en abril-2017. El padre era un alto funcionario de la elite. El hijo era pueblo anónimo. Pedía a su padre que luchara por la justicia y honestidad, o sea, que fuera constructor del Reino. ¿Atendió la voz del hijo o prefirió disfrutar de las delicias del poder opresor? La elite de la parábola no merecía el puesto que ocupaba. Venezuela no merecía la situación de postración y miseria que tenía. El dinero del petróleo se malgastó.
Hoy se habla de “nueva evangelización” en el ámbito eclesial. Equivale a las nuevas formas de construir el Reino en las sociedades tecnificadas de ahora. Todos, sacerdotes y laicos, dirigentes y ciudadanos comunes, hombres y mujeres, estamos llamados a ser evangelizadores. Nos corresponde lograr que brillen los criterios evangélicos en las organizaciones, en los ministerios, en las gobernaciones y alcaldías. También en la vida familiar y personal. La justicia, la democracia, la libertad, la fraternidad, la igualdad. Estas consignas antes de ser patrimonio de la Revolución Francesa, lo eran del evangelio de Jesús.
Una mujer comenta el pasaje del evangelio pensando que la vida es un trasatlántico o barco que va a la deriva. Como si estuviera pensando en nuestra Venezuela. ¿Qué hacemos los que vamos dentro? No parece desacertada la comparación. Construir el Reino es lograr una travesía existencial sin riesgos ni angustias. Los dirigentes tienen mayor responsabilidad. La carta del joven a su padre le recuerda su grave compromiso en la buena marcha del país. Muchos son los llamados, pocos los escogidos. Dios cuenta con nuestra responsabilidad, como élite influyente y como pueblo de la plaza. [email protected]
(Benjamín García Fernández)

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