Opinión

El amor de Berenice y el primer retrato de Jesucristo

13 de abril de 2022

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Néstor Melani Orozco


En Giovanni Papini, en su libro «Jesucristo», allí se logra entender del amor de la Verónica por el joven profeta. Más de haber caminado desde Jericó con Jesús hasta la ciudad de Salomón…

Donde existió el secreto de lo más grande en un divino santuario… quien muy después del día de la cruz, del rabino muerto, cuando desde Simón de Arimatea, embalsamado el cuerpo del Cristo, y al resucitar se quedaron los mantos en el sarcófago y de siglos un día apareció uno de los mantos en la ciudad de Turín.

Hablaron las voces y desde el corazón herido de aquella hermosa mujer se narró del camino del Calvario, entre el milagro del sudario bendito…

En un manuscrito griego del siglo X, hallado en Egipto.

Y en apuntes históricos donde se describe la única carta de Jesús de Nazaret, la cual fue dirigida por el Divino Maestro al rey Adgar de Edesa.

El rey Adgar, al recibir tan sagrado mensaje y sabiendo que no podía recibir al joven rabino, quiso, cuan menos, poseer un retrato de su rostro, la imagen del Nazareno. Entonces envió a un pintor de su corte para que realizara la imagen del rostro del profeta de Galilea. Este poseía el don de dibujar y pintar imágenes. Jesús le recibió en Cafarnaum. Le dijo. «Oh, hombre, eres un espía?» El artista le respondió: No, Señor, no soy ningún espía. Soy un enviado del rey Abgar para tomar el retrato de Jesús, el Nazareno.

Jesús le hizo entrar a la sinagoga donde enseñaba a las multitudes.

El mensajero pintor examinó la figura de Jesús, queriendo iniciar la pintura.

Una fuerza divina le impedía hacerlo. El maestro envió a uno de sus discípulos por agua, se lavó el rostro, lo secó con un blanco lienzo e inmediatamente su imagen se imprimió en la tela.

La entregó al mensajero artista para que se la llevara a su amigo  Adgar, el rey. El mensajero de regreso, camino de Edesa, se detuvo en un «Cramarium», donde ocultó el lienzo con la imagen divina. El sol se puso y esa noche apareció una columna de fuego, desde el cielo hasta el lugar donde estaba el retrato de Jesús. A la vista del milagro, el mensajero gritó y una multitud llegó y contempló el cramarium ardiendo en llamas.

El mensajero descubrió su secreto y la gente pudo examinar el santo lienzo.

San Agustín habla de haber conocido este milagro. El historiador eclesiástico Evaglio habla de este momento en el siglo VI, quien se refiere al emperador Constantino Porfirogebetto, según lo relata Moreri, como autor de una historia de la milagrosa imagen que fue trasladada de Edesa a Roma en tiempos del emperador Lecapeno, y a la cual dedicaron los griegos una fiesta especial.

Si con el fin de premiar la fe del rey Adgaro, valiose el Salvador de aquella agua pura para estampar en un lienzo su divina imagen. Después hubo de estamparla en el sudor y la sangre que cubrían su rostro para perpetuar el bello rasgo de la piadosa mujer judía, en la vía dolorosa del Calvario. El otro mensaje de amor del Jesús llevando la cruz.

«El Paño de la Verónica». Dio, a este milagro y autorretrato, el nombre de «Veraicon» (verdadera imagen), voces unidas y alteradas por el pueblo vinieron a formar la palabra «Verónica», quien era hija de Sion y se llamó Berenice.

El paño con que la hermosa Berenice enjugó el rostro de Cristo estuvo doblado en tres partes, por lo tanto, la divina imagen quedó impresa por triplicado, «Amor de Berenice”.

En tiempos de Tiberio uno fue llevado a Italia. Otro a España y el tercero se quedó en Jerusalén.

El de Roma fue trasladado por el papa Bonifacio VIII. Sobre este misterio de Dios escribieron los antiguos, Methodio, Molano y Barronio, citados por Moreri.

Historia del primer retrato de Jesús y descrita en los siglos entre aquel pintor de Edesa enviado del rey y de la hermosa Berenice, quien lloró junto a Jesús, secando su sudor y las lágrimas de un mundo.

Más con el color de los pueblos y la humildad de los seres que de esperanzas quieren la verdad.

Existe de amor un rostro pintado por Jesús de Nazaret. Entre violetas y agua bendita…

Me lo narró mi padre cuando fui niño. Muchos años después lo leí en «Páginas sueltas de Tulio Febres Cordero», tiempos en los textos de Moreri. En Toledo, un día de aquella España, en una Semana Santa, pude apreciar el Santo Expolio del Greco, comprendí la poderosa fuerza de los desiertos, de pueblos de Judea y de Jesús hijo de Dios.

Anoche, pintando el rostro de Jesús y a la hermosa Berenice, regresé a mis recuerdos. Memoricé lo leído hace más de cincuenta años a través de Giovanni Papini.

Entre sus testimonios, lo dijo ante sus amigos de Roma, un día, analizando al arquitecto Giovani Calvini, el constructor del Panteón, donde existen los 500 años de la rosa roja para el Divino pintor de Urbino. Allí Papini habló de la poderosa traición al joven rabino de Nazaret por haberse metido en el templo cuando sacó a los mercaderes; esta familia, llamada «Jeremías», era de parentesco a Anas, y este era el suegro de Caufas, el sumo sacerdote, entonces de allí los intereses hacen las conspiraciones, encontrar del poeta revolucionario venido desde Galilea…

Versión muy clara de los hechos humanos del personaje más adorado del planeta y el más discutido.

Entre los encantos de un Cristo de la poesía y los humildes verdaderos de la Tierra.

Medité, sabiendo cómo una luz del cielo anunciaba buenas nuevas. Desde mi ser se abrieron de amor los colores violetas…

Entendí la historia del retrato al rey Abgar. Como la imagen a Berenice, la mujer en el camino del Calvario. Los rostros bizantinos, como las fuentes de artistas que han concebido aquel rostro guardado en los secretos, desde el manto de Turín realizado por una fuente de calor, al embalsamiento de la pimienta, hasta llegar al santuario del pintor de Creta, venido a España en la era inquisidora y fue llamado el Greco. Imagen de un hombre del desierto que está en la capilla de San Tomé de Toledo…

Meditación más de la idea plástica a los sentidos de otras manifestaciones que ocultaron las palabras de amor. Y sin sentir, otros ocultaron la verdadera fe…

Y lo escribí hace un año en los inicios de la guerra bacteriológica por el mundo. Muy después de encontrar la palabra de Jesús en el cenáculo, cuando le advirtió a Judas de la misión que tenía que hacer, y le dijo a Pedro de cual lo negaría tres veces antes del cantar del gallo. Junto al pan y el mosto de la orientación sagrada.

Gesto que aún está en los que sin humanidad son malagradecidos y del último rostro un profeta anunciando la verdad entre la hora santa y el pueblo llevando los rostros de tantos que se han convertido en mártires. Y de otros dignos que agradecieron las bondades, como Simón de Cirene ayudando al profeta a llevar la cruz…mientras su hijo moría en la aldea. Cirineo había bajado a la ciudad de Jerusalén a buscar medicinas para su primogénito y un centurión lo reclutó para que ayudara a Cristo a llevar la cruz.

Esa noche, al retornar a su aldea, su hijo estaba curado.

Cuando de silencios algún día aparecerá una luz nuevamente en los cielos… de tantos enviados. Los que hicieron del color el amor sublime.

Bienaventurados todos.  Porque ellos y nosotros veremos a Dios…

El verdadero y único de todas las verdades…

Claro de Luna. Marzo del 2019.

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