Opinión

En los 200 años

23 de junio de 2021

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Néstor Melani Orozco


Manuel Manrique Belandria fue un coronel nacido en las montañas andinas, entre lo que hoy se llama El Abejal de Pregonero. Se alistó al ejército en la Campaña de 1813. Y luego pasó a ser edecán de Bolívar en Boyacá y, después de su lealtad, parte de su Estado Mayor, según lo describe el historiador Tulio Febres Cordero en «El Libertador en la Frontera»…

Conmemoramos los dos siglos de la gloria inmortal de Carabobo.

Gentilicio de la nacionalidad, donde la virtud digna de Simón Bolívar dio la independencia de Venezuela aquel 24 de junio de 1821. Derrotando a España, cuyas filas comandaba el general Miguel de la Torre, lugarteniente de Pablo Morillo. Y se consagró Colombia a los más leales testimonios de ser libres.  Y saber en este recuerdo que días después de la batalla, el Congreso de Caracas acordó construir en aquel lugar, de 4 kilómetros por 3 de ancho, en su centro, una columna «Ática».

Nunca se dio por realidad. 

Antonio Guzmán Blanco propuso un templo. Y mandó a pintar a Martín Tovar y Tovar el lienzo para la cúpula geodésica del Salón Elíptico del Capitolio Nacional.

Pasaron los años y desde la inmensa moral del Ejército se guardó el uniforme de los caballeros «Húsares», estrenado aquel día. Regalo de Hungría e imagen eterna de Rusia. 

El general Cipriano Castro rescata la copia del Acta de independencia.  Y, muy después, el médico y general Gerónimo Maldonado, hijo de Las Playitas de Tovar y alumno del Colegio Seminario del Sagrado Corazón de Jesús de Mons. Jáuregui, en La Grita del Táchira, al asumir la presidencia de la ciudad de Valencia, le propone al general Gómez la creación de un verdadero monumento a la Batalla de Carabobo. Y entre propuestas se invita al escultor sevillano Antonio Rodríguez del Villar para que realice las inmensas esculturas y relieves en bronce, donde la figura del Libertador sea la más grande consagración de toda América. Las obras se funden en Italia. Y, entre palmeras y la llanura, Alejandro Chataing diseña con el arquitecto Ricardo Razzeti el imponente arco, con 18 metros de altura y en lo más grande del medio punto un medallón con dos caras, con las figuras del Libertador, general Simón Bolívar, y la del Centauro, general José Antonio Páez.

Más de la magnificencia en 120 esculturas del escultor Lorenzo González con los valerosos libertadores, como Pedro Camejo «El Negro Primero», Juan José Rondón, Cornelio Muñoz, Manuel Manrique, Rafael Urdaneta, Manuel Cedeño, Pedro Briceño Méndez, Bartolomé Salom, Diego Ibarra, Idelfonso Farriar. Y el glorioso defensor de Caracas y estratega, José Francisco Bermúdez, entre otros tantos valerosos y patriotas.

Y el 24 de junio de 1921 se dio la inauguración del altar más digno de Venezuela…cuando 100 años se manifestaron de amor y una esperanza a la dignidad de una nación.

Más de honor. Mañana, 24 de junio y día de San Juan, gloria de los ejércitos venezolanos y amor de un pueblo, enalteceremos con la virtuosa memoria los 200 años de Carabobo al ejemplo de nuestra identidad. 

Cuando una bandera se elevará por siempre hasta el azul del cielo y millares de voces cantarán la gloria de nuestra historia…

Y entre esta meditación a nuestra esencia nacional, un día de uno de los encuentros nacionales de cronistas logramos apreciar en la catedral valenciana una hermosa placa a la memoria de Jerónimo Maldonado, quien gestó las voluntades con el benemérito general Juan Vicente Gómez a la consolidación de tan sagrado monumento. Y más de presencias, el general Maldonado fue casado en La Grita del Táchira con la hermosa tovareña María Teresa del Rosal Melani (y digo del Rosal porque así firmaba ella en sus poesías), quien fue la hija-nieta de Ítala Melani Pieruzzini de Rosales.

Para sabernos un día en aquellos recuerdos…

Y en la viva voz de los tiempos entender las raíces de nuestra historia…

Cronista de La Grita.

Premio Internacional de Dibujo “Joan Miro”-1987.  Barcelona. España.

Maestro Honorario. 

Doctor en Arte. 

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