Opinión

Estudiar ¿Para qué?

11 de octubre de 2018

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Unos de los pocos alumnos que aún quedan en el aularelató una lamentable e insólita experiencia personal. Contó que cada mañana al salir de su casa en un popular barrio de la ciudad, casi siempre encontraba a un grupo de vecinos que se burlaban porque iba a la universidad, le enrostraban su condición de tonto estudiante que perdía el tiempo en esa inútil actividad y lo invitaban a participar en el negocio del “bachaqueo” endógeno de gasolina. En un momento de su intervención el estudiantebajóel tono de voz y confesó que ante tal hostigamiento, tuvo que cambiar sus horarios de salida, buscar otros senderos vecinales y desechar sus encuentros en la frecuentada esquina enuna de las callesdel barrio. ¡Que terrible! Lo que antes era un sueño individual, una celebración familiar y social, estudiar en la universidad para superar precarias condiciones de vida, hoy resulta una banalidad, un chiste.Ahora también empezamos a escucharen varios lugares y con cierta frecuencia un deplorable señalamiento,estudiar ¿para qué?

Escuchando el relato del estudiante en el aula emergieron otras imágenes de hace unos años. Los acólitos, algunos egresados universitarios, otros provenientes de la academia militar, en perfecta alianza cívico-militar aplaudían a rabiar las cerriles burlas del desaparecido “Líder Supremo” sobre los egresados de Harvard, celebraban las arremetidas contra la meritocracia y disfrutaban los ataques a la autonomía universitaria, todo un escenario de guasa y bufones transmitido en cadena nacional. Entonces estaba empezando el desprestigio de la vida universitaria y el vilipendio del saber. Estudiar ¿Para qué? Universidades ¿Para qué?

Pero la confesión del estudiante hay que observarla en el contexto de la profunda crisis venezolana y esa ruda realidad cotidiana del empobrecimiento y la precariedad que ha conllevado a la deserción escolar en todos sus niveles educativos. El acceso a la universidad en algunos sectores sociales se ha convertido en una opción muy lejana, en una alternativa inalcanzable o algo innecesario en lo inmediato.

Esta es sólo una muestra del enorme debilitamiento cultural que progresivamente se impuso en el ámbito educativo venezolano y ha tenido –tiene- su máxima expresión en el sistemático ensañamiento gubernamental contra las universidades. El hostigamiento no cesa, los recortes presupuestarios asfixian su funcionamiento, se ha restringido considerablemente la investigación y se han afectado las actividades administrativas, la lista es larga y el deterioro se acelera. Ya no se trata sólo de protestar por nuestros irrisorios salarios, sino también de la defensa integral de nuestras instituciones universitarias y de ese imprescindible derecho humano entoda sociedad, la educación para todos.  (Mario Valero Martínez / @mariovalerom)

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