Opinión

Nunca es demasiado tarde

7 de julio de 2019

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Gustavo Villamizar Durán

El fin de semana recién pasado nos deparó una gran sorpresa y en lo personal, dada mi condición de educador, una gran alegría. Desde hace tiempo los canales televisivos nacionales -comerciales y públicos- no nos presentaban una opción de entretenimiento de la calidad del film-serie ofrecido por un canal joven, de pocos años: La Tele Tuya  -TLT-. Esta televisora que en corto tiempo ha logrado un importante sitial, sobre manera en su propuesta deportiva, los dramatizados y el cine, difundió en su programación de sábado y domingo una película  encantadora, titulada “Nunca es demasiado Tarde”.

Se trata de una impecable producción italiana ambientada en los años de la postguerra entre 1945 y 1966. En ella se presenta la hazaña lograda desde el aula y luego en un programa televisivo a través del canal oficial Radio y Televisión Italiana –RAI, por sus siglas en italiano-, por el educador Alberto Manzi (1924 – 1997), encarnado por el actor Claudio Santamaría, con la dirección de Giacomo Campiotti. La película tiene una duración de 200 minutos, pero la versión comercial que se exhibió en el cine, en el año 2015, fue editada y reducida a 104 minutos, presentada con el título “El Maestro. Nunca es tarde para aprender”. En esta oportunidad, la versión presentada por TLT es la original y fue dividida en dos capítulos en la serie que se ofreció con el nombre original en italiano “Non é mas troppo tardi”, “Nunca es demasiado tarde”, en español.

El maestro Alberto Manzi regresa de la Segunda Guerra Mundial, con deseos de hallar un empleo como docente cosa que le resulta difícil, pero finalmente, dada su insistencia, lo asignan a un reformatorio  para niños y jóvenes  transgresores en Roma. En ese depósito de seres, se encontró con un régimen disciplinario que tenía como base la concepción de que aquellos infantes eran delincuentes sin remedio, sin otra opción que el delito, la cárcel o la muerte, por lo que no valdría la pena  interesarse por su futuro. De tal vileza era el sistema totalmente carcelario, que se prohibía la introducción de lápices y papel, como tampoco una pizarra. Manzi vivió la fuerte rebeldía de los chicos, llegó a liarse a golpes con alguno de ellos, hasta que logró con su actitud y la palabra, ganar su confianza. Introdujo furtivamente lápices y convenció al director, encerrado en la disciplina, para que le diera algunos pliegos de papel, los cuales utilizó para enseñar  a los chicos, provenientes de hogares miserables y padres analfabetas, a escribir sus nombres y poco a poco, a contar sus experiencias y sueños, los cuales fueron utilizados para hacer un periódico que llegó hasta las oficinas ministeriales.

Siempre con sus muchachos, planteándoles retos, rechazando los métodos tradicionales de enseñar, creando con ellos nuevas formas de aprender y abordar los temas propuestos y también, enfrentado a la burocracia educativa  y los directores de posturas más cercanas a las normas policivas del Medioevo, fue ganando el reconocimiento de sus alumnos, sus padres y comunidades. En 1959, participó en una convocatoria –casting- para conducir un programa de televisión en la RAI, donde tuvo que enfrentar a centenares de educadores aspirantes y claro está, a la presión de la burocracia que pretendía cerrarle el camino. Resultó ganador y el día de apertura del programa recibió un guión para seguirlo al pie, pero al comenzar la emisión lo puso a un lado poniendo a prueba su método de combinar letras con dibujos, improvisando temas mediante una conducción fresca, distendida y coloquial, la cual logró encantar a las audiencias de tal manera, que en 1968 cuando concluyó el programa, el gobierno italiano contabilizó más de millón y medio de italianos alfabetizados  por el programa y, sin duda, por la fuerza y la esperanza que siempre puso en sus proyectos el maestro Alberto Manzi. En los años siguientes se dedicó a la docencia universitaria y a continuar la escritura de una buena cantidad de libros, entre los que destacan Orzowei (1955) y La luna en las barracas (1975). Al final de su carrera se retiró al pueblito de Patigliano, del cual fue alcalde, donde falleció en 1997.

Los educadores, padres y los que cultivamos la esperanza de un mundo mejor para todos, disfrutamos de esta serie, sentimos el orgullo y el encanto de nuestro oficio y por supuesto, celebramos el acierto de La Tele Tuya –TLT- de transmitir esta hermosa producción destinada a destacar la vida y obra de un gran educador.

Hay algo mejor aún para quienes no la pudieron disfrutar, la película está a su disposición, gratuitamente, en la página web www.pelispe.com.

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