Opinión

Tan fea que causa risa

28 de abril de 2019

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 Gustavo Villamizar Durán

Tomo esta frase de la canción del gran trovador cubano Carlos Puebla, para unirme al júbilo nacional que significa la decisión de Venezuela de retirarse de la Organización de Estados Americanos –OEA-. No es para menos esta soberana determinación, sobre todo por la trascendencia que seguramente tendrá en el ámbito político del continente y su repercusión en los organismos multilaterales del planeta. De partida, queda claro que Venezuela cumplió al pie con los mandatos establecidos en las disposiciones legales del organismo a los efectos del retiro, los cuales se oficializaron el 27 de abril de 2017, por lo que el recién pasado 27 se cumplieron los 24 meses previstos.

Veamos de dónde surgen las desavenencias que obligaron al país a optar por su retiro de la OEA, llamada por el canciller cubano Raúl Roa, el ministerio de colonias de EEUU.

Entre los organismos que iniciaron la tarea de torpedear y/o sancionar a Venezuela, se cuenta como iniciadora la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la OEA, la cual se ocupó de aceptar cuanto señalamiento de violación a los derechos en el país le presentaron, contando con la colaboración de ONGs como Human Rigth Wash y Amnistía Internacional, entre otras. Tanto es así, que esa Corte que apenas había aceptado 4 denuncias entre los años 1977 y 1998, tiempos en que se produjeron desapariciones y masacres de relevancia como las de Yumare en Yaracuy, El Amparo y Totumitos en Apure, Cantaura en Anzoátegui y el denominado “Caracazo” en febrero de 1989 con un saldo macabro de más de 3 mil muertos; recibió, desde 1999, cuando el Presidente Chávez asumió al poder hasta 2012,   102 denuncias, de las cuales ha admitido 38, mantiene en trámites 61 y tiene 3 como archivadas. Vale decir, 25 veces más denuncias recibidas y diez veces más admitidas en once años, que en los 21 años entre 1977 y 1998.  Esta Corte, cuya nómina cubre el gobierno norteamericano, funciona en su territorio y tiene magistrado de EEUU, sin que esa nación haya suscrito nunca la Convención Americana de los Derechos Humanos.   Estas razones, entre otras,   obligaron a Venezuela a denunciar la Convención en 2012 y  separarse de ese organismo multilateral en septiembre de 2013.

En lo que respecta a la Organización de Estados Americanos –OEA-, en específico,  es un organismo que desde la presencia del presidente Chávez en el escenario político, ha actuado como un ariete, sin disimulo, del gobierno norteamericano. Descaradas han sido las actuaciones de sus secretarios generales y la permanente injerencia en asuntos estrictamente internos de Venezuela. Entre ellas, las más conocidas, para solo mencionar algunas, fueron los pronunciamientos reiterados de César Gaviria Trujillo (1999 – 2004) por supuestas violaciones de los derechos humanos, el intento de reconocimiento  del gobierno ilegítimo del golpista Pedro Carmona Estanga en abril de 2002,  por el Consejo Permanente en San José de Costa Rica,  y, como se supo después, el conocimiento y silencio de Gaviria acerca de esa tronchada conspiración; las declaraciones de José Miguel Insulsa (2005 – 2015) destacando la condición “pacífica” y legal de las “guarimbas” activadas por la oposición, sobre todo las de 2013 y 2014, señalándolas como justas y constitucionales, mientras  acusaba al gobierno de adelantar una brutal represión, negando de plano la intromisión extranjera, sobremanera de los EEUU, en los asuntos internos del país. Harto conocidas han sido las patrañas desvergonzadas del actual secretario general y su obsesiva dedicación a lograr la aplicación de la Carta Democrática contra nuestro país, valiéndose de triquiñuelas que violentan la legalidad  e informes falsos, apoyándose en una insolente coacción del gobierno norteamericano sobre los países miembros, todo esto   acompañado por una feroz campaña mediática, promovida por los grandes medios del continente, destinada a desvirtuar la imagen internacional del país presentándolo como un  “estado delincuente” y al gobierno bolivariano como el principal promotor de él. Igualmente la convalidación de las violentas y graves “guarimbas” protagonizadas por la derecha opositora en 2017, las cuales dejaron un balance de más de 200 muertos. A ello hay que sumar su permanente injerencia en los asuntos internos y los reiterados insultos, llegando al punto de declarar inconstitucional la convocatoria presidencial a la Asamblea Nacional Constituyente que acabó con la violencia  desatada en los  sectores habitados por la pequeña y alta burguesía, además de las permanentes  ofensas al Presidente Constitucional  de la República Nicolás Maduro, para concluir en su participación directa en el detestable intento de intervenir  militarmente en nuestro país. Todos estos alevosos procederes obligaron a Venezuela a tomar la decisión de retirarse del organismo del cual fue fundadora. No hay razones para permanecer allí, porque como lo dice el gran Carlos Puebla: “Si es una cosa tan fea, tan fea que causa risa”.

 

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