Regional

Con retazos multicolores madre e hija confeccionan tapabocas en Naranjales

22 de abril de 2020

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Ante la gran demanda, son muchas las personas que ahora se dedican a confeccionar tapabocas. De diferentes estilos y colores, con material textil reciclable, estos emprendimientos siguen adelante en medio de la incertidumbre por la pandemia y las fallas de los servicios públicos en la entidad


Por Raúl Márquez

A menudo, los prolongados cortes eléctricos les impiden cumplir con la cantidad de mascarillas o tapabocas que se habían propuesto. Pero al igual que tantas familias tachirenses que no se amilanan ante la adversidad, entonces aprovechan el tiempo para cortar las piezas que van organizando a un lado de las máquinas de coser.

Al poco rato, como si se tratara de una exposición, los rectángulos de diversos colores y texturas van cubriendo la superficie de madera: trozos de licra, de algodón, donde resaltan el azul cielo, el verde, vinotinto, negro, blanco, de cuadritos, de muñequitos sobre fondo blanco, entre otros.

Un vecino fue el que terminó de animarla para que confeccionara tapabocas; así podría aportar un producto tan necesario en estos tiempos de pandemia, al tiempo que obtendría unos cuantos pesitos, relata Cristina Casique, mientras afuera el candente sol reverbera en las calles de Naranjales, en la parroquia Alberto Adriani del municipio Fernández Feo, en donde vive desde hace más de 30 años.

Recuerda que la cuarentena ya había sido decretada junto con el uso del tapaboca como parte de las medidas restrictivas para frenar el avance de la COVID-19 en el país. El tapaboca pasó a ser un producto de primera necesidad. Las imágenes de algunas personas con mascarillas transitando calles solitarias en diferentes latitudes se comenzaron a multiplicar en Venezuela.

Entonces se puso manos a la obra. Por su experiencia de costurera de años, se planteó el reto de aprovechar los retazos que venía acumulando en bolsas plásticas y que simulaban almohadones colocados sobre una mesa de planchar, en el rincón de la casa que funge de taller de costura.

Como buena costurera está acostumbrada a utilizar “patrones”, en esta oportunidad no sería la excepción. Así pues, partiendo de un tapaboca que le fue facilitado por un nieto, creó el primer eslabón de una cadena de más de 300 mascarillas que hasta ahora ha ofrecido a la comunidad a precios módicos.

Mi hija también se animó
Una tarde, Mileida Márquez, la hija menor de la Sra. Cristina, quien también lleva en la sangre el oficio de costurera, a pesar de ser TSU en Minas y ejercer en una oficina del Estado, encontró a su madre en plena labor, por lo que no se quedó a atrás.

Ambas comenzaron a perfeccionar los primeros diseños y a abastecer de tapaboca a vecinos y familiares.

Utilizando retazos Cristina Casique y su hija llevan a cabo este emprendimiento en Naranjales (Foto: Raúl Márquez)

—Un día mi hija Mileida se animó y empezamos a coser aquí con mis máquinas. Luego una vecina le prestó una máquina nuevecita y ahora cose también en su casa—detalla la dama, con voz didáctica.

Como ellas, varias personas en la entidad tachirense han tomado esta labor como “un resuelve”, en donde han tenido que aprender sobre este implemento, que hasta hace poco casi nadie nombraba, salvo en los centros de salud.

—Las vendemos en mil pesitos. A veces vendemos 5 al día o 10; todo depende. Lo cierto es que es una entrada que sirve para solucionar en estos tiempos de cuarentena, en la que el sueldo más que nunca se hace insuficiente para adquirir la comida—explica Mileida.

La creatividad, el uso de material textil reciclable, la satisfacción de contribuir, en cierto modo, en la lucha contra el nuevo coronavirus, son parte del espíritu de estos emprendimientos.

—Llegamos al consenso de crear con licra las “tiritas” en vez de utilizar liga de caucho, pues resultaba costosa y la idea era ahorrar para vender los tapabocas baratos —explica Mileida.

“Los mandan a hacer personalizados”
Entre la variedad de clientes, comentan madre e hija, algunas personas los compran de un color específico, de modo que “combine” con sus prendas de vestir. Otros, incluso, los mandan a hacer, según sus gustos y necesidades.

Más de doscientas mascarillas o tapaboca han fabricado en medio de las fallas eléctricas (Foto: Raúl Márquez)

—Como dice el dicho, cada cabeza es un mundo, y más allá del miedo los venezolanos mantenemos esa coquetería de siempre, por supuesto, sobre todo las mujeres. Una vez un señor nos hizo reír porque dijo que les hiciéramos varios tapabocas con telas estampadas con modelos en bikini, que él las compraba todas—comenta Cristina Casique, sonriendo.

Aunque dicen que estos no sirven uno se siente protegido
Aunque desde la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha disparado una polémica ante el uso o no del tapaboca, como medida preventiva frente al nuevo coronavirus, en contraste con los chinos, por ejemplo, donde se asumió como una medida de seguridad al respecto, Mileida Márquez precisa que desde su punto de vista, cualquier tipo de tapaboca es adecuado, puesto que no solo puede proteger contra las gotículas de personas que, posiblemente, estén contagiadas de COVID-19, sino del polvo y el humo, que suelen invadir el aire el el sur del Táchira.

—Para mí es importante su uso. Lamentablemente, algunas personas no están siguiendo las sugerencias de las autoridades en cuanto al uso del tapaboca, pero tampoco están cumpliendo la cuarentena ni el distanciamiento social. De hecho, mamá y yo, cuando vengo a visitarla o vamos a coser, usamos nuestros tapabocas — precisa Mileida.
Según se pudo conocer, al menos unas 8 personas se dedican a esta labor en el municipio Fernández Feo, por lo que no es excusa para los habitantes de estos sectores argüir que no usan tapaboca porque no los consiguen.

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