Regional

Cristo renace en el corazón rubiense

5 de abril de 2021

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Padre Martín Contreras.

Norma Pérez

Con una exhortación a cambiar, a mover la roca del sepulcro para una transformación integral, desde lo más pequeño, se celebró la misa de Resurrección en la iglesia Santa Bárbara de Rubio.

El acto religioso, que marcó el cierre de la Semana Santa, fue momento propicio para el regocijo por la noticia que el Señor regresó de la muerte para subir al cielo y renacer cada día en el corazón del pueblo rubiense y de todos los venezolanos.

Durante los días santos, en el municipio Junín, los feligreses acudieron a los templos para manifestar su fervor y recordar el sacrificio que hizo Jesús, al entregar su vida por la redención de sus semejantes.

Fiesta de la vida

El padre dominico Martín Contreras ofició la primera misa del Domingo de Resurrección en la iglesia Santa Bárbara de Rubio, templo que organizó, bajo estrictas medidas de bioseguridad, los diferentes eventos relacionados con la Semana Mayor.

“El Domingo de Resurrección es la fiesta de la vida del cristiano, porque es la experiencia de Cristo que rompe las cadenas de la muerte, el pecado y nos da la esperanza de la vida eterna, Nos invita a abandonar esas situaciones negativas que se presentan en nuestra existencia, para alcanzar un lugar junto al Señor”.

Considera que es fundamental tener esperanza durante estas circunstancias complejas, para mantenerse cuerdos y tranquilos: “Si perdemos la esperanza nos sumimos en la desesperación, pero si la guardamos, nos ayudará a ver más allá de los momentos oscuros por los que atraviesa la sociedad. Todo pasará y nuevamente saldrá el Sol”.

Con respecto al desarrollo de la Semana Santa, indicó que, en la medida de las posibilidades, se vivió la fe, con los cuidados necesarios por estar en medio de una pandemia. “Hay que vivir en sintonía y pensar en los hermanos, por ello debemos cuidarnos nosotros, y así cuidamos a los demás”.

Devoción en Junín

Con iglesias cerradas se inició en el municipio Junín la Semana Santa. Después, con precaución, abrieron sus puertas para la celebración de algunos oficios religiosos.

Los templos mantuvieron un aforo reducido y cumplieron con las reglas de bioseguridad. En esta oportunidad no hubo procesiones, pero las imágenes del Nazareno y el Santo Sepulcro recorrieron en sus carrozas las calles de la Ciudad Pontálida para bendecir a la gente, que esperaba frente a las puertas de sus hogares, con altares, a manera de homenaje.

Muchos se arrodillaron ante las rejas cerradas de la iglesia para poner ante los pies del Creador su aflicción; otros acudieron a las ceremonias para manifestar su fe. Pero lo más importante es que en todos quede sembrada la semilla de la solidaridad, bondad y amor por el prójimo.

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