Pretendía ingresar a un centro comercial de Cúcuta con una escopeta
26 de abril de 2024
El Día Internacional del Idioma y el Libro se celebró este viernes. Mucho hay que pensar de estos tópicos en estos tiempos, en el que bajo la primacía de lo tecnológico se ven sometidos a las más severas de las transformaciones.
Pero mientras el idioma español va con aparente comodidad habituándose a las comunicaciones digitales, manteniendo un privilegiado tercer puesto entre los idiomas más practicados en la internet, y el más geográficamente extendido como lengua oficial; el libro –que alguna vez fue su soporte por excelencia- vive una situación más conflictiva en un tránsito del papel a la memoria electrónica.
Al respecto, se pregona a los cuatro vientos el supuesto fin del formato en papel de los libros; sin embargo, aún resulta muy pronto escribir su lágrima, y menos aún cuando en cuarentena -con la ñapa de no contar con energía e internet-, el papel en silencio “ríe” de los dispositivos descargados.
Si el libro digital ha podido despojar al libro impreso de sus atributos intelectuales e imaginativos, otros valores le siguen perteneciendo al “hermano mayor”, y no son pocos: por decir alguno, el económico, y especialmente cuando la informalidad dentro de una economía de supervivencia, como la nuestra, en uno que otro puesto regados sobre las aceras, ofrece diversidad de títulos, algunos de antaña factura.
En el centro de San Cristóbal, por ejemplo, aunque tales ventas en la calle, aparecen y desaparecen, tres gozan de gran tradición: una ubicada en toda la entrada de la Zona Educativa, administrada por Omar Castro, otra en la Quinta Avenida, entre calles 9 y 10, diagonal al otrora Sol de Medianoche, y la que antes se ubicaba en el IUT y que ha pasado a las adyacencias de la residencia del librero, en La Concordia.
Desde ya hace unos años, las librerías están en extinción, cuando hace cosa de 20 años existían alrededor de 10, muchas de ellas compaginadas con el ramo de la papelería, las revistas y los periódicos. En San Cristóbal funcionaban la Librería Sin Límite, La Nacho (con una sede adicional en el Sambil), Tecniciencia, las secciones especiales de la Papelería Andina y la Papelería Moderna, la Proveeduría Unet, el Centro del Libro, la Quaimare, la del IPP en la sede antigua de la ULA, así como otras más populares localizadas en el Terminal, plaza Miranda, frente al Ateneo del Táchira y frente al liceo Carlos Rangel Lamus y diagonal a la Plaza de las Palomas. Hoy las que sobreviven son de corte religioso, siendo la más conocida la San Pablo, y otra en Casa Francesa
Más allá de lo intelectual
Pero hay otro valor, el social, emocional, y cultural, pues es a partir de ahí que, dentro del contexto sancristobalense, y tachirense, el protagonismo del libro no ha sido suficientemente ponderado. Tres inmuebles de significado patrimonial, como la Sociedad de Lectura-Ateneo del Táchira, la Biblioteca Pública Leonardo Ruiz Pineda y la sede de la Librería Sin Límite, se han consagrado como “templos del libro”, aunque, por supuesto, han sido espacios de programación diversa. Desde el Táchira surgió uno de los proyectos editoriales de más larga vida y trascendencia nacional, como ha sido la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses; y en sentido más académico se destacaría el Fondo Editorial Unet; mientras empresas como Editorial Torbes, Litoformas, Imprenta del estado Táchira, han servido de apoyo a iniciativas literarias institucionales y particulares. Como actividades sociales, abiertas a la participación de todos, la Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles, con ya casi 60 años de vida, y el Trueque de Libros, han ido de la mano en su misión de promover la lectura.
Durante muchos años, Carmen Teresa Alcalde no solo tomó las riendas de la Peña Manuel Felipe Rugeles, sino que junto a un grupo de apoyo, del que han hecho parte figuras literarias de la región, entre ellas María Luisa Alonso, le dio una frecuencia y una organicidad, que convocó a un encuentro de los escritores con sus lectores en las instalaciones del Tennis Club.
Para la autora de Diccionario de las Escritoras del Táchira, el libro la ha salvado en tiempos más asertivos al aislamiento.
—Los libros han sido mi mejor compañía en estos días -afirmó Alcalde-, porque he aprovechado el tiempo, que en otras oportunidades no tenía, y ha ocurrido algo muy simpático: tengo dos o tres amigas que también son amantes de la lectura y lo que hemos hecho es intercambiar libros, y he tenido la ocasión de releer muchos títulos que tenía olvidados. Ha sido una experiencia bastante interesante. No sé qué hubiera hecho sin mis lecturas, porque a veces la televisión cansa y los programas que allí pasan no son tan buenos, como para uno distraerse.
Otro escritor tachirense que ha ocupado la presidencia de la Peña, José Antonio Pulido Zambrano, con todo y ser entusiasta del impreso, se ha rendido a la hegemonía de lo digital, especialmente en formato .pdf. Y es que por mucho que se quiera comprar un libro, hacer pedidos online resulta muy complicado, por la cuestión de los precios, el pago y el envío; por lo que bajarlo de la red es obligante, a menos que milagrosamente se encuentre el volumen deseado en el mercado de las pulgas.
—Yo era un clásico admirador -sostuvo Pulido- de los libros en papel, mas las circunstancias nos han llevado al libro digital, y sin duda estamos obligados a aprender a leer en esos formatos. Uno no puede detener el progreso, y los escritores deben contemplar todas las alternativas para desconectarse de las nuevas generaciones. Creo que el libro de papel no va a desaparecer totalmente, pero se va a convertir en una especie de antigüedad coleccionable, como las estampillas, que dejaron de cumplir su rol original y ahora son valiosas, y extrañas. Algunas editoriales te ofrecen la alternativa de adquirir tu texto en físico o en digital.
Freddy Omar Durán
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