Reportajes y Especiales

Amor multiplicado por seis

9 de mayo de 2021

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EL DATO

Con lo que su hija le envía cubre los gastos de la casa. Anteriormente se dedicaba a elaborar lencería y hacer algunos arreglos de costura, pero la máquina de coser se dañó y no pudo continuar. Ahora ocupa la mayor parte de su tiempo en atender a los niños


Norma Pérez


Desde hace tres años, cuando su hija cruzó la frontera venezolana hacia Colombia en busca de mejores condiciones de vida, Maribel Jaimes se hizo cargo de tres de sus nietos: Joander, Mariatni y Robert. Generalmente, el número se duplica con la presencia de las niñas de su otra hija, quien las deja al cuidado de su madre para salir a trabajar.

Su casa en el barrio “Unidos por Junín”, del cual es fundadora, es albergue seguro para estos niños que vio nacer y son parte fundamental de su existencia. Como ella dice, es un amor de mamá abuela; en este caso, multiplicado por seis.

“Siempre estuvimos juntos, pero la situación económica obligó a mi hija Marileiny a salir. Ella trabajaba en casas de familia por días, pero lo que ganaba no le alcanzaba para mantener a los niños; ahora está pendiente de ellos y viene a visitarlos cuando puede, aunque con la pandemia todo se complicó”.

A toda prueba

Maribel Jaimes nació en Rubio, actualmente es ama de casa. Trabajó en un hotel durante 18 años, hasta que la incapacitaron por lesiones en la cervical. Es madre de tres hijos, pero la única que permanece en Venezuela es la mayor, Carolina.

“Tengo siete nietos, uno está fuera del país con sus padres. También cuido a las tres niñas de mi hija mayor, ellas son Shirley, Gladymar y Victoria; así que son seis en la casa; los más grandes me ayudan un poco con los oficios, pero deben estudiar y hacer las tareas”.

Como muchas mujeres, debió levantar a sus hijos sola y con su propio esfuerzo: fue madre y padre, ahora es la mamá abuela: “Primero saqué adelante a mis tres hijos, siempre trabajé para ellos; en ocasiones tuve hasta dos trabajos. Hacía un horario en un restaurant de 7 de la mañana a 2 de la tarde, y de ahí me iba a limpiar una casa o a lavar y planchar. Ahora sigo con mis nietos, que tienen 14, 12 y 11 años de edad”.

Dice que su esfuerzo rindió frutos, pues tiene su casa propia: “El gobierno nos entregó solo las paredes y así comencé a vivir aquí. Poco a poco la fui acondicionando; le doy gracias a Dios por este techo que nos cobija a todos”.

Incansable, se adjudicó esta responsabilidad que cumple con agrado y sacrificio; aunque algunas veces se empaña su mirada, su espíritu se regocija con las ocurrencias de los pequeños que se divierten con las mascotas: un conejo y un periquito.

“Es muy fuerte estar solo con ellos, pues hay que lidiar con su carácter, todos son diferentes.  En este sector no hay transporte porque las vías están en mal estado; hay que recorrer distancias largas a pie por calles empinadas; así deben hacerlo en temporada escolar. Con la lluvia prefería no mandarlos, pero a veces se mojaban al regresar. Si salían a las 12 del mediodía de clases, llegaban aproximadamente a la una y media de la tarde”.

Esta situación es similar cuando necesita un medicamento o debe hacer las compras de víveres o verduras, lo que se complica cuando regresa con el peso de los paquetes.

Con lo que su hija le envía cubre los gastos de la casa. Anteriormente se dedicaba a elaborar lencería y hacer algunos arreglos de costura, pero la máquina de coser se dañó y no pudo continuar. Ahora ocupa la mayor parte de su tiempo en atender a los niños.

Afrontar la ausencia

Con orgullo, exhibe en la sala de su casa las insignias que obtuvieron por méritos los dos niños mayores, como integrantes de la banda show “Colegio Los Andes”; reconocimiento que le valió una beca a Mariatni, quien además es una excelente estudiante, al igual que sus dos hermanos: “estoy muy agradecida con el director de la banda, profesor Ciro Pérez, porque siempre ha colaborado con nosotros, tanto económicamente como en otros aspectos”.

La crisis económica algunas veces los arropa, como a tantos venezolanos con recursos limitados; aun así, considera que es complejo afrontar la ausencia de su hija y el vacío que queda en el hogar cuando falta un ser querido.

“Lo que más nos afecta es la separación, los niños sienten la falta de su mamá y a veces los veo llorando; sobre todo el más pequeño. Ellos son cariñosos, me quieren mucho y aquí están bien, pero hace falta el factor mamá”.

Comenta que su familia está dispersa, y que de sus diez hermanos solo quedan tres en el país; realidad que les golpea en lo afectivo.

“Mi hija estaba dedicada a los niños, pero al irse, todo me tocó a mí, no es fácil y la situación económica es fuerte. Ella también es madre y padre, es difícil, tanto en lo económico como moralmente, especialmente con mi nieto, que ya es adolescente”.

A pesar de la separación, de los años acumulados, del cansancio y la adversidad, agradece a la vida y a Dios porque tiene a sus nietos junto a ella y la dicha que le proporciona levantarse en la mañana y abrazarlos. “A veces me siento agotada, pero ellos me dan ánimo”. Esa es Maribel Jaimes, con el inconmensurable amor que solo puede dar una abuela mamá.

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