Reportajes y Especiales

“Mi vida ha sido un milagro, porque morí y volví a salir”

30 de enero de 2021

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Elsa M. Carrillo Clavijo *


El covid-19 es traicionero y, sobre la marcha. los especialistas van aprendiendo cómo atacarlo, qué protocolos aplicar, cuáles cuidados y cómo enfrentar las secuelas que, por causas multifactoriales, transformarán por completo la vida de los sobrevivientes.

Mucho se alerta sobre el contagio, con síntomas similares a los de una gripe, pero acompañado de la pérdida del olfato y el gusto. En el caso del médico venezolano José Alejandro Colmenares Rugeles, salvo estos dos últimos síntomas, casi imperceptibles, nada más sintió y su vida transcurría de un día normal de trabajo, ese 24 de julio de 2019, como especialista en neurología en el Hospital General del Sur, en Quito, Ecuador.

Comienza la odisea

“Ese día me acosté, como cualquier otro día, pero me despertaron alarmados porque respiraba muy feo, muy agitado, a lo que respondí que se trataba de una pesadilla y me quedé dormido nuevamente. Al continuar la disnea, me despiertan nuevamente y tomamos la saturación, que llegaba a 75, por lo que decidimos llamar a los doctores Jenny y Michael, este último encargado de los pacientes covid-19, y de inmediato me llevan al hospital y al llegar me asignan la única cama disponible, recién desocupada, en la sala de UCI, porque había gran cantidad de pacientes; fue como un milagro que así estuviera dispuesto”. Lo que parecía ser una pesadilla, se convirtió en una cruda realidad, para despertar exactamente dos meses después.

Tres paros cardiorrespiratorios

De esos dos meses hospitalizado no recuerda absolutamente nada y en ocasión del último paro, de los tres que sufrió, todo fue confusión. “Por suerte, me atendió la doctora Anita Ventanilla, jefa de UCI, quien se aferró a la esperanza y dijo: ‘no, yo no lo voy a soltar, yo lo voy a reanimar hasta que pueda’, y a los dieciséis minutos, cuando ya le decían ‘déjalo, déjalo’ que ya se fue’, yo reaccioné. Hubo alegría y llanto. pero la sorpresa fue mayor cuando escucharon: tengo mucha sed, por favor, denme agua”.

Al recuperar el conocimiento, inmediatamente “tuve conciencia de la enfermedad”. Había mucho temor, por el tiempo tan prolongado del paro. “Mi vida ha sido un milagro, porque morí y volví a salir. Todos estaban absolutamente sorprendidos por mi evolución, pues me falló el riñón, el páncreas, el hígado presentaba niveles muy bajos, fui sometido a diálisis y transfusiones de sangre, por lo que mi pronóstico no era nada alentador y el equipo allí presente temía secuelas en mis funciones cognitivas -se le quiebra la voz- …pero no fue así”.

De los dos meses en UCI, solo recuerda una mano pequeñita que le tocó la espalda y una voz que decía: “tranquilo, que usted no se va, usted se queda”. Además de ese episodio, evoca que unos días antes de enfermar, y consciente del alto riesgo de trabajar con pacientes covid, le hizo prometer a José Javier Paredes, su ángel cuidador: “si me llego a enfermar de covid y me salvo, usted tiene que pintar la Virgen de El Cisne”, que es una advocación mariana de la Iglesia católica, con cientos de devotos y cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de El Cisne, provincia de Loja – Ecuador-, y se le atribuye el milagro de salvar a la población de la sequía y la peste en el año de 1594. Hoy lo prometido es deuda para el sobreviviente.

También atribuye su recuperación a todo ese ejército de familiares, amigos y conocidos, en el estado Táchira y países del mundo, por tenerlo siempre en sus oraciones y encomendarlo a la Virgen de la Consolación de Táriba, el Santo Cristo de La Grita, al doctor José Gregorio, al Divino Niño, la Divina Pastora, la Rosa Mística, y en las homilías diarias encomendado por radio Natividad de San Cristóbal, los grupos de oración y creyentes del Santísimo Rosario y la Divina Misericordia, porque la fe es la fuerza invisible que obra milagros, da luz y guía los pasos de los médicos, les da fuerza, les concede paciencia a los cuidadores, y hace posible que los enfermos sanen milagrosamente.

Por ser especialista en neurología, está consciente de las graves secuelas del covid-19, pero también, por su trabajo en el hospital, se enteraba de pacientes a quienes les dio el virus y al llegar a la casa les daba una fibrilación auricular, como resultado del desprendimiento de un coágulo, y morían, razón por la que “hago un llamado de conciencia a todos los pacientes a cumplir al pie de la letra las indicaciones, tal y como los médicos mandan los tratamientos, porque ellos no quieren el daño para ningún paciente; por el contrario, que todos se curen”. A pesar de todo esto, “siempre tuve la certeza que iba a salir adelante”.

Recuperación lenta y dolorosa

Durante estos cuatro meses, José Javier Paredes, de quien vale mencionar también que estuvo un mes hospitalizado por este virus, fue testigo de los progresos una vez salió de cuidados intensivos. Comenta que en aislamiento solo necesitó cinco días de oxígeno, y su afectación ahora es mínima.

“Tuvo una pérdida del 40 por ciento de masa corporal, con 30 kilos menos, y una neuropatía que le imposibilitaba moverse por el tiempo prolongado en UCI, afectó el nervio radial y cubital del brazo izquierdo; no podía caminar, apenas movía un poquito las piernas y el brazo derecho, porque el izquierdo y la mano no tenían ningún tipo de movimiento debido a una lesión plexo braquial, y tampoco podía voltear de medio lado. Hoy la rutina diaria es asistir al hospital, desde las 8:30 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde, más las sesiones de acupuntura.

Sobre la recuperación, que ha sido lenta y dolorosa, reconoce Colmenares que “todavía vivo y padezco las secuelas del covid-19, tengo la lengua dormida en la punta; la piel como empastada, gruesa, como dormida; la fuerza la he ido recuperando poco a poco, he realizado terapias de respiración, de lenguaje, ocupacional y físicas; también he recuperado peso, los niveles de sangre y el problema renal se normalizó.

Gracias al fisioterapeuta Eduardo Beltrán, “mi progreso ha sido excelente, porque su apoyo va más allá de lo físico, ha sido moral; ya camino con ciertos cuidados, porque no tengo reflejos, debo ser precavido debido a cierta inestabilidad”.

A todos los enfermos de covid, “les sugiero aferrarse a la fe en Dios y María Santísima, en primer lugar, porque se irán recuperando lentamente, y lo más importante, cumplir al pie de la letra los tratamientos, tal y como los indican los médicos, porque ellos no quieren el daño para ningún paciente; por el contrario, desean que todos se curen. Doy fe de que sí se sobrevive a este virus”, pero también es importante observar todas las medidas preventivas sugeridas, para evitarse el mal momento de pasar por esta experiencia, de la que solo Dios me permitió vivirla para contarla”.

Pide a todos sus amigos que continúen orando, porque hace falta un cierto trecho para la recuperación total y definitiva, y así poder seguir adelante. “Esas oraciones mantendrán mi fortaleza, porque son las que no me han dejado caer en depresión, como suele suceder”. He conservado el optimismo, para continuar haciendo lo que más me gusta hacer y para lo que nací: ser médico.

*Periodista

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