La frontera entre Venezuela y Colombia, hoy por hoy, es la más viva de América Latina. Diariamente, según datos ofrecidos por organizaciones como la ONU o la misma Migración Colombia, transitan hasta 30 mil venezolanos, de los cuales 5,000 no regresan al país por motivos de inseguridad, pobreza o escasez de alimentos y medicinas.
Los titulares de la prensa nacional e internacional sobre la frontera son algo de todos los días. Casi no se escapan de ningún medio de comunicación los casos sobre derechos humanos, crímenes, tiroteos, vejaciones, y largas colas hasta para abandonar el país o por trámites de sellado de pasaporte.
Apenas se cruza el puente internacional Simón Bolívar y se accede al puente internacional Francisco de Paula Santander, se consiguen toldos de la Cruz Roja, del alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), y de diversas ONG y personas consternadas por la situación, que ofrecen ayuda y atención médica a los niños, ancianos y mujeres embarazadas que lo necesiten.
Hace más de 25 años, la frontera se mostraba diferente, al menos en la prensa escrita. En Diario La Nación, al menos hasta 1991, no se añadió una sección fija de frontera porque no había mucho material, al menos relevante, para ocupar alguno de sus cuerpos.
Fiestas y programas de alimentación
En enero de 1991, los temas de frontera en la sección B3 del diario se centraban en los programas de alimentación a neonatos que se ofrecían en San Antonio, o la edición 23ª del Carnaval de la Frontera. Los trabajadores colombianos hacían largas filas en la Dirección de Identificación y Extranjería (DIEX), actualmente SAIME, para poder ser contratados como mano de obra para corte de caña en Venezuela.
Entre las noticias más relevantes de ese año destacaba que la Plaza Bolívar de San Antonio estaba convertida en un basurero. Eso no ha cambiado mucho, al parecer.
Paso libre de mercancía
Con la llegada de 1992 se daba en la frontera entre los dos países una “apertura económica”. Así se tituló, y se trataba de un libre intercambio de mercancía entre las naciones, y se suprimían así las políticas arancelarias a partir del 3 de enero. Fuera de ello, lo más resaltante era la detención de borrachos en la zona por la celebración de Año Nuevo.
Para marzo de 1993, en el diario ya se veía un cuerpo de hasta 4 páginas de cobertura de frontera, y hasta una sección especial desde Cúcuta que se elaboraba bajo la dirección de María Claudia Peñaranda, desde la ciudad de Norte de Santander.
En esa época copaban la prensa dos militares venezolanos, Higinio Castro y Óscar Navas, que participaron del golpe de Estado el 27 de noviembre de 1992 para derrocar a Carlos Andrés Pérez, y huyeron por la frontera hacia Colombia, utilizando documentos falsos. Colombia quería deportarlos, pero finalmente dejó que Ecuador los acogiera en asilo.
Además, la crisis hospitalaria en San Antonio o los temas con la guerrilla, también resaltaban en los titulares.
El azúcar procedente de Colombia inundaba los mercados venezolanos con tres mil toneladas al año, y los choferes de ambos países podían transportar mercancía hasta cualquier sitio del vecino país, sin restricciones.
Mil 28 millones de dólares producía al año el comercio binacional con las exportaciones entre ambas naciones. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ejecutaba inversiones millonarias en zonas rurales para mejorar la condición de los caficultores. También el ELN (Ejército de Liberación Nacional) ya era noticia.
Banfoandes se erigía sobre San Antonio como “garantía de desarrollo”.
Especuladores y acaparadores
Para cuando se celebraba el Mundial de Fútbol de Estados Unidos, en 1994, en la frontera “cerraban los negocios de los especuladores y acaparadores”. Colombia ya llegaba a la cifra de 36 millones de habitantes, y en San Antonio no había material para expedir licencias de conducir.
Además, el comandante de frontera en aquel año decía que la gasolina debía ponerse a precio internacional, “para evitar el contrabando”. El asesinato del futbolista Andrés Escobar conmocionaba a Colombia y al deporte.
Sin embargo, continuaban celebrándose jornadas y reuniones para la integración fronteriza colombo-venezolana, ya que para esas fechas las exportaciones que se hacían desde aquí habían aumentado 94,3 %. Los autos eran el producto de mayor demanda, y se anunciaba que la marca de cigarros Belmont circularía en Colombia.
La Guardia Nacional ya empezaba a hacer controles exhaustivos de este lado y eso hacía que los vendedores colombianos se mantuvieran al margen.
Las noticias sobre guardias venezolanos entrando sin permiso a Colombia también resaltaban. San Antonio estaba tomada por mendigos y la carne ya se cotizaba como un producto de consumo de lujo. Incluso, pagar las facturas por consumo de electricidad de Cadela era un sacrificio.
Y aunque todo este panorama de lo que fue la frontera y cómo poco a poco se fue convirtiendo en un lugar de absolutas restricciones para los que entraban o salían, y de cierres de fronteras que el entonces presidente Hugo Chávez protagonizara más adelante, hasta la crisis que actualmente se tantea, la frontera es un caldo noticioso de hechos que a veces parecen insólitos, pero que otras veces se tornan normales. (Marialice Rangel/pasante)