Opinión

…ciudad y energía III

18 de mayo de 2020

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Julieta Cantos

Definitivo, hay artículos que se desarrollan solos, son fluidos, producto de la experiencia directa en nuestras vidas, en un momento específico. Otros tienen que ver igualmente con nuestra cotidianeidad, pero son más elaborados porque no son tan explícitos y debemos hacer un esfuerzo adicional para vincularlos con nuestras circunstancias. Ya no se trata solo del esfuerzo de escribir, de manera más o menos coherente,  sino del esfuerzo de la investigación para aquellos casos que la requieren, a fin de establecer la interconectividad…o pertinencia.

La pertinencia de estos últimos artículos es para entender qué es la energía, cómo se genera y cómo se transforma, para poder ser utilizada, por naturaleza y hombre; y el hecho de que asumimos como algo natural ese beneficio que se recibe tanto en espacios públicos como privados, colectivos o individuales, sin concientizar el esfuerzo e inversión realizados para su transformación.

También se intenta establecer parámetros para comprender que no es lo mismo utilizar para su generación recursos naturales renovables o no renovables. La finitud inmersa en lo infinito, porque inclusive aquellos clasificados como renovables, por ejemplo el agua, el viento o la energía que procede del Sol, pueden llegar a su finitud, dependiendo de la tecnología aplicada y de su uso, en función de los comportamientos y hábitos de consumo, tal como lo están demostrando los efectos del cambio climático…producido por nosotros mismos de manera irracional.

Por ello es importante que entendamos cómo se genera la electricidad. Según palabras textuales de Bansart…“la electricidad parte normalmente del giro de turbinas, unidas a ejes de alternadores. Este giro puede ser producido por la caída de agua (central hidroeléctrica) o por el empuje de vapor de agua a presión (central termoeléctrica), entre otros sistemas. Una vez generada, ingresa al sistema de transmisión a través de líneas conectadas entre sí que llegan a subestaciones. Estas son plantas transformadoras situadas más o menos cerca de los lugares de consumo. Allí se reduce el valor de tensión de la electricidad hasta llegar a valores que puedan ser utilizables por los usuarios. Desde estas plantas es transportada en la red de distribución mediante líneas de cables aéreas o subterráneas”.

De esta manera, podemos utilizarla en nuestro consumo diario, en nuestras casas, lugares de trabajo –entiéndase, industrias, comercio, escuelas, entre muchos otros, en el campo o la ciudad-, en espacios de ocio y entretenimiento.

Y es aquí donde debemos decidir como sociedad de qué manera queremos usarla, con qué finalidad: solidariamente, participativamente, democráticamente.

¿Por qué insisto tanto en estos términos?, porque definitivamente la forma en que vivamos va a determinar nuestros hábitos y patrones de consumo, que hasta ahora, analizando en tiempos de pandemia, ha significado desequilibrios inmensos debido al desarrollo de proyectos desvinculados de la realidad ecológica… “no se puede producir riqueza de manera infinita en un mundo finito”. Se trata de establecer condiciones para un buen vivir, para aumentar la calidad de la vida y no para la acumulación. Creo poder decir que todas las culturas del mundo parten del hecho que el que acumula no deja espacio para la recepción de nuevas “energías”, bienes materiales, etc., ¡solo que en el camino se les olvida!. Es cuestionar los parámetros de una sociedad de consumo insaciable, que no tiene nada que ver con la calidad de nuestras vidas. Me refiero a la de todos. Es adoptar nuevos modos de vida, es construir una sociedad humana, para ser vivida humanamente por seres humanos.

Bansart habla de tres riesgos que la humanidad debe reconocer y afrontar:

Riesgo energético: agotamiento de los recursos naturales por causa de la sobreexplotación.

Riesgo climático: diversos desarreglos como el recalentamiento debido al mal uso de la energía.

Riesgo ecológico: contaminación, pérdida de biodiversidad, empobrecimiento de las tierras agrarias, deforestación, desertificación, estrés hídrico, agotamiento de las reservas de agua, etc. Todo ello debido al uso, abuso y mal uso de las fuentes energéticas.

Yo agregaría un cuarto riesgo. O no. No sería un cuarto riesgo, sería la premisa o determinante que regiría todo lo demás.

El sentido común, dirigido hacia el desarrollo ecosocial, la solidaridad, el respeto hacia el otro como ser humano, y hacia la naturaleza.

Hoy pensaba desarrollar mi visión sobre la Central Hidroeléctrica Leonardo Ruiz Pineda, conocida como San Agatón o Uribante-Caparo… pero me entusiasmé demasiado, al punto de extenderme tanto que ya no me quedó espacio para hablar sobre la Central. Con seguridad nos encontraremos la próxima semana, abordando ese punto, que no es sino la continuidad de Ciudad y Energía.

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Julieta Cantos

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