Regional

Anayibi y Victoria: historia de un buen amor

3 de julio de 2020

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Norma Pérez


 

Anayibi Ruiz nació en Cabimas, tiene 42 años de edad. Es madre de hijos adultos y un nieto. Vive y trabaja desde hace 17 años en Casigua El Cubo, población del estado Zulia ubicada al sur del lago de Maracaibo.

A Victoria la cuidaba su bisabuela en una finca del sector. Tiene dos años de edad, un cuadro de desnutrición severa y otras afecciones que comprometen su salud. De su progenitora no se sabe mucho, solo que la dejó y se fue.

Hace un mes ninguna sabía de la existencia de la otra. Ahora Victoria le debe la vida a Anayibi, quien como la más amorosa de las madres no se separa de su    cuna en el Hospital Central de San Cristóbal a la espera de su recuperación.

Para crear este vínculo hizo falta un corazón noble y generoso, que sabe el valor de un ser humano y quiso brindar una nueva oportunidad a una niña indefensa y vulnerable, porque está convencida de que llegó a este mundo con una misión para cumplir. Génesis de un buen amor. Esta es su historia.

Afortunada casualidad

Como dice Anayibi, Victoria llegó a su vida de una manera especial. Ella se desempeña como enfermera intensivista en una clínica y tuvo que ir a valorar un paciente  crítico. Allí le pidieron que acudiera a un ranchito, a revisar a una pequeña que no se movía ni quería comer.

La casa de Victoria está dentro de una finca, en una zona tan alejada que no es posible dar una ubicación geográfica. Eso imposibilitaba una asistencia médica, pero hasta allí llegó Anayibi Ruiz, y ocurrió el milagro.

Al observar las condiciones en que se encontraba la pequeña, totalmente desatendida y sola con la bisabuela, que ya alcanza los 80 años de edad, le solicitó el permiso para llevarla hasta la clínica, pues su estado era grave; ya casi ni respiraba, y su temperatura era de 41 grados.

En la ambulancia donde se desplazaba a visitar los pacientes se realizó el traslado; en la clínica la estabilizaron, pero debido a lo crítico del caso la enviaron al Hospital Central de San Cristóbal. Y con ella su enfermera, pues ningún miembro de la familia apareció. El permiso para trasladarla lo otorgó el Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente,

A su ingreso al centro asistencial, la infante presentaba, además de la desnutrición severa, una neumonía, blastocitos, un hongo y dermatitis seborreica crónica. Su salud era precaria y con pocas esperanzas de sobrevivir.

Aun cuando tiene dos años edad, su desarrollo cognitivo es de una niña de 8 meses, esto originado por la desnutrición; su peso es de 6 kilos 250 gramos, es decir que está ocho kilos por debajo de lo normal.

Solidaridad y afecto

Desde hace veinte días Victoria está hospitalizada en el piso 9 del Hospital Central. Anayibi Ruiz sigue junto a ella. No tiene familiares, ni siquiera un conocido en San Cristóbal. Con sus exiguos recursos compra los insumos y medicamentos que se requieren. Duerme en una colchoneta que no disminuye la dureza del suelo y que coloca a los pies de la cuna de la pequeña.

Su experiencia en el Táchira no ha sido fácil, dice que ha sido fuerte desde el momento en que salió de Casigua. Algunos días no tiene para comer, pero se aguanta. Prefiere guardar el poco dinero para cualquier requerimiento médico. La sostiene su firme convicción de que hay que servir para vivir y que si se realiza una obra, debe hacerse bien.

Aunque le preocupa su trabajo, manifiesta que no puede regresar hasta que los médicos no le den un diagnóstico definitivo. Además recibe alimentación con una fórmula especializada que no se consigue en farmacias, pues es de uso hospitalario.

“Victoria es una niña que merece vivir, porque ella existe. Es una sobreviviente por la gracia de Dios y a pesar de todas las adversidades, ella está viva. Ha sufrido demasiado. Para mí, no es alguien que conseguí al borde de la muerte, es un ángel que Dios me puso en el camino”; dice esta mujer que se mantiene sin desmayar en su lucha para sacarla adelante.

Sí hay esperanza

Tal vez de su madre, que trabajó como enfermera la mayor parte de su vida, Anayibi Ruiz heredó la vocación de servicio. Su trayectoria habla de apoyo a quienes lo necesitan. Sus valores así lo indican, al igual que su creencia que este mundo tiene que cambiar para bien.

Comenta que desde hace unos seis días algunas personas caritativas han llevado ropa, pañales y compotas para Victoria, pues a San Cristóbal llegaron sin nada, apenas con la ropita que guardaba de sus hijos. Agradece estos donativos y dice que todo es bienvenido en la vida de la pequeñita. Cada día requiere más implementos, pues su tratamiento es costoso. Quien desee cooperar puede comunicarse con Anayibi, a través del número celular 04247287466, o acercarse hasta el piso 9, cama 12.

Actualmente el pronóstico de Victoria es favorable. Ha mejorado de las lesiones de la piel, de los problemas del estómago y de la neumonía. Además, la estimulación que recibe de su ángel guardián le ha permitido comenzar a balbucear, dar algunos pasitos con ayuda y recibir alimento.

Según le explicó el doctor, se encuentra en proceso de tomar los nutrientes y después comenzará a asimilar en los músculos y a ganar peso. Lo más importante es que se encuentra en recuperación de su capacidad psicomotora y neuromuscular.

Su mayor recompensa es ver que la niña aprendió a comer la compota con cuchara, su balbuceo en un intento de decirle “mamá” y que ya comenzó a sonreír. No quiere que se le separe y llora cuando no la ve.

Acciones tan loables hacen olvidar la indiferencia y recuperar la esperanza en la humanidad. Hasta hace apenas dos días, Anayibi Ruiz supo cuál era el apellido de Victoria. Pero nada de eso le importó para ayudarla. Para ella, cualquier sacrificio es poco si logra salvar una vida.

Su intención es adoptar a la niña, brindarle el calor de su hogar y hacerla parte de su familia. Porque ya no concibe su vida sin esta pequeñita que le robó el corazón. Un corazón enorme, solidario y noble. Esa es su historia. La historia de un buen amor.

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