Reportajes y Especiales
Sellado en San Antonio: un proceso afectado por constantes apagones y caídas del sistema
13 de enero de 2020
En cada maleta que acompaña al migrante venezolano están guardadas las esperanzas del retorno…de un “hasta luego”, Venezuela.
Jonathan Maldonado
Otros grupos, en menor proporción, deciden dejar el país por las llamadas trochas o caminos irregulares, pues no poseen la documentación requerida para salir.
Sacar un pasaporte en Venezuela, según los últimos montos emitidos por el Saime, cuesta 10.798.913,62 bolívares, mientras la prórroga del documento tiene un costo de 5.638.915,08 bolívares.
La plaza Los Próceres, en San Antonio del Táchira, continúa siendo el sitio de espera para sellar pasaporte. Es en este punto, rodeado de frondosos árboles, donde la ciudadanía va atendiendo el llamado de las autoridades de Migración Venezuela. A las taquillas, que conectan con la plaza, van ingresando grupos de 10 a 20 personas.
A esta plaza, para quienes viajan por primera vez a la frontera, se llega luego de cruzar la aduana de San Antonio del Táchira. Allí van arribando los venezolanos, con sus maletas, a partir de las 6:00 a.m., hora en la que se abre el paso peatonal por el puente internacional Simón Bolívar.
La demora para sellar depende de varios factores: electricidad y sistema. Hay momentos en los que el ciudadano puede hacer su diligencia migratoria en menos de media hora, mientras que en otros escenarios la espera puede tardar entre dos y tres horas, e incluso medio día. “Ha habido casos en los que, pese a contar con el suministro de luz, el sistema sigue caído, pues dependemos de Rubio. Si allá no tienen energía, nos vemos imposibilitados de trabajar”, relató un funcionario, quien prefirió no ser identificado.
El trabajador reiteró que los frecuentes cortes de electricidad perjudican el desarrollo del sellado, atizando, en ciertos momentos, el malestar de la ciudadanía, que ya arriba cansada tras viajes de 14 a 16 horas en autobús. “Cuando no tenemos estas eventualidades, el trabajo avanza rápido y sin contratiempos”, puntualizó.
250 personas por día
Las kilométricas colas que se formaban en la plaza Los Próceres han disminuido en los últimos meses. El río de gente que llega a la frontera, en su mayoría, realiza una migración pendular (cruzan al vecino país y regresan el mismo día). Sin embargo, hay un grupo, aún nutrido, de 200 a 250 venezolanos, que usan a diario el tramo binacional como sitio de despedida.
“También estamos registrando un regreso de hasta 300 venezolanos que, tras haber estado viviendo en otros países, deciden volver a sus hogares”, explicó el funcionario. “Ya el número de personas que emigra no es tan alto como en años anteriores”, enfatizó.
Desde las 7:00 a.m., el personal que labora en las taquillas comienza a atender a los grupos que va enviando el funcionario de Migración que se encuentre de turno. El uniformado va recogiendo las cédulas, en lotes de 10 o 20, para luego llamar en el orden en que fueron entregados los documentos de identidad.
“Los poderes para viajes quedaron eliminados”
De acuerdo con Miguel Vanegas, notario público del municipio Bolívar, los poderes para viajes de menores quedaron eliminados desde octubre de 2019. Ahora, explicó, si el infante va a viajar con uno de sus padres, debe sacar una autorización en la Notaría y ambos representantes tienen que asistir a firmarla.
“Si el pequeño va a viajar con ambos padres, no requiere presentar esta autorización ante las autoridades de Migración”, recordó Vanegas al tiempo que agregó: “si las personas autorizadas son la abuela o el tío, por ejemplo, también deben asistir ambos padres a firmar el documento”.
“Cuando hay problemas de pareja y el papá no quiere dar la autorización para que el menor viaje al extranjero con su mamá, ya eso se trata por medio de la Lopna. Ahí iría la madre, solicita, se abre un juicio y se espera la sentencia”, precisó el abogado, para luego aclarar: “Si en este caso la progenitora recibe la tutoría, puede salir del país con su hijo”.
El notario también expuso el caso de que la madre se encuentre fuera del país y el niño necesita viajar con su padre. “Si la madre se halla en España, por citar un ejemplo, debe ir a la embajada de Venezuela en la nación europea, tramitar la autorización y enviársela al padre. Con este documento, visado por la embajada, puede el caballero viajar con el menor, sin problemas”.
“Nuestra función como notario es verificar la información, que realmente sean los padres quienes estén firmando la autorización, documento que no caduca, a excepción de que se presente una resolución y cambie, o que el mismo esté revocado”, aseveró.
“La primera vez que salí, sí les pagué a los asesores”
Los llamados “asesores”, que ofrecen pasar a las taquillas sin hacer cola, se encuentran dispersados por toda la plaza. Desde que el ciudadano se asoma a la entrada y hasta el lugar donde se hace la fila de espera, son varios los que aplican sus estrategias de persuasión. “Esta vez decidí no pagar. Ya conozco el proceso, pues hace casi un año pagué 10 dólares”, manifestó María José Angola, de 24 años.
Angola vino a Venezuela a pasar la Navidad y Fin de Año con sus hijos y demás familiares. “Llevo ocho meses en Bogotá, trabajando en un restaurante. Ahorita voy a sellar para retornar a Colombia”, destacó la joven, ya ubicada de primera en una cola constituida por unas 40 personas.
“Para llegar a la frontera, me vine en autobús con una amiga, desde San Fernando de Apure. Nos demoramos cerca de 12 horas para entrar a San Cristóbal y luego una hora para llegar a San Antonio”, detalló para así rememorar el dolor que sintió cuando tuvo que abandonar, por primera vez, a sus vástagos: “Al más pequeño, cuando decidí migrar, aún lo estaba amamantando”.
La dama aseguró que hacía ocho meses, cuando emprendió su viaje a la capital neogranadina, vio una plaza mucho más congestionada. “Ahorita ha fluido la cola, pero sigue siendo lento el proceso”, destacó quien sueña con que las cosas mejoren para retornar a su nación.
“Acá, en Venezuela, estudiaba, trabajaba y me dedicaba a mi rol de madre”, subrayó la joven mientras aclaraba que sus padres han optado por cuidarles a los pequeños, para que “yo pueda trabajar. Les envío dinero para los gastos, la comida y demás”. María José agradeció al vecino país por el trato y las oportunidades brindadas.
“Me esperan 36 horas de viaje”
Omaira Álvarez, de 52 años, decidió migrar hace año y medio, junto a su esposo, a Ecuador. En esta nación suramericana ha contado con el privilegio de ejercer su carrera, Contaduría. “He tenido la suerte de que, tanto compañeros de trabajo como vecinos, me han tendido la mano”, dijo en tono de agradecimiento.
En esta oportunidad, Álvarez regresó a Venezuela para compartir con su hijo, padres y hermanos las festividades decembrinas. “Ellos siguen en Valencia y vine para estar a su lado”, indicó mientras esperaba su turno para pasar a la taquilla de Migración Venezuela. “Tanto acá, como en Colombia, el proceso es lento”, aseguró. “La primera vez, por necesidad, pagué a los asesores, pues era mucha la gente que estaba, en ese entonces, en la plaza Los Próceres”, indicó.
Los pocos días que estuvo en su estado, Carabobo, no vio mejorías y la invadió la nostalgia, pues “lo que más anhelo es regresar a mi país, pero no en estas circunstancias”, recalcó quien ha logrado ayudar económicamente a sus seres queridos desde Ecuador. “Mi hijo está negado a irse, él es comerciante”, agregó.
Pese a que su experiencia como migrante ha sido satisfactoria, dijo haber sentido temor durante las jornadas de protesta y paro en Ecuador. “Tenía que ir a trabajar y no había transporte. Además, todo lo que pasaba querían atribuírselo a los venezolanos, y eso no era así”, relató aún con la tristeza tallada en su mirada.
“Me voy nuevamente en autobús. Es un viaje cansón y matador, de 36 horas. De Cúcuta a Ecuador había pasaje en avión, pero en 456 dólares, muy caro. Como empiezo a trabajar el 13 de enero, tengo tiempo suficiente para llegar”, contó algo preocupada porque la prórroga de su pasaporte vence este año. “Eso me obliga a regresar para hacer los trámites”, confesó a modo de colofón.
“En Migración Colombia también es lento”
Yolimar Maldonado, de 46 años, está negada a migrar pese a que vive en uno de los estados más maltratados de Venezuela, Táchira. “Soy de San Cristóbal y los apagones cada día son más largos y frecuentes”, indicó mientras avanzaba a la taquilla de Migración Venezuela, donde sellaría su pasaporte para viajar a Cali, Colombia.
“Viajo por 15 días y regreso. Voy a cuidar a un familiar”, señaló mientras dejaba claro que la lentitud en el proceso para sellar se vive tanto en Venezuela como en Colombia. “En ambas zonas están los gestores tratando de quitarle a uno cualquier cantidad”, sentenció.
Una de las razones que motivan a Maldonado a seguir en la región andina es que su familia no ha migrado y, además, “poseo un trabajo bastante estable, que me permite cubrir mis gastos”, dijo mientras resaltaba que su esposo, aunque es colombiano, tampoco quiere dejar a Venezuela.
La dama añadió que durante sus viajes por Colombia se ha tropezado con ciudadanos muy amables y dispuestos a tender la mano. “Aun así, nada como el país de uno, amo a Venezuela y quiero seguir dando la batalla por ella”, aseveró.
“Regreso tras un año en Chile”
Cuando Arelis Itriago fue abordada en Migración Colombia, llevaba tres horas en cola para sellar su salida del vecino país. Ya se encontraba a punto de pasar para cumplir con el proceso legal, cuando relató su experiencia en Chile. “Estuve un año allá, trabajando en un laboratorio dental”, aseguró.
Uno de los motivos que empujaron a Itriago a retornar de manera definitiva, fue el hecho de tener que dormir en un sofá. “En Cúa, estado Miranda, tengo mi casa, más comodidades”, expresó con un nudo en la garganta porque sus hijos sí continúan en aquella nación.
Antes de migrar, la dama se desempeñaba como abogada, con una especialización en Derecho procesal civil. Al preguntársele sobre si temía toparse con un escenario mucho más complejo que el de hace 12 meses, destacó que estaba clara en lo que iba a enfrentar.
“En lo inmediato, tengo pensado dedicarme al comerciom mientras retomo mi carrera”, indicó con la certeza de que, a escasas horas, estaría nuevamente pisando su tierra, su país. “Vengo con todo el ánimo para dar lo mejor de mí y así sacar a Venezuela adelante; es posible”, sentenció.
Arelis Itriago dejó Chile agradecida, pues no vivió experiencias xenofóbicas, al contrario, la “gente fue amable, nos colaboraron en la medida de lo posible”, resaltó ya con su maleta en mano para avanzar en la cola que realizaba.